El discurso del presidente Alberto Fernández por cadena nacional, las definiciones de los científicos y sanitaristas, la experiencia de los países europeos y la situación lamentable en que se encuentran la mayoría de los países vecinos dan cuenta de que la segunda ola de la pandemia vendrá con los primeros fríos del otoño-invierno.
Acaba de terminar el verano y, sin embargo, la curva de infectados en lugar de disminuir está creciendo. Prácticamente estamos teniendo 8.000 casos diarios y nos enfrentamos a la nueva cepa de Brasil llamada “Manaos”, que es aún más peligrosa por la velocidad de contagio, pero fundamentalmente por la mortalidad que provoca.
Es hora que tomemos decisiones terminantes al respecto. Tanto Brasil como Paraguay están al límite de su capacidad sanitaria y Argentina tiene las fronteras no solo abiertas, sino que al estar los ríos con poquísima agua, en la práctica no existen. Los contagiados que están llegando de otras latitudes hacen extremadamente difícil el aplacar los contagios. Entonces es menester blindar todo lo posible nuestra territorialidad: menos vuelos o nulos desde y hacia el exterior y más control fronterizo, tanto peatonal como de vehículos.
Mientras tanto, preparémonos con toda la fuerza que el Estado puede acumular para que no nos sorprenda como la primera ola. Recuperemos la mayor cantidad de camas de terapia intensiva, los cuadros médicos y de enfermería para atender adecuadamente, los insumos necesarios para el cuidado: tanto de los pacientes como de los profesionales, encaremos una campaña de esclarecimiento y machaquemos con la necesidad del cuidado individual básico. Multemos enérgicamente a aquellos que no quieran o no reparen en la necesidad de usar barbijos de protección, ya que están atentando contra el resto de la sociedad.
Utilicemos una vez más, la generosa capacidad de inventiva de las pymes y pongámosla a producir los elementos que resulten indispensables y no que tengamos que salir de urgencia a buscar por el mundo lo que pueden fabricar nuestros empresarios, como los mencionados barbijos, los camisolines, los mamelucos de protección, botas y cofias, respiradores, jeringas, entre otros. Adelantémonos ahora que aún estamos a tiempo y con la indispensable orientación y guía del Estado, pongamos toda la fuerza al servicio de la salud bajo la consigna “Ni una vida menos, cuidemonos entre todos".
Aprovechemos la experiencia pasada, donde cantidad de pymes nos reconvertimos para fabricar aquello que requería la sociedad para salvar vidas. Hoy, con mucha más energía que hace un año atrás, nos ponemos al servicio del Presidente para que él nos señale con claridad cuál es el rol que debemos cumplir y ahí estaremos, como corresponde al servicio de la salud de nuestros compatriotas.
De nada sirve el llorar por la leche derramada o rasgarnos las vestiduras por el incumplimiento de los laboratorios del mundo al no entregar vacunas. Sabemos que los países centrales hoy acaparan el 90% de las dosis, mientras que los periféricos nos debemos arreglar con lo que les sobra. Argentina es en el concierto de las naciones del mundo, una de las que más recibió, de hecho ya pasamos las 5 millones. Países de África no han recibido nada aun.
Como si la vida dependiera únicamente del poder adquisitivo del país o de la cantidad de portaviones. La dignidad humana no se puede menospreciar de esta manera en medio de una pandemia. Las vacunas deben estar al servicio de la humanidad y no la humanidad dependiendo de los laboratorios. Por eso proponemos: que las formulas sean universales y al servicio de todos, que esta crisis sirva para entender que nadie se salva solo, ya que si la infección persiste más temprano que tarde nos afectara a todos.
Entonces hagamos lo necesario y a plena conciencia para atacar al Covid 19 con todo rigor en comunidad, única manera de proteger la vida de los demás que es nuestra propia vida.