La aclaración que el sobreviviente de la última dictadura Carlos de Francesco realizó este jueves a poco de comenzar su testimonio en el juicio de lesa humanidad por los crímenes de Comisaría 5ta de La Plata, uno de los centros clandestinos en donde fue torturado, sirve para echar un relieve a la discusión sobre la teoría de los dos demonios.
“Yo no tenía intereses políticos ni militancia gremial ni política. No era afiliado a partidos políticos tradicionales, no era montonero ni pertenecía al ERP ni ponía bombas. Era un investigador científico con esas aspiraciones”, contó De Francesco este jueves para explicar que fue secuestrado y torturado “sin ningún motivo”, de manera “absolutamente arbitraria”.
Mientras el negacionismo flamea alto entre las banderas del gobierno de Javier Milei y sus aliados, el testimonio de una víctima ante el Tribunal Oral Federal número 1 de La Plata desmiente la existencia de una guerra y ratifica el accionar de la represión sistemática de la última dictadura que, en casos como este, derivó en terrorismo de Estado al voleo.
El juicio por crímenes de lesa humanidad
De Francesco tiene hoy 80 años y su testimonio es transmitido a quien quiera verlo por los medios comunitarios La Retaguardia y Pulso Noticias. El 9 de diciembre de 1976 tenía 32 años. Era la tarde de aquel jueves y él, investigador y docente de Físico Química, se encontraba en el bar del centro de estudiantes de la facultad de Ingeniería de La Plata, donde usaba el departamento de Metalurgia para su tesis, que enmarcaba en su desempeño en el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (Inifta). Aquella tarde tomaba una “pequeña colación” en aquel bar cuyo trajín estudiantil cotidiano se vio interrumpido por una “patota de gente de civil, armas largas algunos”. Algunos se paran sobre el mostrador del bar. Otros ponen a todos los presentes contra la pared.
Embed - Juicio Comisaría 5ª -día 5- Jueves 5 de septiembre de 2024 11:30 horas
“Separan a dos. Yo era uno de esos dos. El que comandaba toma mi portafolio, lo abre, lo revisa, me pregunta quién soy, le digo mi nombre, le aclaro que hay otra gente con mi mismo apellido, me dicen que me van a llevar”, resumió durante los primeros minutos de su testimonio, que duró más dos horas y versó, mayormente, en el repaso de todas las personas con las que se cruzó en su cautiverio. “Según mis cálculos debo haber tenido contacto con unas 200 personas”, aseguró en el marco de las preguntas de la auxiliar fiscal Ana Oberlin, que guió su exposición.
Aquel 9 de diciembre de 1976, entonces, a De Francesco le vendaron los ojos y lo subieron a la parte de atrás de un auto. Después de un breve recorrido, llegaron a un lugar que, dedujo, era una especie de comisaría ubicada en la zona de Cuatrerismo de Arana. Antes de ser depositado en una celda dentro de una casilla en ese predio, el auto se detuvo, la patota bajó y consultó con algún superior qué hacían con el cautivo. “Llévenlo al campo”, escuchó.
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Allí le sacaron el reloj, su anillo de matrimonio, su cinturón y le hicieron preguntas. “Me preguntaron de qué orga era y yo no entendía. Orga era organización, me decían. Yo no entendía nada, no tenía ningún tipo de participación”, contó.
Entonces, suspendió un momento su relato para aclararle a la jueza Karina Yabor, presidenta del tribunal, y a todos los presentes, algo que consideró necesario “para que se vea un poco desde donde estoy hablando: yo no tenía intereses políticos ni militancia gremial ni política. Ni era afiliado a partidos políticos tradicionales, no era ni montonero ni pertenecía al ERP ni ponía bombas. Era un investigador científico con esas aspiraciones. Soy parte de una fracción de gente que fue detenida sin tener absolutamente ningún motivo, lo mío fue absolutamente arbitrario”, aclaró. Aquel desconocimiento y distancia de la militancia no lo salvaron entonces: no zafó de la tortura.
Horror en La Plata
De Francesco permaneció unos diez días en ese pozo. La primera persona con la que se cruzó era un adolescente de 15 años –supo su apellido, Villarreal– que “llegó muy asustado, lo detuvieron, lo llevaron a 1 y 60 –el centro clandestino–, amenazaron con castrarlo”, detalló. El joven Villarreal había sido secuestrado en un kiosco cerca del colegio Nacional de La Plata. “Quería rezar y no sabía. Me pidió si le podía enseñar algunas oraciones”, comentó De Francesco, que aquella, su primera noche, escuchó los gritos de la tortura desde su celda.
A la noche siguiente, el que gritó fue él. Lo acostaron sobre un elástico de metal que tenía un colchón de gomaespuma mojada entre medio. Le ataron las manos y los pies, le pasaron picana por “todas las áreas sensibles, labios, oídos, ojos, fosas nasales, genitales, ano”. Al tiempo lo golpeaban y lo interrogaban: qué hacía, qué no hacía, qué nombre de guerra tenía, a quiénes conocía de la facultad. El interrogatorio fue largo. A los días lo cambiaron de celda, un lugar desde donde escuchó el interrogatorio a Mónica Santucho, “una criatura de 10, 11 años, escuchamos que dijo su apellido, Santucho, no pudimos saber si era una niña o un niño”. Mónica tenía 14 años y fue secuestrada en La Plata en el marco del operativo en el que el Ejército y la Policía asesinaron a sus padres Heldy Rubén Santucho y Catalina Ginder. Fue torturada en Pozo de Arana y en Comisaría 5ta, luego asesinada. Sus restos fueron identificados hace algunos años. Su hermana Alejandra Santucho declaró en el debate hace algunas semanas.
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El segundo destino de De Francesco fue la Comisaría 5ta de La Plata, ubicada en el barrio de Parque Castelli, en La Plata. Allí se encontró con sus excompañeros de estudio Mario Laborde y Mario Félix; con Adriana Calvo, también física, docente universitaria e investigadora, además de esposa de Laborde. De Francesco recordó que Adriana estaba embarazada durante su cautiverio. El testigo sólo se quebró cuando recordó que Adriana parió en el asiento trasero de un Falcon mientras era trasladada desde la 5ta al Pozo de Banfield, y que cuando llegó a destino la obligaron a limpiar el lugar. También recordó que “el hecho más relevante” de su paso por el campo de concentración platense fue “el nacimiento de un chico en la mesa de la cocina de la comisaría. Ese chico era Leonardo Fossati”, que declaró antes de Carlos en la jornada del jueves del debate oral. Leonardo fue apropiado y restituyó su identidad gracias a Abuelas de Plaza de mayo en agosto de 2005.
Al cierre de su testimonio, De Francesco se quejó de la demora de la Justicia y repudió a los militares, “gente con las armas y el poder especial que les dio la Nación faltaron a sus juramentos de defender la patria y de respetar la Constitución, envilecieron y eso no debe olvidarse. “Ojalá que algún resquicio de conciencia les haya remordido a los que hicieron tantas atrocidades”, concluyó.