En uno de los juicios más resonantes de los últimos años de Rosario pasaron un video. Un hombre joven le habla con suavidad a su pequeña hija en brazos. “¿Cómo lo llama mamá a papá?”. La nena responde: “Asesino”. “¿Qué le dice mamá a papá?”, insiste el padre. “Andá a buscar el fierro”, murmura la pequeña.
El hombre que dialoga con su niña de tres años es quien el gobierno de Santa Fe presume detrás de la intención de atentar contra el gobernador Maximiliano Pullaro. Se llama Mauricio Laferrara, tiene 28 años y acaba de ser recapturado tras fugarse de la cárcel de Villa Devoto. En aquella audiencia el principal juzgado era Esteban Alvarado, uno de los máximos referentes criminales de la ciudad, a quien Pullaro mandó a detener en febrero de 2019, cuando era ministro de Seguridad de la provincia.
Ahora los dos máximos referentes en esa cartera de la Gobernación de Santa Fe acaban de manifestar abiertamente sus sospechas de que Mauricio Laferrara tenga intención de matar a Pullaro. Lo dijo el ministro de Seguridad Pablo Cococcioni, para quien tanto Alvarado como Laferrara, además de buscar mantener sus negocios ilícitos, tienen la meta de la venganza. El secretario de Seguridad, Omar Pereira, afirmó por su parte que existían rumores de que el gobernador estaba como un blanco posible de un ataque de Laferrara.
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Letra P consultó a la cartera de Seguridad sobre si tal señalamiento procedía de evidencias o indicios colectados en el último tiempo. La respuesta fue que se ajustaba a sospechas de la dinámica criminal de los últimos meses y a los perfiles de dos intrépidos hombres señalados por graves delitos de sangre, de rencores implacables y que tienen por delante encierro de por vida.
A quiénes apunta el gobierno de Santa Fe
Es la segunda vez en 60 días que desde lo más alto del gobierno provincial iluminan a Alvarado como factor de desestabilización política a través de la violencia y, en especial, como artífice de un interés obsesivo en la eliminación física de Pullaro. Lo hacen con muy poca evidencia, pero con la percepción de estar frente a una figura capaz de dos cosas: idear acciones de una temeridad mayúscula y movilizar gente para concretarlas.
Proyectar este cono de luz sobre Alvarado y Laferrara tiene un meditado objetivo político. Es volcar la atención pública sobre dos asesinos implacables como mecanismo de protección y de alerta. Una pretensión de neutralizar, golpeando primero, actos de personas que hoy tienen capacidad de acción reducida, pero voluntad criminal probada. Alvarado ya atentó contra objetivos judiciales y mandó balear la casa de la perito contable que examinaba su situación patrimonial para la fiscalía que lo investigaba.
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El ministro de Seguridad de Santa Fe, Pablo Cococcioni.
Fue un exmano derecha de Alvarado el que advirtió que éste tenía en mente matar a Pullaro. Se trata de Carlos Argüelles, mecánico que desguazaba los vehículos que robaba su banda y que actuó como testigo en su contra durante el juicio. El robo de vehículos fue el primer gran rubro de la actividad criminal “del Esteban”, como lo llamaba.
Argüelles aludía a una lista confeccionada por Esteban Alvarado con todas las personas de las que quería vengarse. En el inicio figuraban aquellos que para él lo habían traicionado, seguían los que lo habían perseguido y terminaba en Pullaro. Decía Argüelles que sabía que con el gobernador se le iba a complicar por la custodia, pero con los demás no. Acertó rotundamente. Fue con él mismo: lo fusilaron el 6 de septiembre de 2021 en la puerta de su taller mecánico.
“El Esteban es un tipo que no va a olvidarse de nada con el paso del tiempo”, decía Argüelles.
La plana mayor del ministerio de Seguridad adjudica de manera manifiesta al sicario de Alvarado la pretensión de querer atentar contra el gobernador. Hace dos meses, desde lo más alto del poder provincial y de la Municipalidad de Rosario también apuntaron a Alvarado como gestor de un hecho de conmoción nacional: la secuencia de cuatro asesinatos contra trabajadores escogidos al azar en la primera semana de marzo.
