El clima ponzoñoso que fomenta resulta cada vez más evidente.
Amnistía Internacional advirtió, en un informe conocido este martes, que "el deterioro de los derechos no es una metáfora: durante 2024 vimos en Argentina cómo se revirtieron conquistas fundamentales en materia de justicia social, libertades civiles y garantía individuales".
"Doce meses de gobierno, doce derechos perdidos", señala, entre ellos, retrocesos en materia de "libertad de expresión".
En tanto, el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) detectó 179 agresiones contra la prensa el año pasado, antes de que empezara la ofensiva actual, lo que representó un aumento del 53% en relación con el último año de Alberto Fernández.
"Sólo el Presidente concentra 56 episodios en el último año y 11 másde sus funcionarios", dijo Fernando Stanich, quien analizó los datos de la Comisión de Monitoreo de Libertad de Expresión de esa entidad.
Sí: perdón, Javier Milei
Del mismo modo en que Letra P lo señaló al comentar los mimos requeridos por el ministro de los 60.000 millones de deuda tomada con acreedores privados (2016-2018), los 45.000 millones con el FMI (2018) y ahora unos 10.000 millones más con ese y otros organismos internacionales de crédito, el "perdón, Milei" bien podría ser el modo de indicarle al mandatario que eso es lo que él debería presentar en lugar de exigir.
Es curioso que el jefe de Estado anarcocapitalista –tremendo oxímoron– se queje de las "mentiras, calumnias e injurias" que dice sufrir. En todo caso, esos son los mecanismos que él mismo utiliza en sus réplicas, tal como consta en la causa que, con justa razón, le inició Jorge Fontevecchia, el dueño de la editorial Perfil.
Milei asegura que los periodistas críticos hacen lo que hacen, entre otras depravaciones, porque están "ensobrados", lo que supone una práctica delictiva. El detalle es que, como presidente de la Nación, está obligado a denunciar esas violaciones a la ley en sede judicial, no en Comodoro Twitter.
Lanzar una campaña sistemática contra "los periodistas" es uno de los atajos disponibles cuando una narrativa choca frontalmente con la realidad: "matar al mensajero" puede ayudar, pergeña la Oficina del Odio, si la gente no siente el "milagro argentino" que se le vende, cosa que reflejan numerosas encuestas.
Llama la atención la sensibilidad de Milei cuando, justamente, "calumniar e injuriar" es lo que él ha hecho con innumerables sectores de la sociedad: mujeres feministas, gays, la comunidad científica, socialistas, progresistas, kirchneristas, la feligresía católica, simpatizantes del papa Francisco, dirigentes de la oposición, economistas que plantean matices… Casi una guerra a la Argentina.
El odio de Javier Milei: un medio, un fin
Hablar de una campaña de odio contra el periodismo no es aludir a un arrebato o a una expresión de enojo: es la enunciación del sentimiento que el Gobierno busca de modo deliberado instalar en la población. "La gente no (los) odia lo suficiente", machaca, desde hace días, varias veces por día. En un país con una dirigencia en serio, eso sería un causal suficiente de juicio político.
Al Presidente no parece molestarle tanto que le digan que tiene cuatro perros y no cinco, que no llegó a despedir a cajón abierto al papa fallecido porque se quedó perdiendo el tiempo con un economista marginal o que la base monetaria amplia es tal y no cual. Sobre lo primero ordena no responder, sobre lo segundo falta a la verdad y lo tercero es cosa de técnicos.
Él mismo blanqueó lo que verdaderamente no tolera en la tertulia que mantuvo con Esteban Trebucq en La Nación + el 20 de noviembre del año pasado. En la ocasión, determinó que "el periodismo es una de las actividades más nobles de todas, pero esencialmente la estrella (…) es la noticia. El periodismo de opinión hizo que personas, que son como una suerte de océano de un centímetro de profundidad, se creyeran dioses y te puedan arruinar la vida".
