La definición de Omar Perotti para integrar la conducción superior del Ministerio Público de la Acusación (MPA), el órgano que define las prioridades y los modelos para la persecución del delito en Santa Fe, llegó coronada con sorpresas. El gobernador se inclinó por dos mujeres para los dos lugares de mayor exposición. Propuso a la Legislatura a María Cecilia Vranicich como fiscal general de la provincia, vale decir, para la máxima jerarquía del organismo, y en la Fiscalía Regional de Rosario, el distrito más complejo por dimensiones y problemática criminal, a María Eugenia Iribarren, que está ya en esa posición interinamente desde que hace dos años echaran a su antecesor por corrupción.
Es una jugada inesperada que se parece a un volantazo, pero, en sus límites, no exenta de imaginación política. Perotti elige para fiscal general a quien parecía imposible de escoger. "Ichi" Vranicich que es por dos períodos auditora general de gestión del MPA, el órgano técnico que ejerce el control disciplinario de los fiscales, tiene una identificación con el Frente Progresista. Fue secretaria de Transformación de Sistemas Penales en el Ministerio de Justicia de Héctor Superti, cuando gobernaba Hermes Binner. Y la bancada del socialismo en Diputados la había señalado como la candidata que votaría. Pese a que su padre fue presidente comunal por el peronismo en Los Molinos, su pueblo, parecía que por lo primero partía con chances mínimas en la preferencia de un gobernador del PJ.
Pero las lógicas en términos partidarios cada vez las son menos. Y también las de las propias conveniencias. Se sabía que el que aparecía como favorito era Roberto Prieu Mántaras, camarista penal santafesino, candidato de los senadores peronistas ortodoxos que lidera Armando Traferri y del ministro de la Corte Rafael Gutiérrez, este último hombre fuerte del Poder Judicial y armador histórico en el otro PJ. ¿Cómo deducir el provecho propio de Perotti de hacer esa opción? Difícil descifrar qué ganaba de jugarse por un hombre que no había brillado en el concurso, que sería impopular por tener fuertes reproches a raíz de sus intervenciones judiciales en casos de violencia de género y que aparecía como restaurador de esquemas de persecución más alejados del espíritu del reformismo acusatorio. Más difícil cuando una Legislatura dominada por la oposición prometía que ese pliego nunca pasaría.
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Perotti sí tenía la presión de ese sector que más de una vez le demostró que no le sería fácil gobernar sin sus favores. A menos de nueve meses de terminar su mandato, puede estar más libre de ataduras, esas que lo coloquen en posiciones complicadas de defender, en especial si es para contentar a facciones políticas que a nivel de imagen vienen en bancarrota. Con Traferri golpeado en la prensa porteña por no presentarse a audiencia ante fiscales que buscan imputarlo por un delito de presunta corrupción política y Gutiérrez como su protector desde el máximo tribunal provincial, el mandatario seguro atisbó ese momento de fragilidad de la histórica mesa político-judicial. Lo estaban corriendo con el cuatro de bastos. ¿Iba a quedar como títere de una alianza devaluada cuando está a pocos trancos de entregar la banda?
La segunda opción, el camarista rosarino Javier Beltramone, tenía el apoyo del radical en Juntos por el Cambio Julián Galdeano, un armador político que no garantizaba votos en la Asamblea Legislativa ni gravitó fuerte. En su concurso, Vranicich hizo un diagnóstico del MPA y presentó un plan de trabajo que nadie podrá señalar como insolvente, en la intervención más robusta de todas las entrevistas de quienes llegaron a la terna. Es, además, una incondicional del modelo oral y para un sistema que hasta ahora había elegido solo hombres en concursos, su condición de mujer da convalidación del clima de época.
Para la fiscalía regional de Rosario, la elección de María Eugenia Iribarren por la Casa Gris tiene algo de compensación política, porque es una mujer con inserción en el justicialismo con lo que nadie dirá que Perotti no elige a alguien del palo. Iribarren, sin embargo, exhibe para validar el cargo un reconocimiento de sectores políticos y jurídicos plurales. Tiene solidez técnica, atribuciones de liderazgo, carácter en los momentos bravos y respeto de sus subordinados a los que banca en las difíciles. Puede jugar fuerte y sabe litigar. Se hizo cargo de 79 fiscales de la Regional de Rosario en un momento en que la ciudad estaba azotada por la violencia y cuando echaban por corrupción al fiscal Patricio Serjal.
Acá hay otro motivo en el que pudo reparar Perotti. La elección del anterior regional es todavía un jeroglífico. La mayoría multipartidaria de la Legislatura lo impulsó, factores de poder empresario empujaron y el gobernador Miguel Lifschitz mandó su pliego. Era incomprensible que ganara pero ganó. Era un garante de los beneficios de sectores de poder. Y fue esa evidencia por la que terminó preso y corrido del cargo. Nunca se sabe cómo pueden terminar las cosas, pero el gobernador se inclinó por los que defendieron bien en la arena pública su derecho a ser elegidos. Elegidas.
Las cosas que la política arregla por abajo pocas veces se conocen por arriba. Algo podrá advertirse en los días que vienen con el debate de los postulados en la Asamblea Legislativa. En un camino que había empezado con un trámite de concurso por completo oscuro, jurados sorteados a las 7 de la mañana del día hábil posterior a publicado el decreto, con mayoría de evaluadores sin formación específica en el funcionamiento de órganos penales acusatorios, con nueve jurados que renunciaron a participar, con el secretario de Justicia separado de la organización de la compulsa, con aspirantes muy buenos bochados sin razones. Que a esos quebrantos se les agregaran nombres resistidos era raro negocio político para un gobernador que, con las opciones que hizo, no encontrará grandes recriminaciones.
Al romper el orden de prelación en los fiscales el gobernador pudo hacerlo en el Servicio de Defensa, el otro gran ministerio público del sistema acusatorio. Para la Defensoría General provincial Perotti manda a la defensora regional de Rafaela Estrella Moreno, desplazando al dos veces defensor regional de Rosario Gustavo Franceschetti. Y elige en la regional de Rosario a Gonzalo Armas ante el favorito Mariano Bufarini. Los cargos de la defensa quedan a la sombra de la expectativa, inmensa en contraste, por las autoridades superiores de las fiscalías. Son estas en definitiva las que con su curiosidad pueden inquietar a los poderes formales.
Lo que parecía ir por un sendero previsible descarriló. En una semana en que Traferri mandó cartas documentos, entidades periodísticas lo recriminaron. A pocos días de que el mayor jefe criminal santafesino intentara fugarse de una cárcel en un helicóptero, el debate de la debilidad de la política provincial hacia la violencia instalado en Buenos Aires y con la advertencia de la Legislatura que no votaría cualquier cosa, tras el concurso desflecado que organizó su gobierno hizo una opción que lo dejó bien parado.