EL FUTURO DE BRASIL

Bolsonaro visitó a Putin para salir del aislamiento y ganar aire en casa

Con la reelección en riesgo, el mandatario brasileño fue a Moscú contra todos los consejos. Acuerdos en seguridad y agroindustria, guiños para su base política.

El deseo de no abandonar el poder llevó al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a desoír las recomendaciones de algunos sectores de la diplomacia nacional e internacional y viajar a Rusia para mantener un encuentro con Vladimir Putin, en plena crisis militar que amaga con desatar una guerra en Ucrania en cualquier momento. A ocho meses de los vitales comicios presidenciales que amenazan con expulsarlo del Palacio de Planalto, el mandatario sudamericano buscó el respaldo de uno de los pocos países que aún le abren la puerta para fortalecer a su electorado más duro, el de la triple B: la Biblia, el buey y las balas.

 

En diálogo con Letra P, la politóloga de la Universidad de San Pablo y experta en relaciones internacionales, Camilla Geraldello, consideró que el viaje “tiene más objetivos electorales para mantener el apoyo de su base que objetivos internacionales”. “Un objetivo es práctico, mantener el comercio de fertilizantes y así agradar a su base electoral; y el otro es retórico, mostrar que está bien visto por un líder internacional relevante y que consigue rivalizar con los Estados Unidos”, analizó. “Putin es visto como un líder fuerte y varonil, cualidades codiciadas por los bolsonaristas”, agregó.

 

“Estamos continuando las relaciones que fueron interrumpidas por la pandemia”, aseguró Putin al inicio del encuentro en el Kremlin. La foto de Bolsonaro, alcanzada luego de someterse a un estricto control del Covid-19 que tanto niega, le permitió eso: una foto con uno de los pocos líderes internacionales que aún lo reciben luego de haberse peleado con la Argentina, China, Estados Unidos y la Unión Europea y a la cual le sumará un retrato con el primer ministro ultraderechista de Hungría, Viktor Orbán, a quien visitará durante la segunda parte de la gira antes de regresar a Brasil. De todas maneras, Putin no es cualquier mandatario y el brasilero aprovechó para obtener algunos beneficios para su base más dura. Para sus seguidores de las fuerzas de seguridad, el ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto -quien aparece como posible candidato a vicepresidente- profundizó con su homólogo, Serguéi Shoigú, la cooperación técnico-militar. Para las bases terratenientes dedicadas a la producción agropecuaria, la ministra de Agricultura y Ganadería, Tereza Cristina, dialogó sobre el vital comercio de fertilizantes que amenaza con enfriarse. Para los grupos religiosos, especialmente evangelistas, se presentó la distensión momentánea en Ucrania como una consecuencia del rol pacificador del presidente, algo que no se condice con la realidad. Por ejemplo, su exministro de Medio Ambiente, Ricardo de Aquino Salles, editó una noticia de la CNN para decir que Bolsonaro había “evitado la tercera guerra mundial”.

 

La necesidad de robustecer a su electorado es vital para Bolsonaro al tener en cuenta que todas las encuestas lo muestran como perdedor en las elecciones de octubre ante el expresidente Lula da Silva. Según el instituto Ipespe, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) alcanzaría el 43% de los votos y Bolsonaro el 25%. Además, según PoderData, el 53% del país considera a su gobierno como “malo” o “terrible”. A las encuestas, se agregaron dos cuestiones. La primera, la ya pública intención de Lula de armar una fórmula presidencial con su exrival en la segunda vuelta de 2006, Geraldo Alckmin, líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). La jugada busca aumentar el público con sectores del establishment y amenaza con replicar la traición del entonces vicepresidente Michel Temer, también conservador, en la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff. La segunda, la reciente gira que realizó el propio exmandatario brasileño por Europa, donde fue recibido con honores por importantes líderes, como el jefe de Estado francés, Emmanuel Macron y el Canciller alemán, Olaf Scholz, hombres que le cerraron la puerta a Bolsonaro.  

 

El carácter político del viaje de Bolsonaro a Rusia quedó plasmado también en la balanza comercial bilateral. A pesar de que los líderes celebraron que durante 2021 el comercio entre los países creció un 80%, lo cierto es que Rusia no está ni entre los diez principales socios de Brasil. Según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), en 2019 apenas el 0,75% de sus exportaciones fueron destinadas a Moscú. De todas maneras, es un vínculo importante para el país sudamericano y especialmente para el electorado agroindustrial del sur, que aún confía en Bolsonaro. Brasil es uno de los principales compradores de fertilizantes del mundo y su principal proveedor es Rusia, pero el año pasado el país euroasiático estableció un sistema de cuotas que amenaza con entorpecer su acceso. En aquel entonces, la ministra Tereza Cristina viajó a Moscú y firmó un acuerdo para garantizar el acceso y en este viaje volvió a hacer lo mismo. La industria agroganadera es uno de los principales sostenes de Bolsonaro y busca reafirmarlo de cara a noviembre.

 

El costo de la visita a Rusia podrá ser una mayor dificultad en los lazos con Estados Unidos, quien ostenta una cuota mucho más importante en la balanza comercial de Brasil. Para viajar a Moscú, Bolsonaro desoyó las recomendaciones y los pedidos de Washington para cancelar la travesía a raíz de las tensiones que todavía persisten en Ucrania ante un posible enfrentamiento armado entre el Kremlin y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), organismo del cual Brasilia es socio. Además, la dupla de visitas que recibió Putin, primero Alberto Fernández y ahora Bolsonaro, significan un avance ruso sobre la zona de influencia norteamericana, algo que también realiza China y que genera mucho resquemor en la Casa Blanca.

 

Una foto con Putin es poco para un país como Brasil, que pudo aspirar durante años a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es una de las diez economías más grandes del planeta y que históricamente mantuvo una diplomacia abierta y de liderazgo con diferentes países de distintos continentes y diversos signos políticos. De todas maneras, poco es mejor que nada. En especial, en un año electoral.

 

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