Argentina puede salir del atolladero

Los datos económicos son alarmantes y las internas partidarias empantanan el terreno. Renovación dirigencial y compromiso ciudadano, claves para dar el salto.

Burundi es el país más pobre del mundo. Allí, en el centro de África, residen un poco más de 12 millones de habitantes, donde el 80% es indigente. Su producción está básicamente ligada a la agricultura, el 90% de los trabajadores lo hacen en negro y deben recorrer decenas de kilómetros en bicicletas para transportar la cosecha de una localidad a otra, no tienen elementos de protección laboral, sus ropas son andrajosas y comúnmente andan descalzos.

 

El salario de un burundés es aproximadamente 15 dólares por mes, el costo de vida es altísimo, tal así que una lata de arvejas cuesta tres dólares. Residen en viviendas precarias dónde no existe el mínimo de salubridad, las mujeres no poseen  derecho alguno y procrean alrededor de seis hijos cada una.

 

La educación es para pocos y el analfabetismo es abrumador, muchos niños y adolescentes no tendrán nunca un futuro prometedor. Ahora, la dirigencia política de Burundi es altamente corrupta y esto es una causal en los países con altos niveles de pobreza. Mientras más pobres son las naciones, la corrupción es geométrica, justamente por la falta de controles institucionales. Y en las naciones más ricas la corrupción es aritmética, justamente porque los controles del Estado son más precisos.

 

En la Argentina tenemos alguna similitud con Burundi. Aún existen en zonas rurales trabajadores con escasas condiciones laborales, sumada la inexplicable labor de los niños en zonas de producción yerbatera, sojera y otros granos siendo su seguridad física y orgánica endeble. Perciben salarios en negro y son maltratados por algunos terratenientes de manera económica y psicológica, muchos de estos “patrones de estancia” se dedican a la política local, provincial o nacional militando en diversos partidos políticos, que en sus bases dogmáticas apuntan a la dignidad humana como el radicalismo, el liberalismo y también el peronismo.  

 

Hoy está en pleno debate qué hacer con los planes sociales. No me voy a cansar de decir que son administrados por organizaciones cuyos líderes se han aprovechado del pobre para lastimar su ser a través de la presión económica: se los obliga a ir a marchas y concurrir a actos partidistas. A su vez, estos líderes que se revisten de populares presionan a los beneficiarios para que aporten el 10% del plan para la organización, y he aquí donde estos muchachos manejan miles de millones de pesos que les permiten constituir partidos políticos, comprar banderas, remeras, pagar micros, armar viandas y hacer proselitismo en favor del kirchnerismo o del trotskismo y, claro está, llevarse una buena porción de dinero a sus casas.

 

Estos beneficiarios de planes sociales perciben en su mayoría la suma de $ 16.500. Si lo convertimos al dólar blue, el resultado son u$s 79.71, cinco veces más que lo percibido por un obrero burundés. A esto agreguémosle que  la mayoría de los beneficiarios de éstos planes sociales residen en barrios vulnerables y con una faltante importante de saneamiento urbano y sanitario, ocasionándole enfermedades diversas que muchas veces culminan con la muerte.

 

Mientras Alberto Fernández y Cristina Kirchner se pelean por las cajas -que se traducen en poder- y La Cámpora apunta a Martín Guzmán como el ignoto ministro de Economía que se convirtió en blanco de acusaciones de los conducidos por Máximo Kirchner por los niveles de inflación y de pobreza, la situación social en Argentina sigue profundizándose y la calidad de vida va declinando mes a mes cuando se conocen los datos que informa el INDEC.

 

En Juntos por el Cambio las intrigas inundan de incertidumbres al primer espacio opositor del país. El gobernador de Jujuy y presidente de la UCR, Gerardo Morales, quedo en el centro de la escena por ser acusado de reunirse con Sergio Massa y avalar que se aprobara la reforma K del Consejo de la Magistratura, cuyo proyecto posee media sanción en el Senado de la Nación.

 

Esto hizo explotar al resto de Juntos por el Cambio, precisamente al PRO y la Coalición Cívica, y el jujeño tuvo que salir a aclarar que toda esa versión fue una operación mediática. Se olvida que en 2015, cuando alcanzó el triunfo electoral en su provincia, su vicegobernador venía de un acuerdo hecho con el Frente Renovador de Massa.

 

De allí vienen las miradas de reojo y la desconfianza de Macri, Carrió y Bullrich. Todo indicaría que el radicalismo esta en un proceso de doblarse con posibilidades de romperse como ya ocurrió en 2007, cuando Cobos y otros tantos correligionarios formaron parte de la Concertación Plural y el Frente Transversal.

 

Asimismo, el ala PRO más dura quiere a Javier Milei dentro de Juntos por el Cambio. Este fenómeno político, que construye su estructura anarco capitalista con una melange de liberales, conservadores y peronistas, viene perfilándose como una alternativa para gobernar el país. Mauricio Macri sabe de su potencial ya que sus socios políticos y empresarios perfilan al Hombre León y su Panic Show como un líder carismático similar a Carlos Menem, que sabe conquistar a la juventud cansada de los partidos tradicionales.

 

Milei es un erudito económico y social, sabiendo leer perfectamente las emociones de una parte de la sociedad. Y tiene la capacidad de mover masas, algo muy difícil en estos tiempos, dónde sólo Álvaro Alsogaray en los 80 y José Luis Espert en 2019 y 2021 supieron enamorar al electorado independiente con propuestas liberales. Si Milei quiere jugar para ganar necesita de Espert para consolidar su espacio y no de Macri. Si juega para diezmar, podría decirse que Milei sería el Adolfo Rodríguez Saá modelo 2002 – 2003, siendo el puntano un fenómeno electoral del post crisis 2001.  

 

Este reunía a derechas e izquierdas y parecía que sería nuevamente Presidente por el fuerte apoyo popular. Carlos Menem y su discurso liberal peronista llegó a convencer a la población respecto a que las ideas y políticas de los 90 eran las que sacarían al país adelante y así Rodríguez Saá quedó relegado a un quinto lugar en las elecciones del 27 de Abril de 2003, facilitando a su vez que Néstor Kirchner llegara a competir  en el ballotage que no fue por la renuncia del riojano. Así, el santacruceño accedió a la Primera Magistratura Nacional.

 

Pasados más de 38 años del retorno a la vida democrática y con una reforma constitucional en 1994, todo se desmadró y la responsabilidad y seriedad se fueron por los caños. Creo firmemente en una renovación política que permita llevar las riendas de esta Nación a buen puerto y es necesario que el pueblo lo comprenda.

 

El gobernador Rogelio Frigerio recibió a Letra P en su despacho, en la Casa de Gobierno de Entre Ríos. (Foto: Juan Manuel Hernández) 
Pablo Cornet y Victoria Villarruel.

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