Massa, a todo o nada

El tigrense ocupará un lugar central en el Gobierno, desde donde buscará construir su eventual candidatura presidencial. El pasado y sus desafíos.

Sergio Tomás Massa ha logrado constituirse como uno de los dirigentes más importantes de la política argentina actual. Uno puede estar de acuerdo o no con sus ideas, pero nadie que lo conozca personalmente puede negar que posee una capacidad de trabajo, un carisma, una inteligencia y un nivel de audacia excepcionales.  Estos atributos, combinados con un alto nivel de resiliencia, le han permitido superar la adversidad y posicionarse como un actor clave en las relaciones de poder que rigen la política nacional.

 

Massa ha tenido aciertos y desaciertos en su larga trayectoria política. Ha logrado importantes victorias y ha sufrido grandes derrotas. Ha estado con unos y con otros. Ha esperanzado y a decepcionado. Cada vez que Massa tropezó, se levantó, motivado por un sueño irrenunciable: ser presidente de los argentinos.

 

Luego de sufrir dos derrotas electorales importantes, en 2015 y en 2017, la imagen pública de Massa quedó fuertemente golpeada. En 2019 Massa se vio obligado a tomar una decisión difícil, arriesgar el capital político que le quedaba, posibilitando la re elección de Mauricio Macri, o suspender temporariamente su proyecto personal para sumar su espacio a un frente electoral con el kirchnerismo que pudiera recuperar el poder. 

 

Seguramente, fue una de las decisiones más difíciles que enfrentó en su vida política. Su intento de construir una fuerza de centro que terminara con “la grieta”, no había dado el resultado esperado. En 2019 no estaba en juego la continuidad del kirchnerismo sino cómo superar la crisis económica y social que dejaba el gobierno de Cambiemos.

 

Desde que asumió como presidente de la Cámara de Diputados, Massa puso todos sus recursos al servicio del proyecto del Frente de Todos transformándose en el interlocutor más confiable entre la vicepresidenta Cristina Kirchner y el presidente Alberto Fernández. Sin embargo, las diferencias internas y la falta de liderazgo del jefe de Estado condujeron al gobierno a una derrota electoral en 2021 y a un agravamiento de la crisis política, económica y social.

 

La incapacidad del Gobierno de ordenar el debate interno, frenar la inflación y revertir las expectativas de una fuerte devaluación, terminaron de debilitar a la autoridad presidencial, precipitando la renuncia de Matías Kulfas como ministro de Producción y de Martín Guzmán en Economía, y profundizaron la crisis de gobernabilidad que se venía gestando. 

 

Los votantes ven a un presidente desorientado, abatido y solo. En los estudios de opinión pública se observa hace un tiempo que muchos argentinos sienten lastima frente a la debilidad, a la torpeza y a la perdida de autoridad de Fernández. El poder económico, en cambio, cuando huele sangre no tiene piedad, golpea y exige cambios. 

 

La gravedad de la situación actual exige que alguien con capacidad de gestión, cintura política, equipo técnico y respaldo tome las riendas. La designación de Massa como superministro de Economía sella el fin de las aspiraciones de reelección de Alberto Fernández. A partir de ahora y hasta el final del mandato, la mirada estará puesta sobre Sergio Massa. 

 

El kirchnerismo duro, principal accionista de la coalición gobernante no celebra esta decisión, pero no tiene más remedio que aceptarla. Hubiera preferido otro desenlace, darle poder y posicionar a un dirigente más afín a sus ideas para las elecciones del año próximo. Pero el kirchnerismo no cuenta con ningún dirigente de fuste, que no sea Cristina Kirchner, con la capacidad o el respaldo necesarios para afrontar un desafío tan grande como el que enfrenta el gobierno en este momento.

 

Como socio de la coalición gobernante Massa se encontró ante una disyuntiva: hundirse con el Frente de Todos o intentar rescatarlo. Esperó el momento de mayor debilidad del Gobierno para imponer sus condiciones y aceptó el reto. Hace muchos años que Massa se prepara para un desafío como este.  

 

Desde que abandonó la intendencia de Tigre en 2013 para construir su proyecto presidencial, Massa no ha ocupado un lugar de gestión que le permita desplegar su capacidad de liderar, transformar y lograr resultados concretos. Tiene ahora una nueva oportunidad para dotar de sentido y de épica su relato biográfico, consolidando algunos de los atributos positivos que lo han distinguido como dirigente. 

 

Podrán acusarlo de ser “oportunista”, pero no de ser cobarde. Asumir el desafío de gestionar la política económica en medio de una crisis tan profunda es un riesgo que muy pocos se atreverían a tomar.  

 

Massa tiene una nueva oportunidad. Por el bien de todos, esperemos que sepa aprovecharla. 
 

 

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