#Debate2023 Debate Presidencial de la Segunda vuelta | Facultad de Derecho - UBA
El posdebate, en los comentarios de periodistas y analistas, resultó también lapidario para el anarcocapitalista. "¿Gana el que habla mejor o el que miente menos? ¿Gana un mentiroso profesional o un amateur?", trató de defenderlo, lo mejor que pudo, un comunicador de amplia presencia.
Al menos en caliente, Massa se impuso incluso de visitante: en el terreno de las redes sociales, donde se supone que la ultraderecha descuella. Su cuenta de Twitter estuvo muy activa, replicando los fragmentos más favorables, así como videos recientes que desmentían las explicaciones que el opositor atinaba a realizar. Lo mismo ocurrió en las de otros referentes de UP, como Axel Kicillof y Wado de Pedro, lo que contrastó con el llamativo silencio de la de Milei y la ausencia absoluta de sus socios nuevos, Mauricio Macri, Patricia Bullrich y sus lugartenientes.
Solo repasar los trending topics ni bien terminó el duelo permitía constatar hasta qué punto se midieron dos fuerzas desparejas: Sergio Massa, Google, Sí o no, Malvinas, Cruyff, Papa, Por sí o por no, Thatcher, GEDE, Banco Central, AFJP, Giuliani, Tigre… todos tópicos favorables al hombre de UP. Luego venía Conan, algo de lo que no se habló, pero que evidentemente ya formaba parte del bullying.
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Momentos de vapuleo
El mayor tormento de Milei se produjo en la primera mitad, en la que justamente se debatieron dos temas que, a priori, lo favorecían: economía y relaciones internacionales. Más esperablemente, también trastabilló en educación y salud.
El ida y vuelta fue para él un desastre, lo que se evidenció en su gestualidad, en sus dificultades discursivas y en la recurrencia a las muletillas y, como suele ocurrir con los boxeadores al borde del knockout, al eslogan.
En economía, Massa logró que casi ni se hable de la inflación del 140%, de una actividad que se enfría, de ingresos que no alcanzan y de una pobreza de más del 40%, todas cuestiones en las que le caben grandes responsabilidades: una verdadera proeza. Es más, ni perdió tiempo en justificar lo injustificable.
Para consumar esa toma de yudo –un hallazgo de cus coaches brasileños y el catalán Antoni Gutiérrez Rubí–, optó por defenderse atacando. Fue el tramo en el que lo acorraló con preguntas "por sí o por no" –una ocurrencia suya a la que el minarquista se sometió sin necesidad– respecto de sus propuestas más polémicas: eliminación de subsidios, privatización de Vaca Muerta, cierre del Banco Central y hasta privatización de mares y ríos. También sobre la dolarización, algo que a Milei le costó responder afirmativamente, cosa que hizo después de varias repreguntas, un dato posiblemente demostrativo del nivel de condicionamiento que su programa originar tiene a partir del apoyo condicionado de Macri. En resumen, el candidato-ministro lo corrió con un escarbadientes.
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Repitió la operación al hablar de las relaciones con China y Brasil, las que Milei se niega a sostener por tratarse de dos "países comunistas", que da la casualidad de que además son los dos principales socios comerciales del país. Además, terminó por aceptar que debía pedirle disculpas a Francisco por haberlo insultado repetidamente, tuvo que aclarar que no va a entregar las Malvinas –apelando a una metáfora inentendible sobre el crack neerlandés Johan Cruyff– y no pudo dejar de admitir que admira a Margaret Thatcher, responsable –además de la dictadura de Leopoldo Galtieri– de la muerte de más de 600 jóvenes argentinos en 1982, ocasión en la que no ahorró sangre ni siquiera cuando pudo, como ocurrió con el hundimiento del ARA General Belgrano. El pin de la bandera argentina en la solapa del ministro dijo el resto.
Su caballito de batalla del libre comercio terminó atado a la idea de que derivaría en la pérdida de dos millones de puestos de trabajo y en un colapso económico para varias provincias argentinas.
En educación y salud, Milei tuvo un breve momento de tregua cuando recordó que Massa, hace muchos años, defendió el arancelamiento universitario, postura que ha cambiado radicalmente. Sin embargo, el cierre del primer tiempo resultó para aquel un desastre, cuando el renovador habló del tema que toda la audiencia tenía en mente: el "equilibrio mental". Según dijo –y Milei admitió– algo de eso hubo tiempo atrás en la decisión del Banco Central de no renovarle una pasantía.
Segundo tiempo
Lo que siguió fue menos brutal. En producción y trabajo, Massa se mostró propositivo, pero Milei no pudo aprovechar un nuevo momento económico, lo que se supone que es su expertise.
En seguridad, derrapó severamente otra vez al iniciar su exposición ponderando a Rudolph Giuliani… justo un aliado estadounidense de Massa y autor del prólogo de su libro sobre la política de seguridad en Tigre, la que el minarquista terminó por "reconocer".
Massa dejó pasar un ataque de su rival a Malena Galmarini, actitud de mal gusto a la que solo le dedicó una mueca. La que se encargó del asunto fue la propia titular de AySa.
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Lo peor, sin embargo, fue cuando se aferró a un libreto mal pergeñado sobre una supuesta intención de Massa de avasallar, con sus propuestas, las autonomías provinciales. Habló de las limitaciones de la ley de Defensa Nacional a la actuación de las Fuerzas Armadas en conflictos internos, algo de lo que el peronista no habló; Milei confundió largamente los conceptos de "fuerzas armadas" y "fuerzas de seguridad".
Otro momento comprometido, tal vez el más comprometido de la noche, se produjo cuando Massa terminó un tramo de su argumentación y calló.
–¿Qué me querés preguntar? –dijo Milei, ya habituado a limitarse a responder preguntas que a decir lo suyo.
–Nada. Te cedí la palabra –señaló Massa
–Gracias. Te la cedo –ironizó el ultraderechista.
–Estamos ante un candidato que no tiene nada que decir y que solo llena el tiempo –metió la estocada el ministro.
No mintió: sin propuestas de relieve, el economista reiteró varias veces "para nosotros, el que las hace, las paga".
Tiempo de perdonar
Milei mencionó dos veces, pero no fue a fondo con un asunto espinoso para Massa: el juicio político a la Corte Suprema. Le perdonó allí la vida.
El peronista, en tanto, no fue a fondo en cuestiones como el mercado libre de armas, órganos y niños. Esos asuntos fueron ampliamente ventilados en una campaña extenuante y los votos de las personas sensibles a esas cuestiones se supone que ya están de su lado.
Algo similar, acaso, pueda decirse de su gran omisión de la noche: plantearle "un sí o no" sobre el negacionismo de los crímenes de la última dictadura. En el debate anterior, el propio Milei confirmó ese punto, la parte de la población sensible a la importancia de la política de "memoria, verdad y justicia" ya está decidida, insistir en ello habría sido "kirchnerizarse" y los sufragios que aún están en el aire evidentemente priorizan cuestiones vinculadas con el presente y con lo material.
"No se trata de Macri o de Cristina, Javier; el domingo es vos o yo", le dijo el renovador.
El rating de 48 puntos –casi cinco millones de espectadores– fue muy importante, pero queda por verse si influye sobre el pequeño segmento de votantes oscilantes o indecisos. Si así fuera, Massa debería ganar, pero, si primaran otras consideraciones, evaluaciones sobre el presente o resistencias al peronismo o al kirchnerismo, el resultado podría ser otro. Eso no puede afirmarse de ninguna manera.