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El Observador, otra apuesta regional con el sello Werthein

Gerardo, uno de los miembros del Grupo, lidera el consorcio que compró el medio charrúa. Razones y expectativas. Extranjerización e influencia política.

Un grupo de capitales argentinos liderado por Gerardo Werthein y Gabriel Hochbaum anunció la compra de El Observador, semanario y sitio informativo uruguayo que se ubica entre los más importantes del país vecino. Según lo expresó el propio medio, los nuevos accionistas "apuestan a invertir fuertemente en innovación digital y en la generación de contenidos periodísticos para transformarse en un medio digital líder de habla hispana". Junto con el comunicado oficial, la llegada de capitales argentinos al sistema de medios uruguayo abre una serie de interrogantes sobre las razones, la marca en cuestión, el momento y el contexto. Además de las cuestiones económicas, entre las posibles explicaciones parece incidir el proceso político. La nueva incursión del empresariado argentino en Uruguay, donde nunca hicieron pie del todo, más allá del Grupo Clarín en la TV paga, se suma el rasgo de la extranjerización a un sistema fuertemente concentrado.

 

Con presente y antecedentes en el sistema de medios argentino, la sociedad creada para este fin adquirió el control accionario del que supo ser el tercer diario de mayor tirada en Uruguay. Fundado en 1991, cuatro años después tuvo su primer portal en Internet. Dejó de editarse todos los días en abril de 2020 y, desde entonces, es uno de los portales informativos más visitados. Cuenta con una edición semanal en papel los sábados. 

 

La investigadora uruguaya Rosario Radakovich (Universidad de la República) identifica varias incógnitas. Una es la del “impacto de la extranjerización de los medios nacionales uruguayos -y en manos de capitales argentinos, además, y los antecedentes de estos capitales argentinos en su incursión en medios-. La pregunta más relevante es si mantendrá la calidad de la oferta periodística, si mantendrá su línea liberal y/o se alineará más -aún- al gobierno. También cabe cuestionarse si hay algún efecto dominó con otros medios. En un circuito de medios pequeño como el uruguayo, cuando un agente se transforma tiende a mover a todo el campo, con el adicional de que no se trata meramente del campo de la prensa escrita, sino del nuevo tablero de medios digitales en el entorno de plataformas”.

 

En la misma línea, Gustavo Gómez, especialista en libertad de expresión y también uruguayo, sostiene que “la operación es vista con cierta preocupación debido al eventual impacto que tendría no solo la extranjerización de la propiedad de uno de los medios más importantes en materia del aporte a la agenda pública de información periodística, sino también por el eventual impacto en su línea editorial”.

 

Gómez sostiene que desde que se empezó a barajar la posibilidad de la venta ya se evaluaba una operación de tipo política y no tanto económica. “Los compradores son parte de la lista de argentinos que han decidido mudarse a Uruguay. Tienen inversiones comunes en diferentes áreas de la economía y fuerte presencia en las actividades que el propio presidente Luis Lacalle Pou realiza. Si a eso le sumamos que El Observador es una empresa que está con muchos problemas, con muchas deudas acumuladas, probablemente con un pasivo anual muy importante, no parece posible pensar que en sí misma sea una unidad de negocios rentable”.

 

El dilema de la rentabilidad afecta al sistema en general y en un mercado de medios pequeño como el de Uruguay mucho más. La hipótesis de la cuestión política y la protección de otros intereses toma fuerza. Según Gómez, la adquisición “se ve con preocupación" porque "parece ser un esquema que apunta a tener una buena relación con el gobierno de turno y de alguna manera proteger, rodear o blindar sus inversiones en el país. Nadie lo puede asegurar, todavía no se han puesto al frente la empresa, pero esa es la preocupación que existe”.

 

En la misma línea reflexiona el investigador argentino Iván Schuliaquer (Universidad de San Martín), para quien “esta inversión podría interesar a los compradores por otros negocios derivados, como parte del éxodo de empresarios argentinos que se fueron a vivir a Uruguay y empiezan a pensar a ese país como sede para ubicar sus oficinas a escala regional. Si alguien busca influir, porque en estos casos el gran negocio está en la influencia, es porque algunos intereses se quieren resguardar. Este parece ser el caso”. 

 

Según este especialista en políticas y medios de Uruguay, ese país fue históricamente un espacio de resguardo de algunos intereses argentinos. Sin embargo, advierte que habrá que ver cómo operar en este caso ya que “en Uruguay hay todavía, en primer lugar, cierta distinción entre opinión e información y cierta distinción entre el trabajo de los propietarios y el trabajo de los periodistas. No hay garantías de que esa tradición no pueda romperse y que los nuevos dueños no usen al medio como catapulta de intereses propios, pero podrían encontrarse con algunas fronteras más difíciles de pasar que en Argentina”.

 

Enrique Carrier, especialista en internet, telecomunicaciones y medios digitales, aporta una lectura que no contradice las anteriores. Sostiene que para los números a los que está acostumbrado el grupo comprador “es más una cuestión de poder e influencia que un negocio en sí mismo. Quizás habría que sumarlo a la lista de empresarios de otros sectores que en algún momento quieren ser dueños de un medio, como Jeff Bezos”.

 

El consultor identifica que "la apuesta es desarrollar contenidos periodísticos regionales, apuntando a transformarse en un medio digital líder de habla hispana. Por lo tanto, el interés no es particularmente el mercado uruguayo, sino intentar una expansión regional, como Infobae, partiendo de una estructura existente y una marca reconocida”.

 

Por último, según percibe Schuliaquer, esta inversión argentina podría albergar cierta expectativa sobre el debate que existe en el seno del gobierno uruguayo sobre habilitar el ingreso de capitales privados a Antel. Es la principal empresa de Uruguay, de propiedad estatal, líder en servicios de comunicación y contraejemplo del modo en que el resto de los países latinoamericanos administra ese sistema, con alta incidencia de capitales extranjeros.

 

Para esa discusión, en cualquier caso, faltan tiempo y datos, pero podrían sobrar las expectativas y los fondos interesados.

 

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