El 13 de julio se estrenó en Netflix "Shimon Peres: El Nobel que no dejó de soñar". Sergio Massa tiene en su celular un fragmento del documental en el que exprimer ministro cuenta una reunión de gabinete de 36 horas que mantuvo cuando la inflación en Israel bordeaba el 500% anual, con pronósticos catastróficos de economistas que la subían al 1.000%. Sobre la mesa, cuenta él mismo, ordenó un ajuste para domar el déficit. "Todos los ministros aceptaron los recortes de otros ministerios. Ninguno aceptó recortar a su propio ministerio, pero les dije: 'Aceptan o los despido'. A quien pestañeara, le recortaba el presupuesto". La inflación bajó al 16% y el índice de aprobación de Peres en las encuestas subió al 70%.
El debut de Massa en las reuniones de gabinete de los miércoles en la Casa Rosada no duró 36 horas, pero hubo una advertencia financiera a sus pares. El ministro de Economía llegó 8.30 - media hora después que sus pares -, puso el foco en el nivel de subejecución de algunas carteras y repitió el mandato que el martes les había dado a las cabezas de las direcciones generales de administración: no habrá un peso más que lo estimado en la prórroga, por decreto, del Presupuesto 2021. En los papeles, en los excels, es un recorte por inflación. Según la última estimación que dejó Martín Guzmán antes de irse, iba a ser del 62% anual.
De connotaciones negativas, el massimo evita la palabra "ajuste" y la reemplaza por "ordenamiento". En los 80', Peres lo sintetizó en "Programa Económico de Estabilización". A diferencia del tigrense, Israel devaluó abiertamente su moneda un 20%. La nueva gestión del palacio de Hacienda prepara el terreno que ya había sembrado Guzmán, más elíptico, y Silvina Batakis, que, en su fugaz paso, reclamó total austeridad.
El horizonte inmediato es el Presupuesto 2023 que Massa ya comenzó a delinear. El Ministerio de Economía ya envió notas a todas las áreas para que manden un primer borrador con las estimaciones para el próximo ejercicio. La bandera roja de este miércoles, coincidieron dos testigos de la reunión, fue la lupa massista posada sobre el nivel de subjecución de ciertos ministerios: "Si no gastan la que tienen, ¿para qué quieren más plata?", es la reflexión ahorrativa, pensando en el texto que el ministro debe enviar al Congreso a mediados de septiembre, con un recorte evidenciado. El secretario de Hacienda, Raúl Rigo, que participó de la reunión bajó el mensaje más duro.
Con el mandato de ahorro massista, en los pasillos de un ministerio recordaban la táctica de su cerebro económico, Roberto Lavagna: el exministro realizaba una estimación a la baja de la recaudación para ajustar los gastos, pero después tener un excedente para repartir a discreción. "El nivel económico hoy, sobre todo en las provincias, hace prever que la recaudación seguirá alta".
Por las dudas, hecha la ley, hecha la trampa, dice el refrán. En este caso, más bien, sería una picardía presupuestaria. Una opción para sortear las restricciones massistas al gasto sería la "administración de los flujos de los pagos". Por caso, para terminar un programa con el 100% de ejecución con un fondo en pesos devaluado, puede prorrogarse para el año siguiente un porcentaje del costo o, llegado el caso, que alguna provincia costee con fondos propios esa parte a cuenta, un préstamo que en algún momento la Nación debería devolverle. Otra vía será la eventual definición de otorgar ampliaciones presupuestarias, llegado el caso.
En un año electoral, como 2023, a ningún oficialismo le conviene mostrar evidencias de una recesión. Sin ir más lejos, Alberto Fernández, que se sumó al cónclave debut de Massa, destacó el trabajo de dos carteras: Obras Públicas, de Gabriel Katopodis, y Ciencia y Tecnología, a cargo de Daniel Filmus, las más aplicadas a la hora de ejecutar presupuestos. Filmus, incluso, suele quejarse de que ejecuta con velocidad y las partidas presupuestarias tardan en llegarle. Con un largo recorrido hacia las urnas, el Presidente utiliza las inauguraciones como telón de fondo de sus actos.
Marcando diferencias con Guzmán, un académico apadrinado por Joseph Stiglitz, en el Gobierno destacan a Massa, sin título de economista, como un conocedor de los vericuetos financieros del Estado desde su paso por la ANSES. Es un ida y vuelta: así como el líder del Frente Renovador sabe dónde puede recortar, no le son ajenas las eventuales maniobras de sus pares ministros para esquivar la orden de no gastar de más.
Como el miércoles a los ministerios, el jueves les tocará el turno a las empresas del Estado. Serán Rigo y el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, los encargados de bajarles línea para que, pese a tener regímenes diferentes, empiecen a dar explicaciones a los ministerios en los cuales orbitan sobre los gastos.
Para todos los casos, además, Massa respaldó la continuidad de la decisión que impulsó Batakis durante su corta gestión, referida a los viajes al exterior. La exministra dio la orden de limitar las salidas a otros países, la duración de las estadías y la cantidad de integrantes de las comitivas.