Sin embargo, para salir del entuerto, el incorregible organismo pretende mayores recortes, menor financiación del Banco Central al Tesoro y devaluación del peso oficial, escala intermedia hacia un futuro no demasiado lejano de unificación y liberación del tipo de cambio. Imposible.
Imposible, sí, por dos razones: en las condiciones económicas actuales –sin reservas que permitan ponerle un techo a la devaluación– y sobre todo políticas. El acuerdo que debería cerrarse será inevitablemente de corto plazo, hasta fin de año, porque en la Argentina de hoy el tiempo ya no se mide en días, semanas y meses, sino en instancias electorales: PASO, primera vuelta y eventual ballotage.
El Evangelio según Kristalina
El organismo liderado por Kristalina Georgieva difundió su Reporte de Sector Externo sobre las cuentas de un gran número de países que representan el 90% del PBI global, que en esta edición 2023 presenta como subtítulo un concepto clave: "Reequilibrio externo en tiempos turbulentos". La prensa nacional le da este jueves amplio despliegue y vincula lo que señala en el breve capítulo argentino con la negociación en curso. Error: su elaboración es periódica y prescinde de tratativas que, al iniciarse, nadie podía prever que a esta altura estuvieran concluidas, rotas o en curso, como es el caso.
Pese a lo anterior, su contenido es relevante porque expresa la visión del organismo sobre los desequilibrios macro de la economía nacional o, lo que es lo mismo, lo que tratará de imponer en las negociaciones del año próximo, que entablará con el nuevo gobierno.
En concreto, el Fondo propone sus recetas conocidas: ajuste –sin importar que la economía parece dirigirse a una recesión–, contracción monetaria, devaluación y simplificación del hoy pulverizado mercado cambiario, un paso hacia su unificación.
"Una consolidación fiscal favorable al crecimiento, combinada con una política monetaria restrictiva y un régimen cambiario simplificado siguen siendo esenciales para moderar el crecimiento de la demanda interna, fortalecer la balanza comercial, recomponer las reservas internacionales, recuperar el acceso al mercado (de deuda) y asegurar la sustentabilidad fiscal y de la deuda externa", dice.
En ese sentido, según los datos de fin de 2022, "el staff técnico considera, en general, que la brecha REER de 2022 estaría en el rango del 15 al 20 por ciento". "REER" significa real effective exchange rate o "tipo de cambio real efectivo". Más clarito, para el FMI a fin del año pasado el atraso del tipo de cambio oficial era de ese orden, algo que, dado el valor actual del dólar oficial indica que una devaluación debería llevar el dólar a una horquilla de 308,14 a 321,54 pesos.
El infierno tan temido
Como se dijo, el Banco Central se ha quedado prácticamente sin reservas, algo de lo que hay que culpar a la sequía, pero también a un gobierno como el de Alberto Fernández, que no supo o no quiso sentarse sobre el superávit comercial de 2020 a 2022. En ese escenario, una liberación cambiaria alla 2015 podría provocar un salto enorme de la cotización, la que, como un tsunami destructivo, avanzaría bastante más allá de los 321,54 pesos mencionados –fenómeno conocido como overshooting– para luego retroceder hasta una paridad más razonable. En el medio, claro, solo quedaría devastación.
En este punto cabe una consideración. Así como resulta inevitable por la fragilidad del Central, el cepo también es una tragedia. Por un lado, porque –como se sabe y se ha probado– es más efectivo para evitar el ingreso de dólares que para evitar su salida. ¿O no es cierto que inhibe las exportaciones, acelera las importaciones y prácticamente inviabiliza la inversión extranjera, que debería entrar al tipo de cambio oficial y, al final, no podría salir? Así las cosas, mientras el Fondo preveía hacia fin del año pasado un tipo de cambio de equilibrio 15 o 20% superior al oficial, los dólares libres marcan hoy una brecha superior al 95% en comparación con los paralelos.
Cuanto más duro, el cepo deviene más y más en un llamador de expectativas de megadevaluación.
La caja de Pandora
El proceso electoral hace imposible una devaluación, al menos en tanto esta sea un acto de política económica y no un hecho consumado que el Gobierno deba mirar con impotencia. Después de los comicios, con todo, el problema será el mencionado más arriba: la necesidad de fortalecer las reservas del Banco Central de modo que este pueda limitar el overshooting y su impacto inflacionario.
Es por eso es que precandidatos como Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta apuntan a una liberación del cepo, pero de modo gradual, tal como pide el Fondo en el reporte citado. "A medida que se restablezcan la estabilidad y la confianza, será necesario considerar una flexibilización gradual" del cepo, dice.
Claro que Massa no habla de devaluaciones, pero hay que recordar uno de los primeros anuncios que hizo al llegar al Ministerio de Economía: la negociación de un préstamo repo con un grupo de bancos para reforzar las reservas y, se supone, poder llevar a cabo un retoque cambiario controlado.
Rodríguez Larreta, en tanto, y su referente Hernán Lacunza, hablan de juntar dólares y salir del actual sistema de controles en un año.
Pandora, en tanto, sonríe cuando la miran Patricia Bullrich y Javier Milei, quienes se ponen a la derecha del propio Fondo y plantean plazos mucho más breves para salir del cepo. El shock inflacionario de tal política podría resultar entre severo y muy severo, un atajo técnicamente sencillo para cerrar velozmente la brecha fiscal vía licuación del gasto público –jubilaciones, salarios en el Estado, planes sociales partidas varias–, aunque a costa de niveles de conflicto social de alto riesgo. Igualmente, se verá: locos somos todos, pero nadie come vidrio.
El mercado hace cuentas
Quienes hacen apuestas en el mercado financiero prevén un dólar cada vez más alto conforme avance el calendario –el electoral, el único que existe–, en una progresión que, desde ya, no es lineal y se acelera conforme pasa el tiempo. Es natural: todo conduce a ese desenlace, de un modo u otro.
Mientras, de a saltos, el blue no cede y, tras dos ruedas de toma de ganancias tras sus avances de la semana pasada, retomó la senda alcista y cerró a 525 pesos. El último lunes, desPertar, el newsletter de Letra P, había sugerido prestarle atención a ese indicador sensible, del que depende que la inflación siga alta, pero estable o vuelva a dispararse.
Mandar a la policía contra las cuevas no será una solución: no se sabe de ningún bien que baje de precio cuando se lo ilegaliza o se lo hace más escaso.
Más allá del horizonte
El Banco Central calcula que las penurias del presente, hechas de sequía y muy mal saldo comercial –el saldo de junio fue el peor en una década–, mutarán en abundancia hacia el final de la presente década.
Sobre todo por el esperado auge del sector energético y, en menor medida, del minero, la autoridad monetaria espera que el superávit comercial de bienes se duplique hacia 2030, generando un excedente 41.800 millones de dólares.
Como se ha dicho muchas veces en este medio, ese es ciertamente uno de los futuros posibles de la Argentina, algo que debería mover a un optimismo proactivo, que requerirá un enorme esfuerzo para domar la macro y el establecimiento inteligente de reglas de juego que hagan a la vez atractiva la inversión… sin que sus frutos vayan con exclusividad a los bolsillos de "cuatro vivos".