José Luis Antúnez, el presidente de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), la sociedad anónima del Estado que maneja las centrales nucleares Atucha I y II y Embalse, planifica los próximos 15 años de desarrollo industrial vinculados a la energía atómica. Luego de cuatro años de parálisis de toda iniciativa en el área, este ingeniero histórico dentro de la compañía anticipa que en diciembre comenzarán los trabajos de planificación de ingeniería para el reactor CANDU en Córdoba, situación que demandará mano de obra en la región. Al mismo tiempo, avanza la concreción del reactor con tecnología china para una cuarta central ubicada en Lima, provincia de Buenos Aires. La clave del desarrollo energético nuclear, que hoy aporta al Sistema Argentino de Interconexión el 10% del total de la generación de energía eléctrica, viene asociada a la transferencia tecnológica junto a la industria nacional.
En el horizonte de más corto plazo, surgen dos preocupaciones. La primera es la bajante del río Paraná, afluente utilizado para enfriar las centrales Atucha I y II. De continuar y profundizarse la emergencia hídrica, ambas centrales podrían salir de funcionamiento. Por el momento, operan al 100 por ciento de su capacidad. Por otra parte, Antúnez mira de cerca lo que sucede con el préstamo chino para las represas de Santa Cruz, un esquema financiero similar al que se aplicará en la construcción de la nueva central nuclear.
-¿Cuál es el plan de acción que se trazó al llegar a la conducción de la empresa?
-Decidimos continuar el contrato con China para construir la central con tecnología Hualong (dragón chino). El segundo objetivo fue actuar contra la cancelación ideológica de Cambiemos y avanzar con las tecnologías de uranio natural y agua pesada. Por lo tanto, nuestro plan incluye la operación de las centrales existentes pero también invertir en la extensión de la vida útil de Atucha I. Esta central produce casi el 40 por ciento más de la energía prevista cuando se la diseñó. Se invertirán 300 millones de dólares en los próximos cinco años para extenderle su utilidad.
-¿Se necesitará financiamiento externo?
-Hará falta el equivalente a unos 300 millones de dólares, porque la mayor parte de la inversión se realizará en pesos y dentro del país. Los componentes importados que se necesitarán no tienen tanto peso como para buscar financiamiento externo. Otra inversión que pensamos realizar, con un monto similar, está destinada al almacenamiento de los elementos combustibles gastados de Atucha II.
-¿Cómo es la integración entre la generación de energía nuclear y el desarrollo de la industria local?
-La integración surge de la tradición que tenemos de la experiencia que nació con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Así fue con las tres centrales y la ampliación de Embalse. Es decir, tenemos un clúster de proveedores nacionales e industriales y un gran clúster con las empresas constructoras. Debemos aprovechar esta historia de 50 años de tecnología porque son inversiones claves para la industria nacional que se reflejarán en la generación de empleo industrial.
-¿Cuál es el impacto concreto de esa integración?
-Si sumamos todas las inversiones, estamos arriba del 60 por ciento de componentes industriales locales, que abarcan el sector metalmecánico, eléctrico, la industria química y la construcción.
-El proyecto CANDU y la central que se proyecta con China presentan dos esquemas diferentes de transferencia de tecnología. ¿Qué aportará cada uno de ellos en término de desarrollo local?
-En 2014, nuestro plan original era ejecutar ambas centrales. Íbamos a comenzar primero por la CANDU y luego con el reactor de tecnología china. El proyecto Hualong contiene una menor integración con la tecnología local pero resulta una situación esperable cada vez que incorporamos una tecnología de combustible distinta. Así nos pasó con Atucha I, hasta que a través de los años logramos complementarnos con la industria nacional. Hoy todos los componentes internos del reactor de Embalse en Córdoba, cuando le extendimos su vida útil por 30 años, fueron fabricados en el país.
-Ahora cambiarán el orden.
-Sí, primero avanzaremos con la tecnología Hualong, que ya tiene financiamiento. Y como no contamos con los fondos para el proyecto CANDU pero queremos acelerar su desarrollo industrial, vamos a programar primero la ingeniería básica del proyecto que se construirá en Embalse. Vamos a generar mucho trabajo de ingeniería en la región de Córdoba, seguramente a partir de fin de año. Una vez hecha esa ingeniería vamos a proceder, en la medida de la disponibilidad presupuestaria, a comprar la tecnología y los componentes de origen nacional. Pensamos construir el reactor completamente en el país.
-¿Cuál será el aporte de ambos proyectos al sistema energético?
-Serán 1800 MW, 1100 la máquina de China y 700 el proyecto CANDU. El total se condice con la potencia instalada actualmente en las tres centrales. Es decir que estaríamos duplicando la potencia instalada de NA-SA. No será de manera inmediata. El primero de los proyectos terminaría dentro de ocho años y el segundo, en 10 años. Tal cual está dado el sistema en la actualidad, duplicaríamos la participación de la energía nuclear en el total de la generación eléctrica.
-¿Por qué resulta relevante reflotar la planta de agua pesada de Arroyito en Neuquén?
-Es un proyecto clave para las tecnologías de uranio natural y es esencial para las centrales en funcionamiento. La paradoja fue que, a pesar de que la Argentina es la dueña de la planta de agua pesada más grande del mundo, tuvimos que importar agua pesada porque el gobierno anterior había desistido de esta infraestructura. La última compra que hicimos fue por 20 millones de dólares. Necesitamos que la planta esté en funcionamiento cuanto antes. Además de las toneladas que requerimos para las centrales que están funcionando, debemos fabricar cerca de 600 toneladas de agua pesada para la primera carga de CANDU.
-Para 2050, la producción de energía eléctrica debe eliminar la emisión de carbono, que hoy llega al 65 por ciento. ¿Habrá empresas que saldrán perjudicadas?
-Hablamos de inversiones muy difíciles de encarar para un privado que mide con la vara del flujo de caja. Hay que cambiar el método de análisis financiero de estos proyectos. Con el método de flujo de caja, se termina quemando carbón o petróleo.
-¿Porque resulta una ecuación más rentable en el corto plazo?
-Sí, es más rentable porque el método de flujo de caja les da cero renta a partir del vigésimo año. El problema no es de la máquina sino del instrumento con que se mide esa rentabilidad. Lo mismo se puede decir de Yacyretá.
-¿Este escenario llevaría a considerar a la energía como un componente para el desarrollo industrial más que como una materia prima que tiene un valor/tarifa?
-Absolutamente. Se oyen expresiones que hace 30 años eran imposibles de escuchar. Por ejemplo, los costos sociales, porque los métodos estrictamente económicos financieros inducirían a seguir quemando carbón y petróleo hasta que la cosa reviente. Hay 400 años de reservas de carbón, aún con la obscena tasa de consumo actual de 8000 millones de toneladas por año.
-¿Podría existir una puja de intereses con sectores petroleros que ven a Vaca Muerta como la joya energética?
-Totalmente. El sector petrolero y carbonero a nivel global tiene intereses económicos altísimos. No les va a causar ninguna gracia que le bajen las ventas. Hay que decir "esto está prohibido, invente un método para no contaminar la atmósfera". Multar no sirve. Es un argumento que sostenemos los nucleares: hay que premiar al que no emite carbono. Si multás, vienen con un cheque y siguen quemando. El mejor incentivo es premiar al que no emite.