Hasta este martes, eran legión quienes trataban de convencerla de que cediera y se pusiera al frente de las boletas panperonistas para buscar un triunfo improbable o, incluso, para que se sacrificara en pos de una derrota útil… para que otros y otras sumaran todo lo posible. Sin embargo, sacudiéndose la pollera para sacarse a esa gente de encima, CFK insistió en su línea argumental, la de una proscripción anticipada por un clima de violencia mediática y política, por el intento de homicidio del 1 de septiembre del año pasado y por la condena en primera instancia en la causa "Vialidad".
Es tan fácil señalar que la vicepresidenta no aclara cómo ni con qué argumentos podría darse esa situación, como inútil el ejercicio. La transición del peronismo es inevitable.
Un ejercicio por el absurdo
Probablemente no haya que esperar demasiado para que CFK dé su próximo paso. ¿Dará pistas este jueves a las 21:30 en C5N? El cierre de listas es el 24 de junio, pero el vacío de poder en el Frente de Todos será desde ahora demasiado grande como para que el silencio se sostenga hasta entonces. Así las cosas, y dado que su palabra será determinante para el futuro del oficialismo, ¿qué hará?
Solo ella lo sabe; ¿lo sabe ya? La repuesta no puede ser categórica por dos motivos: nadie tiene esa información y la coyuntura es lo suficientemente compleja como para que ella misma dude. Sin embargo, para explorar las posibilidades que se abren, podría resultar útil construir un argumento por el absurdo.
Imaginemos que hubiese cedido al clamor y, en lugar de ratificar su renunciamiento, hubiese anunciado su candidatura presidencial. Tal paso habría reactivado el principal eje de la grieta política: con ella o contra ella.
En tal caso, el tercio imperfecto que las encuestas le otorgan a Javier Milei podría comenzar a rajarse en el altar del voto útil. Por un lado, la pequeña proporción del electorado decepcionado de 2019 que se dice dispuesta a saltar desde el balcón del libertarismo podría regresar al redil del panperonismo. Por el otro, un grupo más numeroso de ciudadanos y ciudadanas podría reconsiderar su rechazo a reincidir con Juntos por el Cambio, de modo de buscar el vector más eficaz para desbancar al peronismo. En ese escenario bipolar, Patricia Bullrich podría beneficiarse más que Horacio Rodríguez Larreta, acusado por parte de ese universo de ser un "kirchnerista de buenos modales".
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¿Entonces? Lo que haga CFK a partir de este momento puede recrear o no ese escenario perjudicial para un peronismo que, si conserva todavía alguna posibilidad, radica en que la elección no sea un duelo de dos sino de tres.
Las cartas en su mano
Para salir de la encerrona, Cristina tiene diferentes alternativas, salvo la de la prescindencia… Su problema es que todas parecen subóptimas.
Tras la noticia, Agustín Rossi aceleró los preparativos para lanzar su precandidatura a unas PASO que descuenta plurales. Daniel Scioli reforzó su decisión de ponerse en carrera y la única nube que vuela sobre la cabeza de Eduardo "Wado" de Pedro es la siempre latente posibilidad de que la jefa defina que el pesimista Axel Kicillof debería subir de la competencia provincial a la nacional.
En este primer escenario, el competitivo, CFK podría señalar un preferido o, si este resultara demasiado obvio, hasta podría darse el lujo del laissez faire. La contraindicación de unas internas en las PASO que previsiblemente conduzcan al triunfo y a la candidatura de un "leal" es que regeneraría la polaridad mencionada, beneficiosa para Juntos por el Cambio y para peor con un delegado menos eficaz que la propia Cristina para aspirar votos, sobre todo de centro.
De ese modo, un cristinismo puro –impuesto a dedo o como decantación de unas internas en las que ese sector simplemente haga valer su mayor peso relativo– podría suponer el desgajamiento final del panperonismo, en el que la falta de expectativas reales de victoria podría poner a funcionar la centrifugadora de centristas... en la cúpula y en el electorado. Se trataría de una oferta para el núcleo duro.
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La alternativa a esto, siempre en teoría, sería un segundo escenario, el de recrear el esquema de 2019: como se dijo, con un moderado al frente y con algún cristinista como controller. Esto también resultaría complejo.