Embed - Entrevista exclusiva con el presidente Milei: "Estamos haciendo el mejor gobierno de la historia"
Lo que a Milei lo perturba, entonces, es el "periodismo de opinión" o, más sencillamente, la opinión crítica, porque no hay registro de que se moleste con la de quienes lo adulan. Eso demuestra que no es, como sostiene, un "liberal libertario", sino un paleolibertario de extrema derecha, de práctica cada vez más autoritaria, incapaz de responder la simple pregunta de si reivindica la democracia y que viene de condecorar a un economista que la considera "destructiva".
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Mentira, mentira yo quise decirle
Calumnias e injurias aparte, si se trata de mentiras, cabría preguntarle a Milei qué fue de la propuesta de dolarización desde el primer día de gobierno, tema sobre el que cabalgó exitosamente en la campaña de 2023, generando fundados temores de hiperinflación. Como no hubo tal estallido, señaló a los "mandriles", que no hicieron otra cosa que explicar qué habría pasado si, como aseguraba, hubiese dolarizado sin dólares.
En la entrevista mencionada todavía insistía en que había sacado a la Argentina de una misteriosa inflación mayorista del 17.000%, guarismo que este martes elevó a un sorprendente 54.000% para torturar la matemática y afirmar, de inmediato, que en la actualidad es del 6%.
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Además, habla de salarios y jubilaciones que vuelan en dólares –como si trabajadores y jubilados usaran los billetes verdes como lechuga para la ensalada–, toma deuda que dice que no es deuda y preside un gobierno que ha hecho desaparecer un cuarto de millón de empleos formales y miles de empresas.
Por fuera de lo económico, ¿qué fue de su promesa de no nombrar jueces en la Corte Suprema por decreto porque, reglamentarista, sostenía que al fútbol se juega con 11 jugadores" y no con más?
La narrativa presidencial, su descripción de la realidad, está plagada de mentiras y nada de eso lo compele a pedirle perdón a nadie.
Perdón, Javier Milei, ¿y el Libragate?
Si el crecimiento reciente del sector social incómodo con su gestión se debe, en primer lugar, a la rebeldía que la inflación ha mostrado en el último semestre, su mayor símbolo es el deterioro de la palabra presidencial devenido del Libragate.
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El tuit del escándalo: Javier Milei difunde la criptomoneda $LIBRA.
Quiso el destino que mientras Milei demandaba pedidos de perdón a los periodistas, Guillermo Francos enfrentara una interpelación maratónica por la critoestafa de $LIBRA en la que reconoció que el mandatario conocía el proyecto con antelación y, aun así, no pudo explicar cómo accedió a la información privilegiada del contrato de la empresa que difundió en redes sociales, el 14 de febrero.
Esa intervención fue la primera de un proceso en el que el Gobierno no ha hecho más que embarrar la cancha de la comisión investigadora montada por la Cámara de Diputados, eludir la comparecencia de Karina Milei y de un Toto Caputo que dice estar demasiado ocupado como para respetar al Congreso, y ocultar si la autoinvestigación anunciada en su momento arrojó algún resultado o si, al menos, comenzó.
No es causal que la criptoestafa haya comenzado con un posteo en Twitter del propio Milei. En esa red es donde más derrama la hiel de una Oficina del Odio que todo el mundo sabe que existe y quién la dirige, pero sobre cuyo financiamiento nadie pregunta.
A propósito, antes del debate de este martes entre los candidatos a legislador por la Ciudad, Santiago Caputo –mascando chicle y sobrador– intimidó al fotógrafo de Tiempo Argentino Antonio Becerra. Mientras el reportero gráfico cumplía con su trabajo, el monotributista que, según Milei, tiene más poder que el jefe de Gabinete y que tiene bajo su control nada menos que la SIDE y la ARCA, le sacó a su vez una foto a la credencial de identificación del reportero. ¿Para qué quería el dato? ¿Qué piensa hacer con él?
Antonio, profesional, le hizo un primer plano impresionante, toda una rareza.
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¿La dirigencia política se da cuenta de a dónde pretende el Gobierno llevar al país? Milei intoxica la democracia argentina. Su campaña sistemática contra los periodistas, una instigación a la violencia en toda la regla, es apenas un capítulo de esa estrategia.
Definitivamente, debería pedir perdón.