Este domingo, Bolivia vuelve a las urnas. Más de siete millones de personas podrán participar de las elecciones subnacionales para elegir a las autoridades departamentales, regionales y municipales. Por segunda vez, el país andino desarrollará una jornada democrática en pandemia, pero esta vez contará con el proceso de vacunación iniciado. El primer examen electoral para el Movimiento Al Socialismo (MAS) desde su vuelta al poder llegará con la resaca de la vuelta democrática de octubre y con las primeras definiciones políticas nacionales.
Con el temor a una segunda ola, que por momentos amenazó con postergar la jornada, y con la deseada salida de la crisis, el gobierno de Luis Arce Catacora pone en la balanza sus tres meses de gestión centrados en el cuidado sanitario y la recuperación económica. Las elecciones subnacionales no son iguales a las nacionales, ni en términos de importancia ni en dinámicas políticas. Al cambiar los estamentos estatales, las preferencias del electorado y los resultados se modifican. De todas maneras, será indudable que la jornada impactará en el devenir andino.
Los ojos estarán puestos en las definiciones de las ciudades más grandes, como Santa Cruz de la Sierra, La Paz, El Alto y Cochabamba. Ocurrirá lo mismo con los departamentos de Santa Cruz y La Paz, los más preponderantes del país. En total se elegirán a 4.962 representantes: 583 departamentales, 27 regionales y 4.352 municipales. La jornada será custodiada por más de 25.000 policías y contará con observadores internacionales de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Unión Interamericana de Organismos Electorales (Uniore) y el Parlasur.
En diálogo con Letra P, el periodista y gerente general del canal de televisión Bolivia Tv, Diego Montaño, aseguró que se espera que el MAS “repita las elecciones subnacionales de 2015” y “demuestre nuevamente ser la primera fuerza política del país porque es el único partido que tiene representación nacional”. El partido azul se enfrenta a un desafío particular: no volverá a ser candidato Evo Morales, quien se dedicó a ser el presidente de campaña y coordinar las acciones a nivel nacional con tensiones y disputas internas entre la clase dirigencial y las bases sociales.
Dos casos evidencian este desafío. Por un lado, el “sillazo” que recibió Morales por parte de un militante en un ampliado partidario; por el otro, la ruptura en la segunda ciudad más grande del país, El Alto. En la ciudad circundante a La Paz, la estructura del partido se inclinó por Zacarías Maquera, que, según sondeos, no supera el 10%, mientras que la exsenadora y expresidenta del Senado bajo el gobierno ilegal de Jeanine Áñez, Eva Copa, supera el 70% bajo las banderas de Jallalla La Paz luego de ser expulsada del partido por “traidora”. “Todos los partidos de la magnitud del MAS tienen grandes contradicciones internas, como el peronismo”, agregó Montaño desde La Paz.
Desunida y desarticulada
Por su parte, la oposición se juega la posibilidad de intentar empezar a delinear su camino político nacional luego de la estrepitosa derrota de octubre. Las principales candidaturas serán las de la expresidenta de facto, que competirá por la gobernación de Beni; el excandidato a presidente y líder del golpe de Estado de 2019 Luis Fernando Camacho, en Santa Cruz, y el excandidato a presidente en 2009 Manfred Reyes Villa, por la alcaldía de Cochabamba, quien todavía espera una posible inhabilitación electoral. La oposición busca lavarse la cara luego de la fuerte derrotada nacional, pero llega desunida y desarticulada, dos problemas que arrastra desde hace años.
Según los últimos sondeos, el escenario será similar al de elecciones subnacionales previas. el MAS encontrará dificultades para ganar los grandes conglomerados urbanos, porque su fuerza todavía persiste en las regiones campesinas y en el interior del país. Por su parte, la oposición podrá ganar las capitales, pero se acerca al reiterado desafío de hacerlo sin articulación, con peleas internas y sin un plan coordinado para generar un plan creíble para gobernar los designios del país.
La marca característica de estas elecciones para la oposición es el calibre de algunos candidatos. “Si llegan a ganar Camacho y Reyes Villa, es probable que surja una oposición más agresiva y beligerante”, explicó Montaño. Ambos son históricos enemigos del MAS, con discursos regionalistas, racistas y violentos. “Puede haber un escenario más complicado con figuras subnacionales que quieran hablarle al presidente de igual a igual, porque ellos ya fueron candidatos nacionales”, afirmó Montaño.
Una de las joyas codiciadas será Santa Cruz de la Sierra, tradicional bastión opositor al MAS y la ciudad más poblada y rica del país. La candidata oficialista será la expresidenta del Senado Adriana Salvatierra, pero se disputan la contienda el candidato de Comunidad Ciudadana, José Gary Añez, y el representante de la Unidad Cívica Solidaria (UCS), Johnny Fernández. Por su parte, el departamento cruceño se espera que lo gane Camacho, que podría representar una fuerte oposición regional a Arce y empezar a tejer los telones de una nueva candidatura presidencial.
En el Departamento de La Paz se espera una definición entre el candidato del MAS, Franklin Flores, y Santos Quispe, el candidato de Jallalla La Paz e hijo del histórico dirigente indígena fallecido en enero, Felipe “El Mallku” Quispe. En la capital nacional cuenta con una intención de voto superior al 50% el exministro de Obras Públicas de Añez Iván Arias, por sobre el masista César Dockweiler, que tiene la difícil tarea de conseguir la primera victoria azul en la historia paceña.
El MAS vuelve a someterse a unas elecciones que históricamente no le quedan cómodas y en un contexto sanitario y económico todavía adverso. El gobierno que hace pocos meses comenzó a caminar tiene el domingo una prueba importante para seguir su camino.