El primer acto de una nueva dinámica política

La puja por las clases presenciales vino a romper con la idea de que existen sectores “moderados” que puedan llegar a un consenso.

Las medidas restrictivas que tomó el presidente Alberto Fernández ante la crisis sanitaria actual generaron un conflicto político que plantea varios problemas a analizar. El primero de ellos es la cuestión sobre la existencia o inexistencia del siempre buscado espacio político de centro. No necesariamente de un partido “de centro”, sino de un espacio multipartidario ajeno a la polarización kirchnerismo/antikirchnerismo, que permitiera lograr acuerdos políticos de mediano y largo plazo. Ese espacio intentó ser expresado durante el macrismo por el Frente Renovador de Sergio Massa y su “ancha avenida del medio”, tentando a figuras de otras fuerzas como Roberto Lavagna y Margarita Stolbizer, y caudillos del interior como Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey. En 2020, esa búsqueda fue reeditada por la ilusión de un concordato frente a la pandemia entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta

 

La fuerte disputa planteada por Rodríguez Larreta sobre la presencialidad en las escuelas como eje de la discusión sobre las medidas restrictivas termina de dinamitar la idea de que ese sector de centro político multipartidario exista siquiera. Es decir, el conflicto rompe la idea de que existen sectores “moderados” que puedan llegar a un consenso y que no se representan ni en la gestualidad ni en el imaginario de Mauricio Macri ni en el de Cristina Fernández de Kirchner. También refuta, junto con los resultados de las elecciones de 2019, la idea de que existan “votantes en disponibilidad” pertenecientes a este espacio de centro que no optan por algunas de las coaliciones políticas mayoritarias actuales y sus liderazgos. 

 

El segundo problema es acerca de una discusión más profunda sobre el sentido de la actitud de Rodríguez Larreta. Nos referimos al hecho de desconocer la medida de suspensión de las clases presenciales y luego el fallo judicial que suspendía la cautelar que favorecía la postura del gobierno de la ciudad. No nos meteremos aquí en una discusión sobre los fallos en el plano jurídico, sino en un análisis de la actitud política. Es sin duda un cambio de estrategia del jefe de Gobierno porteño, un cambio de “estilo” radical. Esta actitud pareciera no solo refutar la existencia de distintas alas dentro de la alianza Cambiemos (un ala moderada expresada en Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, y un ala más extrema expresada en Patricia Bullrich y Macri), sino que Larreta parece haber dado un paso más que sus compañeros de coalición. No se trata de acciones meramente declamatorias como una frase, una carta o una foto en el sur. Se trata de una disputa por quién gobierna, quién tiene poder e impone su soberanía sobre un territorio. Una disputa que implica rever las condiciones del contrato social para definir quién es el soberano, pone en suspenso ese contrato y, por lo tanto, las seguridades que establece.

 

La disputa de poder iniciada por Rodríguez Larreta es un giro copernicano. El alcalde porteño radicaliza a Cambiemos más allá del discurso, como una estrategia de tensar a sectores sociales intermedios para llevarlos hacia su posición, para acumular fuerza en su trinchera. Cuando se piensa en la idea de ir hacia el centro, se piensa en actitudes de diálogo y negociación, de establecer vínculos con sectores que no piensan igual y establecer acuerdos. Se trata de un movimiento envolvente. En este caso, lo que está haciendo el jefe de Gobierno es sentar una posición innegociable y tratar de convencer a un sector de los ciudadanos de ir hacia su posición.

 

Más allá de los resultados de esta jugada para Cambiemos y el Frente de Todos, debemos preguntarnos si es una característica coyuntural o será el tono que adoptará la campaña para las elecciones legislativas de este año. Luego de la toma del Capitolio norteamericano por los trumpistas en las elecciones presidenciales de la democracia más antigua del continente, no deben sorprendernos las posibilidades de un curso similar en la política local. Estamos viendo el primer acto de una campaña que tiene por delante aún siete meses. Las tensiones que hemos vivido esta semana se suman al estado de ánimo de una sociedad desgarrada por problemas económicos y sociales graves. Pero sepamos que estamos viviendo solo el primer acto de una nueva dinámica política.

 

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