Por un lado, a Cristina –al Frente de Todos en verdad, sea cual sea el nombre que adopte en el futuro– le resultaría difícil de venderle esa idea a una sociedad escaldada por el fracaso de un modelo que terminó en este presente, no solo por sus pésimos resultados económicos, sino por la evidencia de la brutal pelea a cielo abierto que hizo pedazos la unidad.
Sin embargo, podría presentarse una garantía de cumplimiento del contrato electoral que estuvo ausente hace cuatro años y que CFK puso de manifiesto muy claramente en su carta de ayer: la elaboración de un programa. En tal caso, el peronismo le diría a la ciudadanía –por fin con una sola voz– qué se propone hacer con el Fondo, con la deuda con los tenedores privados, con la inflación, con el cepo, con el deterioro de los ingresos… Como dijo Letra P en el análisis de la “clase magistral" que la exmandataria brindó el 27 de abril, el verdadero candidato sería algo más que "un proyecto"; sería "su proyecto". El de ella.
¿Puede ser Massa?
Sergio Massa detesta la idea de unas internas competitivas porque, como sabemos, cree que enardecerían la pelea interna, le meterían más ruido a una economía sostenida con alfileres y facilitarían la posibilidad conmocionante de que Milei y su plan hiperinflacionario y de bypass al Congreso salgan del 13-A con una fortaleza inusitada. En su momento, el ministro de Economía habló de una candidatura "de consenso", la suya, claro. Sin embargo, con tanta gente subida sin retorno a la idea de las PASO, podría conformase con ser un primus inter pares, implícitamente bendecido.
Aunque Clarín la minimiza, la alternativa de Massa sería atractiva ya que sumaría votos por el centro –de los que el cristinismo carece de modo crónico–, algo verosímil según muestran encuestas que lo ponen al frente de sus potenciales rivales internos cuando no se menciona una tutoría de la vice. Sin embargo, conllevaría un riesgo: si, con la campaña lanzada, la economía se desmadrara más aún en términos de inflación y tipo de cambio, el peronismo se vería atascado en un camino sin retorno.
Sergio Massa corbata
El ministro de Economía, Sergio Massa
Además, a Cristina no le sería sencillo venderle a su electorado la idea de una alianza con el jefe del Palacio de Hacienda. Aunque no ha dejado de respaldar cada una de las medidas recientes, su prédica ideológica de base colisiona con la de Massa.
En su carta, la vice llama al peronismo a recrear la movilidad social ascendente y denuncia el drama de una pobreza del orden del 40%, que afecta incluso a personas con trabajo registrado. Es claro que no le atribuye esos males al ministro que heredó la bomba, pero la difusión de los datos de la Canasta Básica Total –203.361 pesos para una familia tipo– actualizó el debate, reabierto por Máximo Kirchner el último sábado, sobre el otorgamiento de una suma fija para los trabajadores y las trabajadoras castigados por la inflación.
El albertismo, vía Aníbal Fernández, refutó al diputado camporista, mientras que Massa calla. ¿Sería esa medida un puente de plata para una bendición de CFK? ¿Sería factible en momentos en que renegocia el acuerdo con el FMI –otro puente–, algo que el organismo condiciona a mayores garantías de mayor rigor fiscal?
El mango de la sartén
Mientras el juego se desarrolla, Massa busca asir con toda la fuerza que le queda el mango de la economía.
El dólar blue sigue subiendo para adecuarse a la nueva "normalidad" de la inflación del 8 y pico mensual y se acerca al número mágico de 500.
En tanto, el Banco Central compra dólares, pero en una medida muy inferior a la necesaria y el ministro buscó aceitar la palanca de la Casa Blanca en el FMI concediendo el uso que Estados Unidos y sus gigantes tecnológicos pretendían que se le diera a la banda de espectro de 6 GHz –el "WiFi 6E"–.
¿Qué pasaría si las decisiones de CFK dejaran a Massa fuera de carrera? ¿Se quedaría este en el gabinete para aguantar los trapos en un contexto que podría volverse más y más desafiante? Si no lo hiciera, ¿qué sería del Gobierno a tantos meses de la entrega del mando?
Como se ve, ninguna alternativa es fácil para Cristina o, lo que en esta instancia es lo mismo, para que el panperonismo se sostenga como una alianza política.
El futuro está abierto de par en par.