FÚTBOL & POLÍTICA

Una final pesada que enfrenta a Tapia con sus socios

Barracas Central se juega el ascenso contra Tigre y Chiqui choca con Massa, uno de los que le dio más poder en AFA. Sospechas, garantías y el problema de subir.

Tanto en el edificio de Viamonte como en el predio de Ezeiza predomina una corrección sobreactuada: los chistes y las chicanas de otras semanas, que nunca podrían decirse en público, se guardaron para otra ocasión. Barracas Central y Tigre dirimen el primer ascenso a Primera de la temporada y las especulaciones y teorías conspirativas emergen casi como las causas y consecuencias de la pandemia de Covid-19. De un lado, el Barracas Central del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Claudio Tapia. Del otro, el Tigre del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, quien tiene como uno de sus lugartenientes en la estructura del fútbol nacional a Pablo Toviggino, mano derecha de Chiqui. Duelo de mesa chica.

 

“Estoy conforme y tranquilo. Te garantizo que en esta final, gana el mejor”, le dicen a Letra P en uno de los lados, en una alusión tangencial a las sospechas por los arbitrajes que durante todo el torneo ayudaron a que Barracas Central llegara a este partido decisivo. Pero si en este y otros años los árbitros ayudaron –algo que de verdad ocurrió, como también ocurrieron las exageraciones de quienes se quejan de esas ayudas–, en la final todo pareciera indicar que no podrá suceder. O que si sucede, al escándalo mediático se le puede sumar una rispidez que llegue hasta altas esferas del poder. 

 

Tapia lo sabe. Y aunque en privado dice que no hay nada raro, en estos días la tensión es parte de la trama: hace algunas semanas, cuando Barracas no lideraba su zona y la lupa de los medios empezaba a posarse sobre el equipo del sur capitalino, un dirigente del Gobierno le sugirió que activara las alarmas: “A vos no te conviene que Barracas ascienda”, le dijeron a un Tapia, que juraba juego limpio arbitral.

 

Después de muchos meses de turbulencias, la relación de Tapia con varios sectores del Gobierno pasa por el mejor momento. Apagado el fuego desestabilizador que había prendido Marcelo Tinelli en reuniones con el presidente Alberto Fernández, el ala kirchnerista convenció a los dirigentes de que no había mejor opción que Chiqui para los próximos cuatro años en la AFA. “Estamos en una luna de miel”, describe una persona que habla con Tapia todas las semanas. La presencia de Chiqui en reuniones en la Casa Rosada con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, en la cabecera valida esa tesitura. 

 

Las personas que le avisan a Tapia lo perjudicial que podría resultar un ascenso sospechado también relativizan la mano detrás de los arbitrajes. Saben que muchos medios masivos tienen la orden de convertir en noticia cualquier manto de duda alrededor de Tapia, Hugo Moyano o los sectores que, de una u otra manera, todavía responden al Frente de Todos. Por eso prefieren el silencio.

 

La casa de Massa

La final limpia que prometen en la AFA tiene su correlato con el peso del adversario del equipo de Tapia. Además de Toviggino, Chiqui siempre tuvo como socios a Jorge Amor Ameal y Nicolás Russo, los dos alter egos de Massa en el armado futbolero. 

 

De hecho, fue en la casa del presidente de la Cámara baja donde se pergeñó, hace casi dos años, la demolición de la Superliga para que Tapia tonificara su poder. En esa noche del verano de 2020, antes de que la pandemia tapara todo, Massa invitó a los cuatro hombres que necesitaba para darle sustento a su idea: Tapia, Tinelli, Ameal y Russo.

 

El exintendente de Tigre Consideraba que las condiciones estaban dadas para erosionar a la Superliga y para que la AFA volviera a manejar una caja que, en ese momento, disponía de 6.200 millones de pesos anuales. Esa noche, en su confortable casa en el norte del conurbano bonaerense, se creó la Liga Profesional.

 

¿Es posible pensar, entonces, que el viejo y amado club de Massa puede ser deliberadamente perjudicado? “No hay nada, no vean fantasmas donde no los hay”, insiste un dirigente. Sin embargo, el presidente de Tigre, Ezequiel Melaraña (que, obviamente, también responde a Massa), algo ve: en los primeros días de la semana se quejó al enterarse de la intención de jugar la final sin público y en Arsenal. “No hay un motivo válido para eso”, remarcó. Hubo más quejas y llamados. Y la presión surtió efecto.

 

Finalmente, el jueves al mediodía, Tapia se reunió con los dos clubes y con la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide) para fijar el escenario, el horario y los detalles del operativo policial. Ante las dudas, el consenso. El martes ya había sido designado el árbitro de la final, que será Patricio Loustau. Sobre él existe un consenso en todo el fútbol argentino: es el referí que más garantías ofrece, aunque eso no lo exima de ser juzgado de la peor manera ante un posible error.

 

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Emilio Pérsico

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