Dos presentaciones administrativas podrían anular la reelección de Claudio Tapia y adelantar su recambio en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Apenas se conoció la noticia, su base de sustentación activó el blindaje de su líder a través de las redes sociales, mientras algunos dirigentes comienzan a asomar ante una eventual sucesión. Uno de ellos es Marcelo Achile, presidente de Defensores de Belgrano, ladero de Tapia y hombre de Alberto Fernández, a quien conoció militando cuando era chico y le prestó su club para que asumiera la presidencia del PJ la semana pasada.
El 18 de marzo, Germán Kent, entonces presidente de Nueva Chicago, fue a la Inspección General de Justicia (IGJ) para que se anularan las elecciones del 19 de mayo de 2020 donde Tapia abrochó su segundo mandato, que comenzará a regir en octubre de este año. El motivo de votar un año y medio antes respondía, primero, a la necesidad de correr a Daniel Angelici, exaliado de Chiqui, que había sido derrotado en Boca en 2019, y, la segunda, para desactivar los intentos del gobierno nacional de sacarlo de su puesto. Mientras el Presidente pensaba en Marcelo Tinelli, Máximo Kirchner y Sergio Massa, de buena relación con la AFA, intentaban seducir a Víctor Blanco, presidente de Racing y secretario general en Viamonte. Diez días después de la denuncia, Kent perdió las elecciones del club frente a Hugo Bellón, coordinador nacional de ATE Migraciones, quien confirmó que retirará la presentación. El ideólogo detrás de esa denuncia fue Daniel Ferreiro, exfuncionario de la Alianza, exvicepresidente del Torito y otrora mano derecha de Tapia, cuya relación terminó mal. Ferreiro es, además, cercano al ministro Matías Lammens y al legislador Leandro Santoro, asesor presidencial.
Hubo una segunda presentación hecha por las nuevas autoridades de San Martín de Tucumán, cuyo vicepresidente es el diputado nacional peronista Carlos Cisneros. Apoyada por el expresidente Roberto Sagra, que el año pasado se peleó con la AFA por los ascensos a Primera División, puede ser la vía por la cual la IGJ anule el proceso. El organismo estatal es presidido por Ricardo Nissen, apoderado de Máximo y Florencia Kirchner en la causa Hotesur. En las últimas semanas, Tapia quiso congraciarse con la Casa Rosada y echó del Tribunal de Ética de la AFA al fiscal federal Raúl Pleé, denunciante de la vicepresidenta Cristina Fernández en la causa dólar futuro, pero no fue suficiente.
En ese contexto, sorprendió una declaración de Achile en el programa de Coco Sily en Radio 10. “Yo soy un militante del peronismo de toda la vida. Soy albertista desde el primer minuto, siempre estuve del lado de Néstor Kirchner, de Cristina y de Alberto. Si él me llega a pedir para que asuma en la AFA lo evaluaré. Con Chiqui Tapia somos amigos y recorrimos el mismo camino”, sostuvo el presidente de Defensores de Belgrano desde hace 25 años y presidente de la Mesa del Torneo Nacional. Además, es prosecretario de AFA y en las elecciones del año pasado se quedó con una de las seis vicepresidencias que se crearon para el nuevo mandato. Tanto en la entrevista como con sus compañeros aclara que no va a ser desleal con Chiqui, pero si las elecciones se anularan y el actual presidente no participara del escrutinio, él está decidido a jugar. También, como declaró antes del partido de Copa Argentina contra Boca, “Alberto no elige al presidente de la AFA, lo eligen los clubes”, y él cree que tiene la confianza de varios. Previo al 3-0 de Boca, en plena ebullición por las denuncias, compartió con Tapia y el presidente de xeneize Jorge Ameal un acto por los 45 años del golpe cívico militar.
Achile ha dicho públicamente que habla todos los días con Tapia, que él sabe de sus ambiciones y que tienen un acuerdo político puertas adentro, pero también que no haría nada para perjudicar al presidente de AFA. Incluso reconocen cerca suyo que Chiqui nunca le pidió que mediara con Fernández a sabiendas del poco afecto presidencial hacia el vicepresidente de la Ceamse.
El presidente Fernández junto a Diego y Marcelo Achile.
