Esto último ya había sido parte de la estrategia del ministro de Economía al comienzo de su gestión, cuando buscaba que la megadevaluación de diciembre y sus consecuencias –el fogonazo inflacionario y la hiperrecesión– comenzaran a disciplinar a los sindicatos y a los gremios. Todos los gobiernos deploran la inflación, pero cada uno con su sesgo, la utilizan como lubricante para el tipo de redistribución del ingreso que persiguen.
Ya estamos en tema.
Toto Caputo, la obsesión del 2% y el "problema" del salario
La obsesión de Caputo es llevar cuanto antes la inflación mensual al 2%, el penúltimo golpe que imagina antes del "aniquilamiento" prometido por Milei. Para eso no se detiene ni ante los peligros de generar un atraso cambiario y de vaciar el Banco Central de reservas en una medida todavía mayor que la actual.
El índice de precios al consumidor (IPC) de agosto coronaría un amesetamiento de cuatro meses en torno al 4%, aunque podría ubicarse algo por debajo de ese número. Sin embargo, se intenta que el mix de reducción del impuesto PAIS y abaratamiento de las importaciones, actualización tarifaria por esta vez sólo en línea con el IPC e intervención en el mercado cambiario la ubique en septiembre en el dos y pico.
Otro elemento para, por fin, perforar a la baja el maldito tres por ciento es la decisión oficial de volver a pisar los salarios.
Tu sueldo vuelve al freezer
Elizabeth Peger cuenta en Clarín que "después de convenir un nuevo tramo de la paritaria sectorial la semana pasada, el Gobierno les transmitió a los gremios que representan a los estatales nacionales su decisión de no conceder más aumentos salariales en lo que resta del año". La finalidad, explica, "es que el esquema que pretende imponer en el sector público se generalice como la principal referencia para las paritarias en la actividad privada" y, así, "encarrilar las expectativas inflacionarias (…) en torno al 3% en septiembre, cerca del 2% en octubre y desde allí profundizar el camino descendente hacia diciembre".
Si eso, así en general, ya es difícil de conseguir por más onda que pongan ciertas dirigencias sindicales melifluas, lo es en mayor medida en los segmentos más castigados, como el de docentes y no docentes universitarios, cuya derrota frente a la inflación acumula más del 77% entre noviembre último y julio.
Mientras, "gracias" a una nueva ayudita de la UCR al oficialismo, el Senado deberá esperar al menos una semana más para convertir en ley un proyecto para actualizar los presupuestos de las casas de altos estudios. Incluso si este al final se aprobara, seguiría, igual que el de los jubilados, el camino del veto presidencial y quedaría sujeto a una guerra política en torno a la eventual insistencia del Congreso con dos tercios de los votos en cada cámara, algo que parece cuesta arriba para las oposiciones. De hecho, en vista de lo dicho, ¿cuáles son las oposiciones?
De este modo, como al inicio del Caputazo, el salario se convierte, junto a los tipos de cambio, en la gran ancla de la desinflación.
Según datos del INDEC, los salarios registrados en el sector privado recuperaron algo del terreno perdido en abril, mayo y junio, aunque aún permanecían en ese último mes 11% por debajo del nivel que tenían cuando Milei llegó al poder.
A lo anterior se suma una noticia del sitio Mundo gremial que indicaba que la Secretaría de Trabajo no homologará más paritarias privadas por encima del 2% mensual a partir de octubre.
El intento ya no es necesariamente depreciar más los ingresos populares –¿hasta qué punto, por otra parte, sería posible tal cosa?–, sino congelarlos en el nivel de deterioro ya consumado, de modo de evitar que su recomposición, inevitablemente referenciada en la inflación pasada, suponga alguna suerte de mecanismo indexatorio que complique la marcha de los precios.
También esto es "achicar el Estado", a través de la intervención de estatutos supuestamente libres como las paritarias, "para agrandarles el bolsillo" al empresariado que debería ser motor de la economía por venir, la que se pretende que deje de basarse en el consumo para hacerlo en la inversión.
Problema: para que haya inversión de magnitud tiene que haber incentivos. El interno desaparece por la frialdad del consumo privado inducida por el Caputazo; el externo se complica por la mencionada política de atraso cambiario, que desalienta las exportaciones –como se vio en la última campaña sojera– y, con el límite de que "no-hay-dólares", abulta las importaciones.
Las inversiones del futuro
La excepción a lo anterior –y gran apuesta oficial– es el abusivo RIGI, basado sobre todo en el gas de Vaca Muerta.
Por lo ya hecho y por lo que vendrá a partir del régimen de incentivo, allí amanece una nueva Argentina, se verá cuán desapegada del conjunto: Miguel Galuccio, exjefe de YPF y ceo de Vista, tocó este martes la campanita de apertura de sesiones en Wall Street en ocasión del quinto aniversario de cotizaciones y festejó que el máximo histórico de la acción llevó el valor en bolsa de la compañía a más de 5.000 millones de dólares.
Es otra Argentina, sí, con un Círculo Rojo nuevo, diferente del conocido: el complejo petrolero exportó un récord de 5.123 millones de dólares en el primer semestre –ya es más de la mitad del generado por el sector sojero y sigue creciendo…– y desplazó al automotor como el segundo mayor generador de divisas del país.
La tendencia es un game changer para el poder económico, político y territorial.
Hasta Cavallo advierte por el dólar
Mientras esa Argentina termina de germinar, algo hay que hacer con la actual. En este sentido, bajo el influjo de la intervención oficial –con casi 700 millones de dólares venteados por el Banco Central entre julio y agosto–, el mercado cambiario se viene comportando como si no existiera incertidumbre cambiaria. Sin embargo, la hay.
Tanto es así que quien era hasta hace poco uno de los miembros del santoral de Milei, Domingo Cavallo, acaba de referirse al asunto en su blog.
El exministro –a quien el Presidente hoy no ama tanto por su relativa tendencia a la crítica– puso el foco, del mismo modo que este medio, en recientes dichos de Ricardo Arriazu: "La mayoría de los economistas cree que hay que devaluar. Yo creo que no y que, si devaluamos, chau, se acabó todo el programa, se acabó Milei, se acabó todo", había señalado este. Ante eso, el padre de la convertibilidad y de sus consecuencias postuló que "a la afirmación de Arriazu habría que agregarle, 'una fuerte devaluación, sin liberalización y unificación simultánea del mercado cambiario, podría provocar una crisis de gobierno'".
Traducido: para Cavallo, hay que salir del cepo y asumir los costos de una segunda megadevaluación –políticos, inflacionarios y destructivos del salario– para darle bases menos artificiales a la estabilización macro. ¿Será ese el toque que le falta al redivivo Plan Primavera?
Otro economista del establishment, Daniel Artana, hombre de FIEL, advirtió en diálogo con La Nación:
"Si había alguna duda respecto del nivel actual del tipo de cambio, el shock externo (de la depreciación de la soja) genera la sensación de que está un poco corto. No es una situación de atraso como la del fin de la convertibilidad o la de 2015, pero hay vencimientos y se empieza a generar la pregunta respecto de dónde van a salir los dólares. Y es equivocado plantear la falta de dólares, desde un punto de vista conceptual, porque siempre aparecen. La pregunta es si es por las buenas, vía exportaciones o financiamiento, o por las malas, con recesión o un salto en el tipo de cambio real que desalienta importaciones".
El dios mercado dirá…