El antecedente de los crímenes al azar en Rosario
Días antes de la audiencia imputativa contra los presuntos autores ideológicos de esos atentados, el poder político señaló la convicción absoluta de que a esos hechos los promovía Alvarado desde la cárcel, y que cuando hablaran los fiscales la evidencia sería indiciaria o escueta en ese punto.
Así fue. Por esos homicidios quedaron implicadas personas comandadas por Alejandro “Chuky Monedita” Núñez, un actor del comercio de drogas condenado por homicidio que tiene históricas conexiones con Alvarado. Pero no hubo ningún indicio contra Alvarado más allá de menciones aisladas. Fue la primera vez en que se desplegó la táctica: aludir al fantasma para dispersarlo.
El vínculo entre Alvarado y el Caníbal Laferrara
Alvarado tiene una historia criminal impresionante. El primer juicio importante que afrontó en la provincia de Santa Fe implicó una condena a prisión perpetua por ser ideólogo del asesinato del prestamista Lucio Maldonado y por montar una cantidad de empresas legales para financiar sus delitos, entre ellos el narcotráfico. En ese juicio terminado en 2022 quedó en evidencia que Alvarado había construido su carrera delictiva con auspicio de sectores medios y altos de la policía provincial.
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En su última temporada en libertad, desde 2017 Alvarado tuvo en Laferrara a su principal asesino por encargo. Lo acusaron de seis homicidios, como señalaron esta semana los funcionarios de Seguridad de la provincia, todos de una especial reciedumbre. Por tres de ellos está condenado. Por otros tres afronta un trámite como imputado: los homicidios de tres sicarios de Los Monos concretado dentro de un auto en abril de 2018: Ezequiel "Parásito" Fernández, su hermano José "Grasa" Fernández y Gerardo "Abuelo" Abregú.
Nacido y desarrollado en un ambiente de violencia extrema, Mauricio "Caníbal" Laferrara es un hombre que pese a su ferocidad no ofrece facetas vehementes. Gran planificador, claro para expresarse, renuente a consumir drogas, quienes lo investigaron destacan su meditada determinación para concretar los actos más sangrientos, su sagacidad para hacer inteligencia, capacidad para el armado de logísticas en la acción criminal y frialdad extrema.
Es un individuo habituado desde su origen a entornos cruentos. Con un hermano asesinado, uno preso por homicidio y su padre, Miguel Laferrara, como un histórico socio de Máximo Ariel Cantero, fundador y líder de Los Monos.
La presión de Maximiliano Pullaro sobre las cárceles
Entretanto Alvarado sigue en la cárcel de Ezeiza, de donde en enero de 2023 intentó fugarse en un helicóptero que compró él mismo en España, importó desde Paraguay y ordenó ensamblar en un hangar de Gualeguaychú.
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Laferrara al momento de ser detenido en Andino, a 30 kilómetros de Rosario.
Alvarado sufre el coletazo de la decisión que tomó Pullaro ni bien asumió de endurecer las condiciones de detención y de visita de los presos de alto perfil. Ezeiza está fuera de Santa Fe, pero Patricia Bullrich, desde el Ministerio de Seguridad de la Nación, se plegó a esa determinación en las prisiones federales en una acción que busca coordinar el control sobre los factores de riesgo en Santa Fe.
En el medio de acechanzas serias, que se han manifestado con homicidios despiadados, balaceras con mensajes escritos y ataques a servicios públicos en el primer trimestre del año, el equipo de Pullaro replica con acciones en la política concreta de seguridad, como cambios en la normativa penal, un papel mucho más activo y notorio en la persecución penal que ejercen los fiscales provinciales y un agresivo plan de policiamiento urbano.
A su vez, la estrategia retórica no queda a la zaga. Se lo advierte en el planteo de una lucha contra algo que se designa, no sin razones, como terrorismo urbano. Desde esa plataforma enunciativa, que es también un plan de seguridad Pullaro, ajusta las tuercas de un nuevo escenario. Y allí, bajo la potencia de la voz institucional, baña de luz a dos personas, Mauricio Laferrara y Esteban Alvarado que, está convencido, quieren lo peor para él.