2015 - 3 de junio - 2020

#NiUnaMenos La construcción política de la marea que crece hace cinco años

De Twitter a la calle, cómo se armó la movilización masiva del 3 de junio de 2015. Los contactos a los dos lados de la grieta. Las deudas con las mujeres.

Hace cinco años, una marcha masiva, la primera marcha masiva por los derechos de las mujeres, explotó en la cara del Gobierno, de la oposición, de los medios masivos de comunicación, de toda la dirigencia. El 3 de junio de 2015, 23 días después de que un grupo de periodistas difundió en Twitter la convocatoria, Ni Una Menos estalló en las calles de todo el país. El puntapié inicial lo dio Marcela Ojeda y varias se (nos) sumaron (sumamos) a ese llamamiento que reclamaba algo tan básico como “Basta de femicidios”.

 

El tejido de esos 23 días fue imparable. La convocatoria masiva fue coronada con un documento consensuado trabajosamente entre una veintena de comunicadoras que venían de muy diferentes espacios y con formaciones muy diversas: feministas y no feministas; especialistas en temas de género y cronistas de calle; conductoras de televisión y redactoras de medios autogestionados. En esas diferencias radicó en gran parte el éxito de la movilización y la viralización de la consigna Ni Una Menos.

 

Hoy, Ni Una Menos ya no es propiedad ni atributo de nadie, sino una síntesis de un movimiento social único. Esas 20  periodistas y comunicadoras organizaron la logística y se distribuyeron el trabajo territorial y de articulación política imprescindibles para la abrumadora presencia de 500 mil personas en las calles.

 

Ni Una Menos, cuyo origen está en un encuentro que se realizó en la Biblioteca Nacional con esa consigna, del que participamos algunas de las que luego seríamos parte de la convocatoria del 3 de junio, empezó en Twitter, se viralizó en esa y en otras redes sociales, pero el entramado de esa movilización no ocurrió en la virtualidad.

 

Mayo y junio de 2015 eran meses de campaña electoral en la Argentina, previos a las PASO. En ese contexto, políticas y políticos -sobre todo, varones- comenzaron a sumarse a la convocatoria con la clásica foto sosteniendo el cartelito que decía #NiUnaMenos y subiendo esa imagen a las redes. La reacción fue inmediata: #DeLaFotoALaFirma, un compromiso público contra la violencia de género que incluía cinco puntos sobre el tema. La tarea fue, entonces, acercar el compromiso a cada una de las candidatas y cada uno de los candidatos y explicarles por qué era imprescindible que lo firmaran. A excepción de Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saá, el resto suscribió a esos cinco puntos.

 

 

 

En medio de ese clima electoral, también era necesario convencer a oficialismo y oposición de que la consigna no era “partidista”, sino política. Hubo reuniones con el entonces secretario general de la Presidencia, Eduardo de Pedro -recibió a las periodistas al lado de la actual intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, como referente de las mujeres de La Cámpora-, lazo fundamental con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner; con Hernán Lombardi, entonces ministro de Cultura del gobierno de la Ciudad, y hasta con el secretario de Seguridad, Sergio Berni, que descreía de la convocatoria masiva y, de hecho, no dio la orden de cortar las calles de los alrededores del Congreso.

 

Mientras tanto, algunas se ocupaban de la articulación territorial y con las organizaciones de la sociedad civil. Planteada como una convocatoria que no provenía de la militancia orgánica, era imprescindible sumar a asociaciones de derechos humanos y organizaciones de mujeres y disidencias que, con razón, al principio desconfiaban de un grupo en el que varias de sus integrantes no tenían trayectoria en la militancia feminista.

 

Las reuniones más grandes se realizaron en La Casa del Encuentro, entonces dirigida por Fabiana Túñez (luego a cargo del Instituto Nacional de las Mujeres durante el macrismo, autora de la frase “el feminista menos pensado” aludiendo al entonces presidente Mauricio Macri y una de las firmantes de la solicitada sobre la “Infectadura”), la única que entonces llevaba un registro de femicidios.

 

 

 

“En 2008 mataron a una mujer cada 40 horas; en 2014, cada 30.” Así empieza el documento que fue leído esa tarde del 3 de junio de 2015 en las plazas. En 2020, las cifras de la Casa del Encuentro, la ONG que mide los femicidios publicados en los medios de comunicación desde 2013, indican que el índice no desciende y que el aislamiento profundiza el problema: desde el inicio del confinamiento obligatorio 57 mujeres fueron asesinadas sólo por ser mujeres, el 71% fue asesinada en su casa y el 65% de los femicidas son parejas o exparejas.

 

El índice de femicidios no desciende y el aislamiento profundiza el problema: desde el inicio del confinamiento obligatorio, 57 mujeres fueron asesinadas sólo por ser mujeres.

El primer punto del documento de 2015 planteaba que se pusiera en marcha el Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. Hoy, esa deuda sigue pendiente. El gobierno del PRO presentó un plan que se renueva cada ciuatro años, pero se ejecutó apenas en un 40 %.

 

El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad está dando en estos momentos las últimas puntadas a su propio Plan de Acción -se presentaría en los próximos días-, que comenzó con reuniones presenciales en las distintas provincias y terminó por Zoom.

 

Tampoco, todavía, tienen respuesta las demandas de un registro nacional de femicidios que monitoree en tiempo real los crímenes contra las personas por razones de género -sólo existe en Registro de la Corte, nacido con Ni Una Menos, que toma casos judiciales, pero del año anterior- ni la de las garantías para el acceso a la justicia de quienes sufren violencia machista ni de la profundización de la Educación Sexual Integral.

 

En el documento leído por la dibujante Maitena, la actriz Érica Rivas y el actor Juan Minujín, también se hacía una fuerte interpelación a la responsabilidad de los medios de comunicación, que, al día de hoy, han respondido a medias, en algunos casos, incluyendo a editoras de Género o con capacitaciones.

 

 

 

El paso más grande del Ni Una Menos fue la politización de las violencias machistas, la sensibilización social sobre la necesidad de poner la lupa en la desigualdad estructural, esa cadena de violencias cuyo último eslabón es el irreparable: el femicidio. Detrás de esa toma de conciencia masiva de la sociedad civil y de parte de la dirigencia política, vinieron la Ley Micaela, la de Paridad y la aprobación de la Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Cámara de Diputados.

 

Detrás de Ni Una Menos, vinieron los paros internacionales de mujeres y diversidades, Mirá cómo nos ponemos, el Mee Too y la performance "El violador eres tú".

 

Detrás de esa movilización masiva de 2015, que cosechó las semillas sembradas por las pioneras de los feminismos en la Argentina, vinieron la marea verde y la revolución de las pibas, las viejas y la generación intermedia.

 

El grito colectivo no hizo más que visibilizar la lucha de las mujeres y las diversidades por la igualdad de derechos y oportunidades. Desnudó, para siempre, que lo personal es político. Cinco años después, aun en el encierro que provoca la pandemia, se escucha fuerte. 

 

Pablo Moyano, líder de camioneros
Javier Milei y Patricia Bullrich.

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