CÓRDOBA (Corresponsalía) La confianza en que la gestión será el elemento clave que terminará definiendo la contienda en 2023 monopoliza el pensamiento de los peronistas cordobeses que aspiran a suceder al intendente capitalino Martín Llaryora. A punto tal que, por lo menos hasta ahora, nadie imagina grandes actos, ni lanzamientos, ni actividades con fines de campaña. Con el favorito en las mediciones, el radical Rodrigo de Loredo, jugando en arenas provinciales, los dirigentes oficialistas que trabajan para llegar al puesto más alto del palacio 6 de julio se cuidan de no apurarse ni dar pasos en falso, en medio de una silenciosa campaña de clamor en la que todos levantan el perfil para encarnar la versión capitalina de la continuidad que Llaryora persigue abrazado al gobernador Juan Schiaretti.
En el entorno del intendente que quiere ser gobernador hablan de un tiempo para que sean los aspirantes a la intendencia los que generen su propia fuerza para ganarse el lugar en lo más alto de la boleta municipal del año que viene. “La idea es que musculen”, aseguraron a Letra P, advirtiendo sobre la necesidad de transitar el camino de la sucesión con el candidato mejor posicionado y negando la existencia de alguna preferencia por parte del intendente. “La prioridad sigue siendo la gestión”, repiten, mientras descartan las chances de que muchos más nombres se sumen al listado de aspirantes ya conocido.
El viceintendente Daniel Passerini y el secretario de Gobierno y Gestión General de Gabinete, Miguel Siciliano, son los dos aspirantes que parecen correr con más chances de quedarse con la candidatura, a la que también aspiran algunos funcionarios con menor visibilidad como el secretario de Transporte, Marcelo Rodio, o el secretario de Participación Ciudadana, Juan Domingo Viola. Por fuera de la vida municipal, se suman los nombres de Héctor “Pichi” Campana y el de la única mujer en esta carrera, la omnipresente senadora Alejandra Vigo. En todos los casos, la prioridad es que Llaryora se convierta en el próximo gobernador de Córdoba. Detrás de esa meta, se estructurará todo lo demás.
En la doble cruzada electoral que le espera al cordobesismo en 2023, la decisión de De Loredo de diputar la gobernación, enfrentando a Luis Juez en una interna o confluyendo con el líder del Frente Cívico en una fórmula conjunta de Juntos por el Cambio (JxC), dibuja un mejor escenario para Hacemos por Córdoba (HxC), según razonan en el oficialismo, que en cualquiera de los casos confía en conservar ambas administraciones.
Si bien reconocen que el radical está algunos puntos por encima en las encuestas que circulan por la capital provincial, entienden que esos sondeos no contemplan algunos elementos que entienden cruciales para batalla final. “Son encuestas que solo miden nombres. ¿El 70% de aceptación que tiene la gestión no juega? ¿La figura de Martín y de Schiaretti bancando un proceso histórico que transformó la provincia y la ciudad no tienen ningún peso?”, se preguntan en las filas de uno de los aspirantes peronistas a la intendencia. Añaden que cualquier candidato de HxC eleva su intención de voto entre 10 y 15 puntos cuando en las consultas que estructuran las encuestas aparecen en tándem con la candidatura de gobernador de Llaryora.
La disputa pasa, entonces, por una cuestión identitaria. Segundo del partido en la estructura capitalina, Passerini confía en que haber estado a la par de Schiaretti y José Manuel De la Sota desde el minuto cero del cordobesismo suma porotos a su favor. Siciliano, que acumula algunas facturas porque “se fue y volvió”, se apoya en una territorialidad construida a partir de su condición de nacido y criado en Córdoba y confía en el rol protagónico que tiene en la gestión.
La pica entre ellos es casi imperceptible y tiene a la candidatura como único argumento. De hecho, no se los nota incómodos compartiendo actividades a menudo, sobre todo durante las últimas semanas, cuando el viaje de Llaryora a Estados Unidos le permitió a Passerini probarse el traje durante algunas horas. El hombre que ya estuvo al frente del Ejecutivo de Cruz Alta sabe que los recorridos del intendente por el interior durante la campaña volverán a ofrecerle esa oportunidad.
En el medio, Rodio y Viola silban bajito y ocupan áreas estratégicas para la gestión, como las vinculadas al transporte y la descentralización administrativa. A favor y en contra, les juega su llaryorismo histórico. En medio de una reconstrucción de poder que tiene que contener a varios lineamientos internos, resultaría demasiado extraño que un sector interno se quede con las dos principales candidaturas en disputa.
Desde atrás pechan dos locomotoras con demostrado peso propio en el PJ mediterráneo histórico. Campana, uno de los deportistas más destacados de la historia de Córdoba que fue vicegobernador, legislador y funcionario, ya fue candidato a intendente en 2011. “No es un outsider, es un dirigente con un piso alto ya demostrado”, advierten quienes también señalan que su aparición en la discusión responde a la necesidad de "la vieja guardia del PJ provincial", que busca una carta de negociación para ganarse un lugar en la mesa de decisiones.
Algo similar sucede con Vigo, casualmente candidata a viceintendenta en la fórmula que encabezó el basquetbolista. La senadora desliza, en clave capitana, que “podría ser” candidata a la intendencia y eso desacomoda el mapa por completo. ¿Quién se animaría a disputarle el poder a la esposa del gobernador que, además, funciona como emblema organizativo del cordobesismo en la capital? El que esté dispuesto, no lo dirá en voz alta, pero por lo pronto, ninguno de los aspirantes la ve jugando ese partido.
Mientras ungía a Llaryora como candidato a la gobernación, Schiaretti dejó abierta la posibilidad de habilitar una compulsa interna en caso de que germinara alguna otra candidatura en el espacio. Una jugada arriesgada, que sorprendió a más de uno en el auditorio que juntó al cordobesismo el pasado 31 de octubre. ¿Podría resultar esa una solución para definir las candidaturas a la intendencia? Entre los aspirantes apuestan a un acuerdo que contenga a todos los sectores y los ponga a trabajar en una misma dirección. Como sea, otean el horizonte y aseguran que el tiempo para tomar la decisión será el año que viene, cuando el panorama general “esté un poco más claro”.