A poco más de diez días del ballotage presidencial, Perú vive una convulsión nacional que rememora las peores épocas del conflicto con las organizaciones armadas. El domingo por la noche, un ataque en la localidad de San Miguel del Ene dejó un saldo de 16 personas asesinadas, cuatro de ellas menores de edad. Ante las rápidas acusaciones que recayeron en la guerrilla maoísta Sendero Luminoso (SL), la contienda electoral entre la conservadora Keiko Fujimori, hija del dictador Alberto Fujimori, y el izquierdista Pedro Castillo suma un ingrediente que oscuro.
Existían dos confirmaciones entre la estela de dudas que rodeaba a la investigación al cierre de esta edición. Una es que el atentado se realizó en dos bares ubicados en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), una región selvática conocida por la presencia de grupos armados irregulares y narcotraficantes, donde ya se han registrado actos similares en el pasado. La otra es que en la escena aparecieron panfletos firmados por el Militarizado Partido Comunista del Perú, con fecha del 10 de mayo de este año, que convocaban al pueblo a boicotear “las elecciones burguesas” y aseguraban que “quien vote a favor de Keiko Fujimori es asesino del Perú”.
El ataque entra de lleno en la contienda electoral por dos motivos. Por un lado, porque falta poco para que más de 25 millones de personas acudan el 6 de junio a las urnas para elegir a las autoridades ejecutivas hasta 2026; por el otro, porque la agenda relacionada con los grupos armados que existieron con fuerza entre 1980 y 2000 está a presente entre la hija del dictador –recordado por haber aniquilado a las fuerzas irregulares, con un gran costo humano y social– y Castillo, el candidato que llega con una agenda de izquierda al que se intenta relacionar, justamente, con dichos grupos “comunistas”. Toda la campaña estuvo marcada por la polarización entre fujimorismo y el antifujimorismo, entre quienes denuncian una mano oscura de la derecha detrás de lo sucedido para apelar al miedo y quienes acusan a sus opositores de tener alianzas con organizaciones que asesinan niños y niñas.
Así quedó de manifiesto con las primeras acusaciones hechas por los sectores que respaldan a Castillo. El secretario general de su partido, Perú Libre, Vladimir Cerrón, denunció que el fujimorismo estaría detrás del atentado al asegurar que “es la derecha que necesita de Sendero para querer ganar” y que “los contrarios se necesitan”. También se pronunció una excandidata congresista que se unió a Castillo en esta segunda vuelta, Lucía Alvites, quien afirmó que al fujimorismo “no le importa matar a peruanos para hacerse del gobierno”. Asimismo, la candidatura progresista intenta desligarse en base a un dato empírico: en Vizcatán del Ene, distrito donde ocurrió la matanza, arrasó con el 66% de los votos, es decir, no necesita amenazar a quienes votan por Fujimori.
Desde la derecha también hubo acusaciones hacia los simpatizantes de Castillo. Integrantes de la campaña de Fuerza Popular denunciaron que la izquierda responsabiliza al narcotráfico porque tiene lazos con la guerrilla y Kenji Fujimori, hermano de la candidata, aseguró que “el terrorismo no quiere que Keiko sea gobierno” porque lo vencerá como hizo su padre. Por su parte, la propia postulante rechazó “las insinuaciones afiebradas” que la relacionan con la matanza y, al intentar capitalizar el atentado, aseguró: “Para los que tenemos más de 45 años, esto no es una novedad. Para muchos de los jóvenes quizás sí y este tipo de actos tenemos que rechazarlos profundamente”. La derecha apela a reforzar su discurso de seguridad destinado al electorado que recuerda el conflicto armado al presentarse como la fuerza que ya derrotó y que volverá a derrotar a los grupos armados.
La vinculación directa con Sendero Luminoso no deja de generar debates. El Ejército responsabiliza al Militarizado Partido Comunista de Perú, una escisión de la guerrilla maoísta que lideró Abimael Guzmán hasta 1992, año de su captura. Aunque el líder de este grupo, Víctor Quispe Palomino, integró las filas de SL, luego de la detención de Guzmán rompió filas para mantener la lucha armada y formó dicha guerrilla en el Vraem junto su hermano Jorge, quien murió en enero luego de una operación del Ejército. De esta forma, la reivindicación marxista quedó olvidada en el tiempo y, según todos los reportes de inteligencia, Palomino es parte de las redes de narcotráfico instaladas en esta región de la selva andina olvidada por el Estado, donde los niveles de vida son paupérrimos y donde se produce, según la Organización de las Naciones Unidas, el 67% de la coca de todo el Perú. La responsabilidad de grupos irregulares existe, pero tiene poco del viejo y ya diezmado Sendero Luminoso.
Otro factor se agrega a este combo de violencia, polarización e incertidumbre son los antecedentes. En la previa de las elecciones regionales de 2014 y las presidenciales de 2016. dos ataques en la misma región atribuidos al mismo grupo dejaron un saldo de 28 policías y diez personas civiles muertas, respectivamente. En aquel entonces, las acusaciones entre fujimoristas y antifujimoristas también llenaron el debate público. Con este panorama, las encuestas que hasta hace unos días anticipaban una victoria de Castillo por una diferencia de casi diez puntos quedan obsoletas, a la espera de nuevos sondeos, ante la imposibilidad de lograr definir qué sector pagará el costo político.
En las aguas revueltas de los Andes, Keiko Fujimori aparece con mejores posibilidades de pescar al contar con el respaldo del establishment político y económico, los grandes medios de comunicación y el temor que aún genera el conflicto armado en gran parte de la sociedad. Aun así, nada está definido. Castillo fue la gran sorpresa de la primera vuelta y mantiene una distancia importante para hacer de esa promesa una realidad el próximo 6 de junio.