Por 232 votos contra 197, lo que incluyó a diez republicanos, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos votó y aprobó el miércoles a la noche el artículo del segundo juicio político que ha recibido Donald Trump a lo largo de su turbulento mandato. Eso abre todo tipo de especulaciones acerca de cuál será la actitud del Senado, tanto en términos de si habrá allí mayoría de dos tercios para condenarlo por su rol en el asalto al Congreso como, incluso, sobre si habrá veredicto antes del miércoles 20, fecha en la que abandonará el poder y será reemplazado por Joseph Biden.
El texto aprobado por la Cámara baja a instancias de su presidenta, la demócrata Nancy Pelosi, consta de apenas cuatro páginas y establece un único cargo: el presidente "amenazó la integridad del sistema democrático, interfirió en una transición pacífica del poder y puso en peligro a una rama del gobierno del mismo rango".
En verdad, el jefe de la Casa Blanca hizo todo lo posible para que la acusación sea difícil de refutar. El último miércoles 6, mientras se juntaban frente al Capitolio miles de sus seguidores para respaldar la denuncia presidencial de que hubo fraude en las elecciones del 3 de noviembre e impedir que el Congreso confirmara a Biden, Trump se puso al frente de la multitud para pronunciar un discurso explosivo. "Todos los que hoy estamos aquí no queremos que los demócratas radicales envalentonados nos roben nuestro triunfo electoral", dijo. "Después de esto, vamos a bajar caminando hasta el Capitolio y vamos a animar a nuestros valientes senadores y congresistas" a que rechacen la votación del Colegio Electoral, arengó. Así fue. La multitud –entre la que había muchas personas armadas– se acercó a la sede legislativa, la asaltó, rompió vidrios y puertas, atacó a los policías, ocupó despachos y se metió incluso en el recinto, todo en medio de balazos, gases, refriegas y una evacuación urgente de legisladores. Hubo cinco muertos, entre ellos, dos policías. Un militante se suicidó posteriormente, en medio de las persecuciones judiciales.
Un sistema político en crisis inédita se planteó qué hacer con un hombre al parecer desquiciado que por dos semanas más conservaría una enorme capacidad de daño y, entre otras cosas, el maletín con los códigos para activar el arsenal nuclear del país.
La 25ª enmienda de la Constitución permitía que una mayoría del gabinete, con apoyo del vice Mike Pence, declarara al presidente incapaz de llevar adelante sus tareas, lo que, con apoyo del Congreso, habría permitido el apartamiento de este a la espera de su apelación. El hecho de que, pocas horas después del intento de sedición, algunos miembros del equipo de gobierno comenzaran a presentar sus renuncias fue elocuente tanto de que esa discusión interna efectivamente existió como de que sus defensores perdieron en la puja.
La otra opción era el impeachment, una claramente menos apta por requerir de plazos mayores a los que restaban de la transición y mayorías dudosas. En eso está ahora el país que, prodigio del marketing mediante, se ufana de tener la democracia más consolidada del mundo.
A nivel legislativo, varias voces republicanas se unieron al alarmado coro demócrata. ¿Serán suficientes para conformar la mayoría de 66 votos que requiere la destitución en el Senado, toda vez que el cuerpo está dividido en 50 y 50 entre colorados y azules?
Nada menos que el jefe de la bancada republicana, Mitch McConnell, filtró la noticia de que apoyará la destitución, aunque aclaró en un comunicado que, "dadas las reglas, simplemente no existe posibilidad de que un juicio justo y serio finalice antes de que el presidente electo Biden jure el cargo la semana que viene". El cuerpo estará en receso hasta el martes 19.
Así, el juzgamiento se produciría después de la jura, cuya realización está rodeada de todo tipo de temores acerca de una reedición, incluso a mayor escala, de los desórdenes recientes. En ese caso, ¿cuál sería el sentido de destituir a quien ya no está en el cargo?
La palabra crucial es "inhabilitación". Lo que los demócratas no lograron en el primer juicio político, referido a su presunta interferencia para acusar de delitos al hijo de Biden en plena campaña electoral, podrían conseguirlo ahora. Con una condena, Trump, que se sueña eterno, no podría competir en 2024, cuando tendría 78 años… los mismos con los que asumirá Biden.
El desvelo demócrata es el mismo que el de los republicanos: el magnate mantiene un apoyo popular envidiable. De hecho, hace poco más de dos meses perdió, en lo que se refiere a voto popular, por apenas seis millones sobre un total de 158 millones de sufragios emitidos.
¿En qué sentido eso es un problema para los republicanos?
En primer lugar, no hay hoy ninguna figura dentro del Grand Old Party que emparde semejante gancho popular. Claro que eso podría construirse en los próximos años, pero una cuestión objetiva lo haría difícil: el electorado republicano hoy está dividido entre conservadores tradicionales, acaso una minoría, y sectores de derecha dura, probablemente mayoritarios y atados inextricablemente a Trump. Empujar demasiado en el sentido de lo habitual –el único expresidente republicano vivo, George W. Bush, abandonó hace rato y condenó el accionar del mandatario saliente– no haría inverosímil un escenario de ruptura en la que el viejo aparato se quedara con la tajada más chica.
En segundo lugar, dados por sentados los problemas que implica para ese partido seguir girando alrededor de las demasías de ese hombre, ¿cuál sería el costo de abandonarlo?
De acuerdo con la última encuesta de la Universidad de Quinnipiac (1.239 personas entrevistadas personalmente por teléfono a nivel nacional, con un margen de error de +/- 2,8 puntos porcentuales), posterior al burdo intento golpista del 6-E, la proporción de estadounidenses que creen o no creen que Trump socave la democracia es de 60% a 34%. Sin embargo, los republicanos y las republicanas consideran, por un margen de 73% a 20%, que, en realidad, está protegiendo el sistema.
Asimismo, el 73% acompaña sus denuncias de un masivo fraude en las elecciones. A Biden le esperan cuatro años de travesía en un campo minado. ¿También al antitrumpismo del Partido Republicano?
Hablemos de núcleos duros…