Mónica Fein es la nueva presidenta nacional del socialismo. Es su triunfo, será la primera mujer en liderar el PS. Pero también es la victoria del exgobernador Miguel Lifschitz, que hacia dentro del partido impondrá sus condiciones y estrategia y hacia fuera insistirá con la tercera vía, por fuera del Frente de Todos y Juntos por el Cambio.
Por más que sea un partido nacional, el socialismo nace y muere en Santa Fe. No se desmerece al resto del país, pero en la Bota gobernó durante doce años y desde allí puso, en su momento, un candidato a presidente, Hermes Binner. Y este año, pese a que el PS viene de perder la provincia a manos de Omar Perotti, la tendencia no se va a revertir.
Fein era la candidata de Lifschitz y también de Antonio Bonfatti, los dos exgobernadores. A ella le tocará darle aires de renovación y frescura al partido, que condujo los destinos institucionales de Santa Fe, pero solo cuenta con un diputado nacional. El objetivo no es limitarse a un provincialismo, pero el riesgo es alto.
La lista “Socialismo en Movimiento” venció en Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos, pero el triunfo se explica en el armado que el sector tiene en Santa Fe, la provincia que cosechó los votos de casi el 50 por ciento del total de emitidos.
En ese marco, Lifschitz sumó no uno, sino dos pasos. El socialismo mantendrá la equidistancia de los dos grandes tanques electorales para todavía soñar con esa tan compleja tercera vía, un deseo sin rumbo claro, pero deseo al fin.
Por otro lado, la victoria le permitirá a Lifschitz y Fein dejar atrás los intentos de los dos sectores rivales de entrar al juego de la grieta. Por más que en la nacional suene alocado, el presidente de la Cámara de Diputados santafesina renovará los votos del progresismo en su terruño.
En el medio, Lifschitz recibió este domingo un espaldarazo a una candidatura suya al Congreso. El exmandatario camina la provincia de punta a punta y definirá pronto si compite. Es el último gran elector que tiene el socialismo y jugará sus fichas con el objetivo de volver a la Casa Gris en 2023.
Competir este año en un escenario polarizado, en una elección nacional, con calendario sin desdoble, es de una escala no menor. El socialista confía en el andar esquivo de Perotti y en comerle votos moderados a Juntos por el Cambio. De competir, sumaría, a la vez, el aval de una buena porción de la UCR.
Con esas cartas sobre la mesa resolverá su futuro. Es el dirigente que mejor mide en la provincia, se quedó – junto a Fein – con el partido y puede convertirse en síntesis de gran parte del arco no peronista.