La decisión de María Eugenia Vidal de no presentarse como precandidata presidencial era previsible. Puede plantearse, además, que es coherente con el desarrollo de la estrategia electoral del PRO. Hay tres elementos para sostener este análisis.
En primer lugar, los números, en términos de las preferencias en las encuestas, la ubicaban muy por detrás de las principales candidaturas del PRO, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. En la provincia de Buenos Aires, territorio que gobernó entre 2015 y 2019, nuestro último sondeo le dieron un 4,7% de intención de voto entre quienes votaron a Juntos por el Cambio en 2019.
En segundo lugar, en la conducción del PRO prima una lectura sobre el escenario electoral: no hay lugar para tres candidaturas porque podrían generar demasiada disgregación electoral en las PASO. Ante la división del voto de JxC en tantas ofertas, el oficialismo podría aparecer como vencedor y mejorar sus posiciones para la elección general. Por otro lado, nadie está seguro de poder unir todo lo que se disgrega y no sería fácil recuperar un tono de campaña de unidad después de las diferenciaciones que deberían hacerse en las PASO. Eso también explica la decisión de Mauricio Macri de bajarse de la competencia.
En tercer lugar, que Vidal y Macri -dos de las principales figuras del proceso electoral de 2015- tengan que dar un paso al costado puede leerse como una decisión estratégica atenta al peso de la valoración negativa de ambos dirigentes, sus respectivas gestiones y la derrota electoral de 2019. En ese sentido, se habría llegado a la conclusión de la necesidad de un cambio de figuras dentro de un espacio que, frente a la realidad social actual, ya no puede volver a las ideas de la “revolución de la alegría” o “la meritocracia” ni a la “sensibilidad compungida”.
Estos elementos pueden explicar, también, el perfil de las figuras que el PRO mantiene en carrera: Bullrich representa a los sectores más radicalizados y de claro perfil antipopulista y antikirchnerista, el núcleo duro del electorado del partido; frente a ese perfil, Rodríguez Larreta busca incorporar a sectores independientes y antipopulistas moderados para lograr mayor volumen electoral. Se trata de una interna con un alto nivel de disputa pero que, como estrategia electoral, trata de mantener la fidelidad de los propios y acercar a algunos de los ajenos.