Alberto Fernández encontró al candidato a superministro que buscaba. Después de cerrar el acuerdo con los bonistas privados, Martín Guzmán salió a la cancha con mesura pero con definiciones claras y tajantes, decidido a marcar un nuevo rumbo en la economía argentina y con mucha más rosca política de la que deja ver en la superficie de sus perspectivas teóricas. Puesto en la lupa histórica, el Presidente podría estar ante su propio Roberto Lavagna.
Aterrizado desde Estados Unidos casi sobre la hora de la asunción, Guzmán escuchó durante ocho meses las críticas sobre las características personales que lo hacían, según los detractores, poco idóneo para el cargo que le había confiado el Presidente, a sus 37 años. En medio de la negociación con los bonistas, leyó infinidad de versiones sobre su probable renuncia y su recambio. Se vio empujado a ser "el ministro de la deuda" y escuchó editoriales sobre la falta de plan económico del Gobierno y sus nulos antecedentes en la gestión. "Son cosas que pasan en las negociaciones. Hay muchos intereses en juego", se limitó a decir, una vez logrado el acuerdo, quizá el primer gran logro que el gobierno de Fernández tiene para mostrar en sus primeros ocho meses de gestión.
El platense comparte con Lavagna algunas características personales. La principal, la mesura y el no dejarse mover por los pedidos e intereses de sectores duros. El propio exministro se lo dijo en una charla que compartieron en Olivos. “Vos quedate tranquilo, a mí me pedían lo mismo”, le explicó al joven discípulo de Joseph Stiglitz, bajo presión para mostrar las cartas de su plan. Con Lavagna, Guzmán tuvo una única diferencia en su última conversación pública. “Te equivocás, es un error dolarizar la deuda en pesos”, le dijo quien fuera rival de Fernández en las presidenciales de 2019 sobre el arreglo del frente interno que se vio reflejado en un artículo de la ampliación del Presupuesto. Fue casi el único cortocircuito, justo antes de su felicitación por el arreglo con los acreedores externos.
ROSCA SILENCIOSA. Pragmático y poco dogmático, el ministro de Economía se define como peronista y tiene desde hace años puesto un oído en la política local, que siguió de cerca durante los once años que pasó en Estados Unidos. Con la mirada puesta en el proceso de endeudamiento que llevaba adelante el gobierno de Mauricio Macri, Guzmán no solo pensó desde la Universidad de Columbia un plan económico para la Argentina, sino que mantuvo durante el macrismo contactos fluidos con actores que lo pusieron al tanto de la rosca y las conversaciones que definieron el armado final del Frente de Todos.
En estricta reserva, forjó las relaciones que lo llevaron hasta Fernández y, luego, hasta Cristina Fernández de Kirchner, quien lo defiende como a uno de los propios. En efecto, la única aparición pública del Presidente y la vicepresidenta juntos desde que el Frente de Todos desembarcó en la Casa Rosada el 10 de diciembre, fue el 17 de abril, en la Quinta de Olivos, cuando el ministro de Economía presentó ante los gobernadores su propuesta de deuda sostenible.
El contacto es fluido. Cristina volvió a darle su respaldo el 21 de julio, cuando avaló su posición sobre la deuda desde su cuenta de Twitter. El lunes 3 de agosto, horas antes de cerrar el acuerdo con los bonistas privados, Guzmán visitó a la vicepresidenta en su departamento de Recoleta y le contó las alternativas de la discusión. De allí se fue con su aval. Cuando llegó al Ministerio, pidió expresamente que el encuentro no se comunicara. La noticia se filtró, finalmente, vía el ala política de la alianza de gobierno. Fue uno de sus hitos en la política interna, a la manera metódica y silenciosa que es casi su marca registrada.
UN PERONISTA ENTRE CEOS. Los empresarios lo adoptaron, incluso, cuando le llovían operaciones varias de aspirantes a su cargo. Mediante algunos cuadros de confianza de su equipo, articuló con el Círculo Rojo, a través del salteño José Urtubey, que armó varios encuentros por Zoom con el ministro. Urtubey, junto al cafetero Martín Cabrales y el jefe de Laboratorios Richmond, Marcelo Figueiras, son parte de una especie de “muchachos guzmanistas”, que incluso hablaron con el ministro luego del arreglo. También está en ese espacio el banquero del BST, Pablo Peralta.
A los empresarios, que Guzmán prefiere no enumerar y mantener en reserva, les vendió el acuerdo de la deuda en privado. En una de esas reuniones, consiguió hasta el visto bueno de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos (AMCHAM) y del Atlantic Council, el polo de lobby global más liberal del país del norte. Con ese segmento del empresariado, históricamente el peronismo tuvo más disputas que acuerdos.
SENTADO EN LA CAJA. En mayo, cuando la cuarentena llevaba dos meses, el ministro le avisó al Presidente que la Argentina no podría sostener mucho más tiempo niveles de asistencia tan importantes para todos los sectores. Obsesionado con el equilibrio fiscal, en las últimas horas salió a marcar la cancha y a barrer con la idea de transformar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en una asistencia permanente. "No se está pensando en un ingreso universal. Esas son decisiones que pasan por el gabinete económico", dijo este domingo en diálogo con C5N. En los papeles, y con la negociación con el FMI y el Club de París por delante, la disciplina en el gasto parece clave para compatibilizar esos pagos futuros y el plan de gasto interno para la reactivación de la economía.
Quienes tienen acceso a la intimidad del ministro afirman que Guzmán ya se piensa en el país y en la política doméstica por un largo tiempo. "No dejó su vida cómoda en Estados Unidos para venir un par de meses y volver ni para probar si lo que estudiaba se podía aplicar en la realidad", dicen.
Mientras, el Presidente repite el libreto que acordó con su súper ministro casi en espejo: disciplina fiscal, aumento de exportaciones, balanza comercial positiva, acumulación de reservas y dólar competitivo, los banderas económicas que, en tiempos de Lavagna, blandió el primer kirchnerismo y Fernández quiere reeditar con un plan estratégico más fuerte a largo plazo, de la mano de Guzmán.