LA ECONOMÍA Y LAS URNAS

Tras otro apretón del cepo, el blue amenaza con volverse tema de campaña

El Banco Central limitó más la operatoria de los dólares paralelos legales. El clandestino llama. Campaña y después. El Fondo condiciona.

Con todos sus efectos negativos y su mayor eficacia para impedir el ingreso de divisas al país que para evitar su salida, el cepo cambiario le ha permitido hasta ahora al Gobierno escapar a una regla de los procesos electorales: que la cotización se apodere de los grandes titulares periodísticos e introduzca una dosis extra de incertidumbre y tensión. Sin embargo, el control de cambios tiene vida propia y, cuando se hace sostenido, impone adoptar nuevas regulaciones para tapar las hendijas que habían dejaron las anteriores, inevitablemente descubiertas por un mercado que siempre está en busca de oportunidades. Tras la calma reciente y a algo menos de un mes de las PASO del 12 septiembre, la presión amenaza con volver.

 

 

Eso impedirá el uso de que los depósitos se realicen en cuentas de terceros, en particular las de Agentes de Liquidación y Compensación (ALyC).

 

Las operaciones con los dólares paralelos pero legales –el CCL y el "MEP", Mercado Electrónico de Pagos, o bolsa– consisten en la compra de títulos públicos en pesos y su venta posterior en dólares, de lo que surge una cotización. La diferencia entre ambas modalidades es que el "contado con liqui" culmina fuera del país, donde quedan depositados los dólares, mientras que el MEP finaliza dentro de la Argentina. Por tratarse de operaciones entre privados, no afectan las reservas del Banco Central, aunque un incremento de sus valores sí puede ampliar las brechas con el tipo de cambio oficial e incidir sobre las expectativas de devaluación de este, por lo que el Banco Central necesita mantenerlos bajo cierto control.

 

El último informe de Consultatio para sus clientes explica que "lo más importante de las medidas no es el impacto que puedan producir, que entendemos es limitado, sino el hecho de que revelan cuál es el diagnóstico oficial sobre el problema cambiario".

 

En efecto, este indica que "las nuevas restricciones son el resultado de la necesidad de mitigar el efecto de las restricciones anteriores. Al intervenir en la brecha vendiendo (títulos públicos) AL30, el Gobierno introduce un esquema de tipos de cambio financieros múltiples que vuelven rentable (e inevitable) el arbitraje (rulo)".

 

"Con este diagnóstico y estas restricciones, la conclusión es clara: las restricciones que vimos esta semana tampoco serán las últimas", señalan analistas de Consultatio, que estiman que el eventual acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) debería imponer cambios a un esquema tan distorsivo de una operatoria normal.

 

En concreto, con la nueva normativa, el Central busca "limitar la operatoria minorista (con) el ‘contado con liqui’ (…) y favorecer la transferencia de dólares desde cuentas comitentes (donde no forman parte de las reservas) hacia cuentas bancarias (que sí se incluyen como parte de los encajes bancarios)".

 

Lo dicho indica una preocupación por la evolución de las reservas de la autoridad monetaria, que lograron superar los 42.000 millones de dólares sobre el final de la temporada alta de la soja, pero que ingresaron, superada esta, en un nuevo período de tensiones. En efecto, aun cuando el complejo sojero siguió liquidando divisas que permitieron al Central comprar 450 millones de dólares en el último mes, la sumatoria de pagos al propio FMI más el costo de la intervención en el mercado del CCL y la cotización del oro y las tenencias en yuanes en relación con el dólar se tradujeron en una merma total de 750 millones.

 

Fuente: Consultatio.

La otra opción para incidir sobre la brecha, explica la consultora, es la política monetaria, con un incremento de las tasas de interés. Sin embargo, esto aparece vedado por la lógica de una campaña electoral que necesita estimular el consumo y no frenarlo, algo revelador del limitado horizonte de la política económica del momento.

 

Ahora bien, si el acceso al dólar ahorro está severamente limitado –por el cupo de 200 dólares y por numerosas restricciones vinculadas a la recepción de alguna de las variadas herramientas oficiales de crédito barato o ayuda social– y si la operatoria con los tipos de cambio arbitrados en bolsa se obtura para el universo minorista, ¿qué cabe esperar? De manera no sorprendente, una presión adicional sobre el pequeño, opaco e ilegal mercado del blue.

 

Por supuesto que esto no tiene por qué sentirse en lo inmediato, pero la tendencia parece apuntar en esa dirección.

 

Otra vez, por tratarse de operaciones entre privados, el dólar blue no tiene por qué influir sobre el nivel de reservas, salvo en lo que atañe a los fraudes que conlleva todo control de cambios: la sobrefacturación de importaciones y la subfacturación de exportaciones, que resta billetes verdes al canal formal. Asimismo, este no es un tipo de cambio que incida más que marginalmente en la formación de precios, pero resulta nocivo por el lado de las expectativas.

 

Cuando el blue sube rápidamente y saltando varios escalones a cada paso, el tema se instala en los titulares de los medios de comunicación y en el discurso de los analistas. Así, el aumento de la brecha con el oficial incide sobre las expectativas de eventual devaluación del tipo de cambio oficial, lo que, a su vez, lleva a los importadores a anticipar sus compras y a los exportadores a pisar sus ventas, lo que afecta el saldo comercial y, con ello, el poder de fuego del Banco Central.

 

Evitar las profecías autorrealizadas será, en lo inmediato y con las urnas a la vista, la prioridad de Miguel Ángel Pesce y, en lo que le atañe, del ministro Martín Guzmán. Luego, cuando se pueda, pero lo antes posible, el Gobierno –el país– alguna vez deberá plantearse de qué modo es posible salir de la trampa del cepo, una que reclama restricción sobre restricción y termina ahogando la chance de que el país se dé, de una vez por todas, un proceso de crecimiento sostenido.

 

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