La caída de la gigante agroexportadora Vicentin generó a su alrededor una serie de hechos propios de una novela que abarcó cuestiones financieras, sociales y, sobre todo, políticas. El periodista Bernardo Basombrío entendió que podía meterse una vez más en una investigación de un tema en el que se cruza el campo y la política, tal como hizo con su libro sobre el conflicto de la resolución 125, y comenzó a armar ¡Exprópiese! El caso Vicentin.
-La irrupción del Gobierno, que llegó para viciar, con su política, el concurso de principio a fin. Ligado a ello hay intereses empresarios que exceden la perfección del instrumento legal en que se ampara la empresa.
-El caso adoptó tono de grieta. ¿Se posicionó en algún lado de la historia?
-Ajeno a la grieta de charla de café, mi trabajo es cercano y fundado. Al igual que la concursada, me posiciono en el lado del interés vehemente de que honre sus compromisos, pero rechazo de plano cualquier intervención política o abuso en connivencia al interés empresario.
-¿Cómo interpreta el vínculo entre el poder económico de una empresa gigante e histórica y su caída?
-En las palabras de mi entrevistado el ministro de Producción santafesino, Daniel Costamagna: “Ese modelo empresario familiar fue alcanzando niveles que, en un determinado momento, pasa a una zona de alto riesgo, donde las equivocaciones se pagan muy caro. Las principales razones fueron cuestiones administrativas y de sobreendeudamiento con ánimos de crecer, invertir e ir por más. (...) Me parece que no hubo mala fe en todo esto. Creo que en el ánimo de ellos no estaba en estafar a nadie”.
-¿Lo paradigmático del caso Vicentín fue el intento de la política de resolver la situación con una intervención y posterior expropiación?
-Sí. Algo que era una cuestión privada, amparada en la ley, encontró inmediata reacción política, empresaria, judicial y social, con manifestaciones en la calle a la que la prensa les dio un fuerte eco. Fue el primer traspié y la primera pérdida importante de capital político notable en la gestión de Alberto Fernández.
-¿Qué dimensión le da a los efectos del intento de expropiación?
-La que enmarca la sensibilidad de los actores citados en la anterior pregunta, pero que a la vez exceden al concurso. Si bien la familia no tiene energía para atender tantos frentes de batalla -no hizo despidos y mantiene los salarios al día-; es probable que el Estado deba responder por sus errores luego.
-¿Lo entiende como falta de tacto, un envión político del Gobierno u otras intenciones?
-Lo atribuyo a un combo de ellas: la falta de tacto se ilustra en la información insuficiente con que se irrumpió. Lo más grosero es que un poder asaltó a otro y se metió en un concurso. El envión político lo dan las líneas de la senadora Anabel Fernández Sagasti –la mano que resguarda el capital político-, del gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, y el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, para converger en Alberto Fernández..
-¿Cree en algún tipo de intervención estatal como forma de remontar la situación?
-No. La historia general lo prueba. Los ejemplos de Aerolíneas Argentinas, que pierde dos millones de dólares por día, y de YPF bastan. En particular, todas las acciones llevadas a cabo perjudicaron a Vicentín.
-Se fue comprobando un manejo irresponsable del directorio de Vicentín en los años previos al default que llevaron a esa situación. ¿Dónde lo coloca en la historia?
-Con el diario del lunes es muy tentador señalar irresponsabilidades. La capacidad de molienda del sector siempre creció desmesuradamente hasta que los rindes productivos la cubrían. Ese ciclo se repitió.
-Entonces, ¿a qué lo atribuye?
-Repartiría las influencias a errores de gestión, pero la audacia es innata al espíritu emprendedor. Las condiciones que ofrece Argentina son similares a un circuito de Fórmula 1 cuya pista está en pésimo estado: cualquiera se va al pasto. BLD fue otro ejemplo. En 18 meses, Argentina soportó una devaluación del peso de 190% y el Riesgo País complica la obtención de financiamiento externo.
-Justamente, en ese contexto, cuando Mauricio Macri ya sabía que terminaba su mandato, se aceleraron los créditos para prefinanciar exportaciones.
-La prefinanciación de exportaciones opera en virtud del nivel de molienda. El Régimen de Admisión de importaciones temporarias se abrió en 2015 y fue lo que contribuyó a ese aumento de facturación. Los bancos seguían de cerca y acompañaron ese proceso.
-¿No cree que se dio más crédito del que correspondía?
-La línea del Banco Nación tuvo una evolución acorde a la facturación y creció mucho más en porcentaje durante el gobierno de Cristina Fernández. De hecho, Matías Kulfas fue firmante al integrar en ese momento el directorio.
«Las condiciones que ofrece Argentina son similares a un circuito de Fórmula 1 cuya pista está en pésimo estado: cualquiera se va al pasto»
-¿No hubiese ocurrido con una administración sin afinidad política?
-Es falso. La relación con el Banco Nación fue siempre la misma. No lo vinculo, porque una gestión de cuatro años no incide en la historia de 90. Infinidades de historias se cuentan en nuestra economía donde un soplido cambia la suerte.
-La banca extranjera sospechó de maniobras de ocultamiento de los estados financiero durante 2019 para que no se cortara el crédito. ¿Pudo abordar el tema?
-Entre el estrés financiero y el día del concurso hubo negociaciones, porque no les convenía ir a la fila de acreedores. El plan conversado pretendía activos de la compañía y fue rechazado por el directorio por cuanto buscaba una venta a desguace. El discovery no arrojó nada concluyente.
-¿Cómo percibe que se definirá el concurso?
-Hago pie en la voluntad política, que hasta ahora ha sido muy mala con la agroexportadora. Sin este factor, es posible recomponer una salida.