Recuerdo perfectamente el momento en el que se anunció la designación de Jorge Bergoglio como papa Francisco. Estaba escuchando la radio, y los corresponsales argentinos acompañaban la espera del humo blanco mezclados entre la multitud, frente a la Basílica de San Pedro. La transmisión tomó con alguna dificultad el audio del micrófono que anunció su nombre y las aclamaciones de la gente llenaron el bache de los periodistas, mudos ante la misma sorpresa que me ganaba a mí, a miles de kilómetros. “Dijo Bergoglio, ¿no?", “es nuestro cardenal”. Mientras trataban de confirmarlo antes de hacer pública la información, mi primer pensamiento fue: “Ya no hay ninguna chance de que nuestra lucha por el aborto tenga final feliz”.
Era marzo del 2013. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito estaba por cumplir ocho años, y conocíamos bien la capacidad de lobby y la audacia argumentativa del líder de la Iglesia Católica Argentina en temas de moral sexual. Sin embargo, a diez años de su consagración como papa, es difícil hacer un análisis lineal de su influencia en el avance de los derechos sexuales y reproductivos en nuestro país.
En sus primeros años como máxima autoridad religiosa, su influencia se mantuvo como obstáculo más o menos explícito. Una figura del peso político del entonces senador Aníbal Fernández consideró que “el clima social en la Argentina cambió tras la asunción del primer papa argentino y ya no es problable que se legalice el aborto en el país".
Sin embargo, dos años después, Francisco tuvo un gesto que lo diferenció de sus antecesores. En ocasión del Jubileo del Año Santo Extraordinario (entre diciembre de 2015 y noviembre de 2016) posibilitó que el aborto sea perdonado. Hasta ese momento, las mujeres que recurrían a la práctica se exponían a la excomunión latae sententia, según el canon 1398 del Código de Derecho Canónico. La absolución estaba en manos exclusivamente de obispos o confesores con estatus especial. El castigo no evitó que las mujeres católicas abortaran, como lo han demostrado numerosas investigaciones en diferentes lugares del mundo. Quizás por ello y por la preocupación de la Santa Sede ante la sostenida diáspora de fieles, la decisión de la “Bula de la Misericordia” terminó extendiéndose sin plazo, trasladando la postestad del perdón a todos los sacerdotes en sus parroquias.
mi primer pensamiento fue: “Ya no hay ninguna chance de que nuestra lucha por el aborto tenga final feliz”.mi primer pensamiento fue: “Ya no hay ninguna chance de que nuestra lucha por el aborto tenga final feliz”. "Mi primer pensamiento fue: 'Ya no hay ninguna chance de que nuestra lucha por el aborto tenga final feliz'".
Para ese entonces el país encaminaba una transición del signo político gubernamental, que –leído a la distancia- puede haber resultado una oportunidad o efecto colateral de la poca afinidad entre el presidente Mauricio Macri y Francisco. En el intercambio gestual del ajedrez político, si Juntos por el Cambio no usó la apertura del debate legislativo sobre la IVE como una presión provocadora hacia el Vaticano, quizás apostó a ofrecer un guiño al progresismo nacional, entregando una pieza del plano internacional que igualmente consideraba perdida.
El diseño o interpretación de las encuestas de opinión pudo haber errado los efectos de más de treinta años de siembra del movimiento social más plural y federal de los últimos tiempos. La invisibilización y el silenciamiento del aborto y de sus activistas en la agenda mediática y política, no permitió dimensionar por entonces la adhesión y la capacidad de movilización social que la convocatoria tendría.
Ese 2018, la despenalización se dio en la calle y las feministas tuvimos la certeza de que la legalización formal, era una cuestión de tiempo. Quizás Francisco, hábil intérprete de los contextos políticos, puede haber tenido una sensación parecida. Sus reacciones tuvieron características de limitado alcance.
En los días previos a la votación, cuando la transmisión de los debates en comisión y la discusión en las cámaras registraba picos de audiencia, trascendió una carta destinada a apoyar a mujeres de sectores populares que se oponían a la ley, con expresiones como: "¿Es justo eliminar una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo alquilar un sicario para resolver un problema?". También su tweet se mantuvo activo denunciando el aborto como parte de la “cultura del descarte”, expresando que Jesús “llegó al mundo como cada niño llega al mundo, débil y vulnerable”.
Salvo estas manifestaciones en redes, su activismo no estuvo a la altura del Bergoglio que en 2010 y 2011 encabezara las campañas en contra de las leyes de Matrimonio Igualitario -legislada como Matrimonio Civil- y de Identidad de Género.
Las prioridades del líder católico ya se ubicaban en otros temas: la migración, la concentración económica, la depredación ambiental, las injusticias sociales. Incluso fue llamativa su atención sobre algunos aspectos oscuros de la propia Iglesia, como la investigación sobre el Instituto para las Obras de Religión -conocido como el Banco Vaticano-, sospechado desde hace décadas de maniobras fraudulentas y lavado de activos.
Luego de la consagración de Alberto Fernández como nuevo presidente, con una campaña electoral que incluyó el aborto como parte de sus temas, la visita al Vaticano parecía imposible. Sin embargo, Francisco no sólo accedió a la audiencia, sino que le dispensó al nuevo mandatario argentino el doble de tiempo que el que le dedicara a Mauricio Macri en su primera visita. De la información oficial, se pudo concluir que la conversación entre ambos no incluyó la interrupción voluntaria del embarazo, aunque sí fue un tema al que se refirió el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, y al que Fernández respondió con referencias a San Agustín y Santo Tomás.
Si bien el Ejecutivo se tomó su tiempo para cumplir la promesa de enviar el proyecto a debatir, el momento llegó a finales de 2020. Lo novedoso fue constatar cómo diferentes actores conservadores disputaron el liderazgo descuidado por la Iglesia Católica Argentina. Los más fervientes fueron algunos sectores evangélicos, que no dudaron en alinearse en discursos fundamentalistas contra los feminismos y las disidencias sexuales.
Esto no privó a Francisco de enviar señales a su comunidad, como el discurso que improvisó frente el Foro de Asociaciones Familiares dos días después de la media sanción en la Cámara de Diputados: "Lo mismo que hacían los nazis para cuidar la raza, pero con guantes blancos". Lo llamó una "moda" y la asoció a prácticas eugenésicas: "Cuando en el embarazo se ve que quizás el niño no está bien o viene con cualquier cosa, la primera oferta es: '¿lo tiramos?'(...) Para resolver una vida tranquila, se tira un inocente".
Para terminar de resumir algunas señales del sinuoso recorrido del papa argentino en referencia a la agenda del movimiento de mujeres, no podríamos dejar de mencionar su confrontación con el Opus Dei, una de las instituciones religiosas más agresivas contra los derechos sexuales y reproductivos.
Este papa, más cercano discursivamente a nuestra agenda integral de derechos humanos, tuvo algunos gestos un poco más explícitos de repudio contra las violencias y abusos en ámbitos religiosos. Sin embargo la gravedad, cantidad y persistencia estructural de estos atroces delitos exige decisiones y políticas efectivas y decisivas para poder confiar en la convicción de erradicarlos.
En definitiva, no consideramos a Francisco un aliado, aunque algunos de sus enemigos sean los nuestros.