El capitalismo de los Estados Unidos fue por décadas el ideal de la derecha argentina, pero esa certeza está ahora mismo inmersa en un proceso veloz de cambio: el primer discurso del presidente de ese país, Joe Biden, ante la Asamblea Legislativa, pronunciado el miércoles a la noche, apuntó a un cambio de época en el que conceptos como intervención del Estado, gasto público, distribución del ingreso, mayores impuestos a los más ricos y a las corporaciones y hasta sindicatos dejarían de equivaler a malas palabras.
No es un dato menor que el gobierno de la hiperpotencia pretenda consumar un giro semejante, que supondría una vuelta de campana con respecto al sentido común iniciado por la "revolución conservadora" de Ronald Reagan en los años 1980. El efecto derrame de las tendencias ideológicas estadounidenses suele ser fuerte en América Latina.
Sin embargo, la derecha criolla no se quedará huérfana: si terminó de aclarar su impronta, que no es estrictamente liberal sino más bien conservadora de mercado, cuando comenzó a asumirse crecientemente como paleolibertaria, seguirá encontrando en aquel país referentes en un Partido Republicano que parece haber perdido el centro de modo duradero.
Ese sector del espectro ideológico argentino es minoritario por el momento en términos de votos, pero a la vez es el más activo de la derecha en la difusión de sus ideas y cuenta con la ventaja de ofrecer un modelo estilizado, simplón y salpicado de buenos y malos, algo siempre atractivo para parte de la ciudadanía. Sus referentes, entre los que el economista Javier Milei es acaso el vocero más estruendoso y mediático, no dudarían en dedicarle a Biden epítetos como "zurdo" y hasta sus insultos habituales debido al giro en ciernes.
Además de proponer un paquete de gasto público en infraestructura "como solo se ve en una generación", el demócrata, que se referenció en Franklin D. Roosevelt, el más izquierdista de todos los presidentes que dio ese partido, cometió otras "herejías". "¿Cómo financiaremos mi plan de empleo y familia? Podemos hacerlo sin aumentar el déficit fiscal. No voy a imponer ninguna suba de impuestos a las personas que ganan menos de 400.000 dólares (por año), pero ya es hora de que las empresas y el 1% más rico de los estadounidenses empiecen a pagar la parte que les corresponde", dijo ante el Congreso. "Wall Street no construyó este país. ¡Lo construyó la clase media y los sindicatos construyeron la clase media!", agregó.
El cambio de paradigma tenía que tener un escenario a la altura. Por primera vez un presidente estadounidense dio su mensaje al Congreso en ocasión de cumplir –este viernes– cien días de mandato flanqueado por dos mujeres: la vicepresidenta, Kamala Harris, y la titular de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Biden, quien construyó una carrera extensa como senador en base a una imagen de moderación y hasta de cierto conservadurismo, no deja de sorprender con posturas que agradan al ala progresista del Partido Demócrata. Desde que asumió el 20 de enero, ya propuso un plan de estímulo económico de 1,9 billón de dólares –aprobado por el Congreso– para sostener a las empresas y el consumo. El miércoles formalizó otras dos propuestas: un megaplán de obra pública y adecuación "verde" de la matriz energética de dos billones de dólares y el "Plan de las Familias Estadounidenses" de 1,8 billón de dólares, que se destinarán a financiar la educación inicial, primaria y secundaria y el cuidado de los niños.
La pandemia lo hizo. Tanto es así, que el paquete total de gastos –casi seis billones de dólares, algo así como 15 o 20 PBI de la Argentina–, que habría desvelado en otro contexto al mundo de las finanzas, recibió este jueves una respuesta calma en Wall Street. Pragmáticos, los inversores dejan correr un aumento de la presión tributaria que ya descontaban y se preparan para recoger los frutos de una actividad económica más sostenida, que debería reflejarse en el precio de las acciones que tienen en cartera.
La crisis sanitaria por el nuevo coronavirus derivó en una dura recesión, que en el peor trimestre del año pasado llegó a una cifra asombrosa de -30%. El rebote ha sido desde entonces tan voluminoso como la caída, pero la economía aún funciona con casi ocho millones y medio de puestos de trabajo menos que antes.
En ese contexto, Biden propuso aumentar el impuesto a las Ganancias para las grandes empresas del 21% al 28%, el que pagan las personas físicas que se hagan de más de 400 mil dólares anuales del 37% al 39,6% y el que corresponde a las Ganancias de Capital para quienes tengan ingresos superiores al millón de dólares del 20% a casi el 40%. Además, pretende limitar las exenciones fiscales para esos sectores, controlar mejor el recurso de desviar dinero hacia paraísos fiscales y aclarar ciertas lagunas que desde hace décadas permiten a los más acaudalados hacer contabilidad creativa que priva al Tesoro de cientos de miles de millones de dólares cada año.
Para concretarse, el cambio cultural requerirá que las intenciones devengan primero en políticas efectivamente aplicadas y con resultados tangibles. Para eso, el Congreso deberá dar su visto bueno, algo factible en la Cámara de Representantes y más complejo en un Senado prácticamente dividido entre demócratas –entre los cuales también hay legisladores bastante fiscalistas– y republicanos.
Sin embargo, no deja de ser interesante que Biden retome viejas banderas demócratas como la de la clase media, una que no había desaparecido de su discurso, pero que había quedado limitada en los hechos durante mandatos que no sacaron los pies del plato de la ola cultural posreaganiana como los de Bill Clinton y Barack Obama.
Sin perder el foco de la defensa de las minorías –habrá que ver hasta qué punto lo consigue, por caso en materia de gatillo fácil policial–, las mujeres y el medio ambiente, Biden busca recuperar para su partido parte de un electorado que supo pertenecerle pero que, a falta de concreciones, abrevó recientemente en la fuente de Donald Trump.
La política estadounidense se prepara para vivir un cambio de época. ¿Derivará eso en un nuevo sentido común, diferente del reaganiano, que postula que los ricos deben ganar más y más, de modo que su bienestar derrame luego hacia abajo? ¿Llegará esa ola a la Argentina?
Conviene prestar atención: se vienen tiempos interesantes.