Tal como se rumoreaba y luego de una jornada de nervios, idas y vueltas, se conoció, no sin desprolijidades, la fórmula presidencial favorita dentro de la Unión por la Patria (UP): Eduardo Wado de Pedro y Juan Manzur. Después de largas horas de seudoconfirmaciones off the record y de seudodesmentidas que pusieron de manifiesto tironeos severos, pero naturales entre las partes involucradas, la confirmación llegó a través de un video subido a las redes sociales por el propio ministro del Interior, uno en el que, sobre el final, se presenta: "Soy Wado de Pedro y quiero ser presidente". La instalación de su nombre, intensa en las últimas semanas, aún no ha dado todo lo que se espera, evidentemente.
El peronismo que Cristina Fernández de Kirchner dibuja –la estrategia, como quería, será suya, suya, suya– implica poner en la cancha todo lo que hay. Sin embargo, hay cuestiones de ordenamiento y de nombres que le dan forma y contenido a la oferta, lo que, a su vez, define posibilidades y limitaciones.
Con De Pedro, CFK optó por alguien indudablemente propio a diferencia de 2015 y de 2019, dos experiencias frustrantes por motivos diferentes. “La paloma de La Cámpora" va acompañada por el gobernador saliente de Tucumán, uno que debió apartarse de una candidatura a vicegobernador hace poco debido a un veto de la Corte Suprema y que desde hace tiempo funge como un primus inter pares, sobre todo en el "norte grande". Manzur expresa el pedido reciente de la Liga de Gobernadores de que el panperonismo alumbrara un armado federal.
Por si eso fuera poco, Tucumán es el sexto distrito del país en importancia y allí su socio Osvaldo Jaldo acaba de obtener unos 550.000 votos, 58% del total. Eso es lo que Manzur dice traer en su bolso, lo que se estiraría a 1,5 millones en el "norte grande”, una suerte de segundo conurbano o bastión del peronismo que lo ha patrocinado.
Adicionalmente, con Wado a la cabeza, no hay necesidad de subir al candidato más potente en la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien aparte no tenía voluntad de cambiar de destino. En ese territorio, incluso reforzaría –se supone– el dispositivo con Sergio Massa como primer candidato a senador nacional, un destino atractivo para quien ha arriesgado mucho capital político en una función difícil y que podría volverse más compleja en lo inmediato. Esa posición sería, de concretarse, de más que probable conquista y dejaría al jefe del Palacio de Hacienda en buena posición como miembro encumbrado de un oficialismo o, también, como cabeza de una posible oposición a partir del 10 de diciembre. Con todo, La Nación todavía pone en duda esa oferta.
Por todo lo anterior, podría decirse que el armado es racional y, dadas las fuerzas propias, razonablemente potente. Sin embargo…
Lo que a la fórmula le falta
Wado de Pedro –el hombre que le vació el gabinete al presidente Alberto Fernández– como candidato a presidente y Kicillof como postulante a la reelección son dos referencias muy “del palo” y un tanto excluyentes en la previa de un proceso en el que el cristinismo deberá probar si su hegemonía interna es real o parte de una cierta ficción.
Cuando se explicite el programa podrá determinarse si esa apuesta identitaria de CFK tiene un tinte jacobino o no, posibilidad que abonaría el carácter de camporista del candidato, pero que podría relativizar su estilo dialoguista.
Con su decisión, la vicepresidenta pone a prueba su teoría de que la elección que viene, al ser de tercios, es una en la que es perentorio "subir el piso” para asegurar lo propio y lograr un lugar en el ballotage. Con todo, dicha teoría podría ser un edificio construido sobre un terreno arenoso si Javier Milei siguiera dando muestras de desintegración. En tal caso, podría nacer una pelea entre las dos principales alianzas, con el minarquista como un actor no irrelevante, pero de reparto. En tal caso, una eventual reinstauración de la grieta bipolar podría maridar mal para el peronismo con una fórmula compuesta por La Cámpora y un gobernador.
- En concreto, ¿la oferta de Wado-Manzur resultará atractiva para la Argentina oscilante, la que se autopercibe como de clase media y habita en la región central del país, una que parece cada vez más esquiva para el peronismo y que probablemente tache en buena medida al primero de "camporista" y al segundo de "señor feudal"?
La oferta parece, en efecto, prescindir de la pelea por el voto no encuadrado, el 20 o 30% que, convencidos y convencidas de un lado y otro aparte, es el que tiene la llave de toda elección. Eso podría tornarse complejo para el peronismo si enfrente quedara Patricia Bullrich o directamente dramático si el rival a vencer fuera, al final, Horacio Rodríguez Larreta.
Por supuesto que nadie cangrejea en estas lides, pero vale preguntarse si lo que se ha pergeñado sirve efectivamente para ganar. Planteadas así las cosas, CFK parece haberse trazado una estrategia "conservadora" o, si se prefiere, bilardista. Más que destinada a arriesgar para ganar, la opción por los fieles y no por un moderado como Massa parece destinada a asegurar el núcleo duro para prepararse para un cuatrienio en el llano. Detrás de la estrategia de la UP anida un pesimismo severo sobre la competitividad del espacio en el país de la inflación del ciento y pico por ciento. Más si se tiene en cuenta lo difícil que el reglamento interno le pone a Scioli que la minoría cuele gente propia en las listas luego de las PASO para el Congreso, la Legislatura bonaerense y los concejos deliberantes. En ellas solo parece haber lugar para gente propia.
Si tocara triunfo, Cristina lograría casi un imposible; si tocara derrota, el peronismo podría entrar en una fase de extrema confusión, con un sector culpando a Fernández y otro, a la lapicera de Cristina. Con Wado –quien será sin dudas escarnecido como un "títere" por el antiperonismo– y Kicillof como banderas, acaso el éxito le resulte muy atribuible a aquella y el fracaso, también.