Las declaraciones se dieron en la semana que Alberto Fernández asumió la jefatura del Partido Justicialista en la cancha del Dragón y muchos vieron un aval hacia Achile, quien conoce al Presidente y a su entorno desde hace casi cuarenta años. En 1982, cuando tenía 15 años, salía a hacer pintadas contra la dictadura por la avenida Libertador cuando el bajo de Núñez, su barrio de toda la vida, estaba tapizado de fábricas y casas bajas y no de las torres de edificios. Allí, además de a Fernández, conoció a Alberto Iribarne, exministro de Justicia de Néstor Kirchner y actual embajador en Uruguay, y también a Julio Vitobello, su referente político. En esos años militaban contra la pata más de derecha del peronismo de la zona encabezado por los exconcejales Raúl Padró y Juan Carlos Suardi, ligados a Excursionistas. Dada su amistad con el actual secretario general de la Presidencia es que le pidieron el estadio para el acto. Su primo Diego Achile es comunero del Frente de Todos y secretario general del PJ de la Comuna 13.
Sin embargo, algunos dirigentes se sorprendieron con sus declaraciones, puesto que, si bien dejó en claro su fidelidad para con Tapia -incluso Defensores salió a defender a Tapia en sus redes tras la denuncia-, le critican que si hubiese querido dar un mensaje contundente debería haber descartado de momento cualquier ambición personal. “En lo personal, creo que toda la vida esperó este momento. Fue al sastre el lunes a ver cómo le queda el saco, pero no le da, le queda muy grande. Le sirve que lo nombren, lo traiciona su ego”, descargó un hombre del ascenso que lo conoce. Sonaron varios nombres como Tinelli, Rodolfo D’Onofrio, presidente de River; Mario Leito, diputado nacional y mandamás de Atlético Tucumán; o Nicolás Russo, diputado bonaerense y cabeza de Lanús. Russo salió a descartar rápido esa movida, ya que su aspiración es convertirse en intendente de su distrito en 2023. Además, fue uno de los pocos dirigentes de Primera División que salieron a manifestar que Tapia fue electo de manera unánime en 2020.
Achile trabaja en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, donde es subsecretario de deporte y juventud, entidad que preside Alejandro Amor, sindicalista del gremio de municipales porteños y exvocal de Racing. Es, a su vez, representante del fútbol en el Comité Olímpico Argentino, donde conforma la pata peronista de la entidad junto a Mauricio Gómez Bull, hombre del básquet, exdiputado nacional y director de Vialidad de Santa Cruz, y con Emiliano Ojea, presidente de la Federación del Deporte Universitario Argentino. Este año hay elecciones para reemplazar a Gerardo Werthein y hay dirigentes con el aval del empresario para sucederlo que conversan con Achile para ofrecerle un puesto en la nueva conducción. “Representa al deporte más importante del país y además tiene línea directa con la Casa Rosada. Es claro que lo van a querer tener de su lado”, se sincera un hombre del deporte con Letra P. Con Ojea y Fabián Borro, presidente de la Confederación Argentina de Básquet y gerente de Aysa, conforman una suerte de mesa peronista del deporte para ganar volumen político propio.
Pero también tiene un pie en la política partidaria: este año fue elegido consejero del Partido Justicialista en la presidencia del senador nacional Mariano Recalde, que asumió hace dos semanas en lugar de Víctor Santa María, secretario general de los encargados de edificios. El peronismo porteño divide su poder en tres partes: Santa María, La Cámpora y Juan Manuel Olmos, jefe de asesores presidenciales, cuya esposa, la legisladora María Rosa Muiños, asumió como vicepresidenta. Él no pertenece a ninguno de estos colectivos, pero le respetan la trayectoria en la ciudad y tampoco descarta participar en las elecciones de este año, donde desde algunos sectores del oficialismo sugieren que Lammens podría encabezar la lista de diputados porteños.
Mientras IGJ decide si hace lugar a la denuncia contra las elecciones en el fútbol, Achile hace política y aguarda el momento para dar el salto, como si fuera un volante mixto que juega en todas las posiciones, con varios frentes abiertos, a la espera de ver el hueco por donde mandarse.