Consciente de que con el peronismo agrupado en el Frente de Todos devenido Unión por la Patria no le alcanzaría para ganar el ballotage, que le exigía un 50% + 1 de los votos que resultaba un objetivo quimérico para el ministro de Economía del 140% de inflación -frontman por un año del gobierno fallido de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner-, Sergio Massa hizo campaña convocando a la construcción de un gobierno de unidad nacional. Representante, en esta coyuntura, de un espacio autopercibido centroprogresista, el líder del Frente Renovador se imaginaba en la Casa Rosada apantallado por las palomas del PRO y la UCR. Como en Match Point, la última película buena de Woody Allen, en el set del desempate la pelota cayó del otro lado de la red y ahora es la derecha la que arma -a los tumbos, en un proceso que bien podría caracterizarse como mamarrachesco- su versión del gran acuerdo que proponía el hincha de Tigre. ¿Massa podría haber estado ahí?
La pregunta es contrafáctica, es decir que refiere a un hecho imaginario que podría haber ocurrido, pero no aconteció. La validez del ejercicio depende de las condiciones de posibilidad presunta del escenario proyectado. O sea, de su verosimilitud.
Otra vez: ¿Massa podría haber estado ahí?
¿Podría haber sido parte del espectáculo dantesco que el mileimacrismo ofreció este jueves, tan bien descripto en Letra P por Sebastián Iñurrieta; el de un gobierno nonato que exhibe sin pudor una interna tumultuosa sin esperar al menos a tomar el poder y, como escribió Marcelo Falak, clava en el costado del electorado que votó a La Libertad Avanza la daga helada de la duda acerca de si en respuesta a ese respaldo recibirá un vale por un gobierno de Cambiemos -una leliq de Toto Caputo-?
¿Podría haber sido, Massa, uno de los nombres del peronismo arribista que siempre está merodeando el poder -tenga la forma que tenga- como perro que se arrima al asado para ver si liga un hueso para morder?
¿Es lícito imaginarlo ahí? ¿Es verosímil esa foto imaginaria?
El zigzag de la avenida del medio
El fiel del centro político es una aguja sensible a los climas de época. Como la veleta, se mueve con el viento.
Se sabe: Massa no templa su carácter político en el peronismo revolucionario, como la compañera Pato Bullrich, alias Cali. Imposible: en los 70 recién está naciendo. En cambio, Massa se forma, durante los liberales 90, en la militancia ucedeísta bajo la Doctrina Alsogaray.
Reclutado por su suegra, Marcela Durrieu, como contó Lucía Aisicoff en Los Massa-Galmarini, da el primer salto a la escena nacional de la mano de Eduardo Duhalde, cacique del peronismo clásico, que en el combustible enero de 2002 lo designa al frente de la ANSES. Mantiene el cargo cuando, según Mirtha, llega el zurdaje a la Argentina desde la Patagonia más austral, con Néstor Kirchner a la cabeza, y hasta se da el lujo de ser, por un rato, el jefe de Gabinete de CFK. Es el peronismo de izquierdas que se asocia al chavismo en el eje latinoamericano de gobiernos populares que lideran, además, Lula, Rafael Correa, Evo Morales y José Mujica. El zurdaje de la Patria Grande.
Después pasan cosas. Relegado por La Jefa en el armado político del Frente para la Victoria, Massa crea el Frente Renovador y enfrenta al kirchnerismo -le gana las legislativas de 2013 en la provincia de Buenos Aires- pegando por derecha: en tiempos de romance con el neoyorkino Rudolph Giuliani, rey de la mano dura con tolerancia cero, uno de sus caballitos de batalla es la oposición al proyecto de reforma del Código Penal que impulsa Cristina, al que ataca por garantista-zaffaronista. En la campaña presidencial de 2015, cosecha el 21% de los votos prometiendo erradicar a "los ñoquis de La Cámpora ".
Los primeros dos años de Cambiemos lo encuentran garantizándole gobernabilidad a una fuerza joven de derecha que necesitó del peronismo gauchito para traducir en leyes un programa de gestión que, sin esa buena onda, hubiera sido papel mojado. Cualquier eventual asociación con el presente es puro capricho de la audiencia.
Massa, Schiaretti, Urtubey y Pichetto lanzaron un frente peronista | #TPANoticias
En el camino hacia el recambio de 2019, con la experiencia Cambiemos rodando por el barranco, Massa le pone sello a su avenida del medio: arma el Peronismo Federal con tres socios del peronismo bueno, Miguel Pichetto, Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey. El experimento, al que se suma Roberto Lavagna, no prospera por problemas de cartel. Que soy yo, que vos no, que yo a interna no voy... Schiaretti se refugia en su cordobesismo y la dupla Lavagna-Urtubey hace la heroica y se diluye en un irrelevante 6%. Pichetto y Massa saltan uno para cada lado: el rionegrino se pega a Mauricio Macri -bien pegadito, en la fórmula presidencial- para ampliar Cambiemos; el bonaerense vuelve a asociarse al kirchnerismo para ponerle el moño al Frente de Todos.
El fiel del centro peronista es una aguja sensible. También, impredecible.
Massa junto a Giuliani | #TVPúblicaNoticias
Este año, en el debate final de candidatos presidenciales, cuando Javier Milei cometió el error de invocar a Giuliani como gurú de la lucha contra la inseguridad, Massa le recordó que el exalcalde era tan amigo de él que le había prologado el libro sobre su gestión en Tigre. Rudolph es mío, le recordó. Conmigo, por derecha no.
Ahora, Schiaretti, descendiente directo de José Manuel de la Sota, el socio de Massa en la alianza PAÍS de 2015, está meta poner a sus ministros en el gabinete libertario. Pichetto, por su parte, replica la experiencia del peronismo dialoguista 2016 y arma el mileiperonismo en el Congreso -en eso andan, también, otros bomberos de la gobernabilidad, como el salteño Juan Carlos Romero y los bonaerenses Florencio Randazzo y Emilio Monzó-.
Entonces: ¿Podría, Massa, haber estado ahí? La pregunta es contrafáctica y, por lo tanto, no tiene respuesta, pero ¿vale? Sí, recontra vale.