SAN PABLO (Enviado especial) Más de 36 horas después de confirmada la victoria electoral del líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, la tensión se disparaba en Brasil ante el silencio que mantenía el presidente Jair Bolsonaro, quien, al cierre de esta nota, no había reconocido su derrota, y los cortes de ruta que realizaban sindicatos afines al oficialismo junto a las bases más duras del bolsonarismo en rechazo al triunfo de la oposición, a la que denuncian (sin pruebas) de haber cometido fraude.
Este martes, el país amaneció con más de 200 cortes de rutas en 25 estados por parte de los sindicatos de camioneros, un sector ligado al oficialismo por la relación que existe entre los conductores y los dueños de los vehículos con los sectores productivos de la agroindustria, uno de los bastiones electorales de Bolsonaro. Durante sus cuatro años de mandato, protagonizaron diversas protestas en defensa del jefe de Estado y este lunes, apenas horas después de la victoria del PT, salieron a la calle una vez más para rechazar la vuelta de Lula al poder.
Ante esta situación, el presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), Alexandre de Moraes, ordenó que la Policía de Carreteras (PRF), un organismo federal que depende del propio Bolsonaro, desaloje las rutas porque, consideró, "los hechos puestos en conocimiento afectan no solo la regularidad del tránsito, sino la seguridad nacional". El juez habilitó a las autoridades policiales a detener a las personas y multar a los camiones con 100 mil reales, pero se mantenían sin mayores sobresaltos mientras circulaban videos en las redes sociales de algunos funcionarios policiales acompañando las protestas. “La única orden que tenemos es estar aquí con ustedes”, dijo uno de los efectivos policiales para levantar el aplauso de las bases más duras del bolsonarismo.
La PRF es la misma dependencia de seguridad que durante el domingo realizó operativos contra los micros del transporte público que funcionaban gratuitamente (por orden de la justicia) hacia los centros electorales, especialmente en el Nordeste, donde el PT es más fuerte. Desde sus inicios, el gobierno de Bolsonaro recibió el apoyo de las Fuerzas Armadas y de Seguridad y la encargada de controlar las rutas fue una de las más importantes.
A este contexto se le suma el silencio del propio Bolsonaro. Más de 36 horas después de su derrota, el jefe de Estado no se había pronunciado al respecto, lo que aumentaba la tensión política en un país atravesado por altos índices de polarización. A pesar de que distintas figuras de su administración, como el vicepresidente Hamilton Mourão, ya mantuvieron conversaciones con el PT, la falta de comunicación del jefe de Estado generaba una incertidumbre peligrosa ante las protestas que crecían en distintos puntos del país.
En este contexto, el aeropuerto internacional de Guarulhos, en San Pablo, canceló 25 vuelos. En el sureño estado de Santa Catarina, donde Bolsonaro es fuerte, el sindicato del sector advirtió por el desabastecimiento de combustible que empezaba a sufrir la región y la tardanza en los envíos de vacunas para distintas enfermedades. En Piauí, el sindicato de transporte y carga advirtió sobre la falta de gas y la Asociación Brasileña de Supermercados (ABRAS) solicitó el desbloqueo de las rutas por la falta de abastecimiento que empezaba a notarse en distintos puntos del país.
Por su parte, el PT aseguró que la responsabilidad es del gobierno federal y le exigió a Bolsonaro que levante los bloqueos. Este martes, el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) convocó a su militancia para "desbloquear las vías de acceso para hacer respetar el resultado electoral". "Esperamos ser tan bien recibidos por las fuerzas de seguridad como lo están siendo los bolsonaristas", aseguró el movimiento social que comanda el diputado electo Guilherme Boulos.
Con estas manifestaciones, el futuro gobierno empieza a sentir la fuerte oposición que llevará a cabo el bolsonarismo más duro, que, a pesar de que el presidente abandonará el poder el 1 de enero, seguirá existiendo en las calles de Brasil y en poderosos ámbitos institucionales estará dispuesto a entorpecer el trabajo de una administración a la que acusa de fraudulenta y comunista.