Empezó la Copa América en Brasil y, para varias figuras del Gobierno y la dirigencia de Argentina, es una semana de ucronías: ¿qué habría pasado si el torneo se estuviera jugando en Argentina? ¿Habría menos casos que los 52 que reportó hasta este jueves la organización brasileña? ¿Le hubiese servido a la Casa Rosada tener a Neymar, Messi y Suárez en los estadios del país? ¿Pifie o acierto?
Varias de esas preguntas aparecen en los grupos de WhatsApp de una dirigencia que, con el fútbol local en reposo, mantiene la vorágine que imponen los mensajes y metamensajes que salen de oficinas como el Juzgado Civil N° 59, a cargo de Mariana Callegari, que le pidió a la Inspección General de Justicia (IGJ, el organismo que regula las sociedades comerciales y las entidades civiles) que se expida sobre la validez de la elección virtual de Claudio Tapia en mayo de 2020 como presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). La IGJ impugnaría esos comicios. La manera de hacerlo público sería respondiendo la petición de la jueza.
Mientras todo eso sucede, la Selección argentina navega por una Copa América que la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) se propuso organizar cueste lo que cueste y que, luego de la deserción del gobierno argentino, encontró en Jair Bolsonaro un socio inesperado.
Además de asegurarle cinco sedes en medio de su pelea política con gobernadores opositores por el manejo de la pandemia, el presidente de Brasil consiguió algunos gestos económicos que atenuaron el cimbronazo de Mastercard, AmBev (Budweiser, Brahma, Stella Artois, Corona, Antarctica, Skol) y Diageo (Jonnhy Walker, Smirnoff), que a última hora retiraron su patrocinio del torneo sin demasiadas explicaciones.
El excéntrico Luciano Hang, dueño de la cadena de supermercados Havan, sumó a su empresa como esponsor de un certamen que contrasta –por el público en las tribunas pero, sobre todo, por el nivel de juego– con la Eurocopa, que se juega en paralelo. Hang no es cualquier empresario: financió la campaña presidencial de Bolsonaro y fue denunciado por contratar a agencias de comunicación para difundir “noticias falsas” sobre Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT). Su aporte a la Copa de la Conmebol no puede escindirse de su amistad con Bolsonaro. El fútbol, se sabe, también sirve para mapear relaciones de poder.
La trama Asunción-Buenos Aires
Las dos personas que conducen la Conmebol –su presidente, Alejandro Domínguez, y su secretario adjunto, el argentino Gonzalo Belloso – profundizaron su malestar con Tapia luego de que Argentina formalizara su dimisión a hospedar el torneo continental.
A Chiqui lo responsabilizan por no tener ningún peso en el gobierno de Alberto Fernández ni tampoco en el plantel que dirige Lionel Scaloni. En el edificio con inmunidad diplomática de Luque, en la periferia de la capital paraguaya, ponen como ejemplo un pedido puntual que le hicieron a Tapia meses atrás: querían un video de Messi bancando la localía argentina, algo que nunca llegó a pesar de que Tapia lo dio por descontado.
La relación entre la AFA y la Conmebol está dañada desde la última Copa América, disputada también en Brasil, en 2019, cuando, después de la eliminación de Argentina ante la verdeamarela en semifinales, desde Viamonte 1366 salió una carta que homologaba las declaraciones en caliente de Messi: con algún eufemismo, daban a entender que el árbitro estaba comprado.
En esa carta se ponían en duda “los principios de ética, lealtad y transparencia que usted recurrentemente invoca”. El “usted” tenía nombre y apellido: Alejandro Domínguez.
Planeada y escrita por el ladero de Tapia, Pablo Toviggino, la misiva detonó el puente que conectaba a Buenos Aires con Asunción. Semanas más tarde, quedó oficializado en una reunión del Consejo Ejecutivo de la Conmebol en la que se decidió desplazar a Tapia de su cargo en la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA).
Algunos funcionarios hacen una lectura en retrospectiva que alimenta su bronca con Tapia: ese despido creó las condiciones para que, un año después, la FIFA nombrara a Mauricio Macri como presidente de su Fundación.
Al presidente de la Conmebol y al presidente de la Argentina los une la desconfianza que les despierta Tapia. Por ese pasado reciente y por este presente. Lo evidenció la reunión del 26 de mayo en la Quinta de Olivos, cuando el Gobierno pidió protocolos más estrictos que el organismo del fútbol continental no podía garantizar. En ese encuentro estuvieron Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el ministro de Deportes, Matías Lammens; el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; Domínguez y Belloso. ¿Tapia? Una ausencia que explicaba todo y que excedía la organización del torneo continental.
La Conmebol, que comprime calendarios y obliga a jugar en contextos a veces imposibles –“solamente les importa el dinero”, sintetizó el martes Moreno Martin, capitán de la selección boliviana contagiado de covid–, siempre está en la búsqueda de nuevos socios para desarrollar lo que no oculta en definir como un negocio. La máquina no puede parar. Por eso, lo que la Conmebol no encontró en Argentina siempre lo encontrará en otro lado. En este caso, el Brasil de Bolsonaro.