Estaba en plena organización del flamante programa Argentina Futura cuando la pandemia obligó a rediseñar los planes. Alejandro Grimson, antropólogo e investigador del Conicet, con silla reservada en la cocina de los discursos presidenciales, convocó de emergencia a 30 intelectuales de raíces políticas diversas y los invitó a reflexionar sobre el impacto del coronavirus en el país y el mundo. El politólogo Vicente Palermo, fundador del Club Político Argentino, un grupo de intelectuales macristas; el radical Andrés Malamud, Beatriz Sarlo, el referente de Carta Abierta Ricardo Forster, María Esperanza Casullo, Maristella Svampa y Dora Barrancos son algunas de las personas que pusieron su firma en los textos que forman parte de "El Futuro después del COVID-19", dirigido por el asesor presidencial.
"Hay pluralidad, con diálogos, contradicciones y debates, como es la vida democrática misma", dice Grimson sobre el texto. La diversidad política del libro refleja el plan que trazó desde un comienzo el programa Argentina Futura, que se propuso tratar de construir "de manera plural" lineamientos de políticas públicas en el mediano y largo plazo en base a la discusión sobre cinco desigualdades centrales del país: distributiva, territorial, étnico-racial, de género y de edad. Para el antropólogo, sin embargo, la idea de discutir la Argentina desde la diversidad y repensar la grieta nació antes que el programa. "Creo que Alberto (Fernández) lo pensó durante muchos años, mucho antes de la campaña", dice en diálogo con Letra P.
Grimson conoció a Fernández en 2018, cuando Santiago Cafiero y Cecilia Todesca lo convocaron para participar del lanzamiento del Grupo Callao. Cuando el Frente de Todos desembarcó en la Casa Rosada, el jefe de Gabinete lo puso a cargo del programa Argentina Futura. Desde entonces, pasó a ser, además, una de las voces habilitadas para hacer aportes en el discurso presidencial. "Siempre aclaro que Alberto escribe sus propios discursos, él tiene un estilo. Es un presidente que conoce el Estado de una manera muy particular, desde distintas áreas. Tiene una trayectoria política muy extensa. Es un presidente protagónico, que toma decisiones; que, en todo caso, espera que sus colaboradores le puedan llevar distintas opciones. Obviamente, hay procesos de reunión de información en los que yo siempre trato de aportar, en la medida de mis posibilidades", explica Grimson.
BIO. Nació en Buenos Aires en 1968. Doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia. Profesor titular de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Fue decano del Instituto de Altos Estudios Sociales de la UNSAM (2005 - 2014). Obtuvo el Premio de Latin American Studies Association al Mejor Libro Iberoamericano en 2012 por “Los límites de la Cultura”. También publicó "Antropología ahora", "Mitomanías argentinas", "Mitomanías de la educación argentina", "Mitomanías de los sexos" y "¿Qué es el peronismo?". En enero de 2020 fue nombrado titular del programa Argentina Futura.
Cafiero, Ana Castellani, Grimson, Fernández y Cecilia Gómez Mirada, en 2018.
-¿El Presidente habilita el debate?
-Siempre hay debate. Alberto es una persona que escucha mucho, pide visiones distintas, dialoga, discute. Obviamente, siempre la decisión final es de él, porque la responsabilidad es de él.
-¿En el libro encontró algún denominador común entre intelectuales de pensamiento tan diverso?
-No hay uniformidad, pero está la idea de una solidaridad creciente a nivel global, de una presencia mayor de un Estado que sea capaz de atender a los ciudadanos, de cuidarlos, de que no puede ser el mercado el que defina las distintas políticas o los destinos económicos de un país. Hay muchísimas cosas en común. Son insumos para poder crear futuro.
-En este momento en particular, ¿encontramos qué grandes acuerdos políticos?
-Nosotros venimos de una Argentina que se fue dividiendo muy cerca de la mitad. Había un 20 o un 25 por ciento de la población que no estaba de un lado ni del otro, pero básicamente había dos lados y eran relativamente parejos en términos de capacidad electoral. Hay una decisión política, que en primer lugar es la de Cristina Kirchner, cuando decide proponer la candidatura de Alberto, de ampliar esa unidad, primero para derrotar a (Mauricio) Macri, y después seguir ampliándola. Eso incluso está en el video del 18 de mayo de 2019: (decía) que el 10 de diciembre había que seguir ampliando la unidad. Se dio una situación particular. Hay una unidad muy fuerte de quienes tienen responsabilidad de gobierno en torno a la pandemia, a la cuarentena, a las políticas vinculadas al cuidado. Eso no quiere decir que no haya diferencias políticas. Pero una cosa es que haya diferencias políticas y otra diferente es que el país esté dividido por la mitad. Después, fuera de los que tienen responsabilidades de gobierno sí, hay una cantidad de política vía Twitter, o de opinología, que está destinada básicamente a ver si pueden romper esa unidad que se logró o erosionar el apoyo descomunal que tienen las medidas que se han tomado o que tiene el Presidente en este momento. A mi juicio, es difícil que esas posiciones soporten un debate franco y abierto.
-Más allá de la pandemia, ¿hay posibilidades de hacer acuerdos en un país tan atravesado por la grieta?
-La idea del acuerdo está en gran parte de todo lo que fue planteando Alberto con el Consejo Económico y Social o cuando busca mecanismos de concertación entre empresarios y trabajadores. Eso no quiere decir que no conozcamos que hay conflictos e intereses distributivos diferentes. Pero hay un error muy corriente en la política, que es creer que los intereses distributivos marcan identidades imposibles de articular en el corto plazo. Muchas veces, los empresarios creyeron que un aumento de salarios los perjudicaba cuando, en realidad, terminaba beneficiándolos porque, por ejemplo, se fortalecía el mercado interno. Hay cuestiones que no tienen que ver con la contradicción interna entre argentinos sino con que, si los argentinos se ponen de acuerdo, puede haber procesos en los que ganen las inmensas mayorías, los trabajadores, los empresarios pymes, los empresarios no pymes.
-¿La pandemia puede cambiarnos de manera definitiva o trascendente?
-Sí, el mundo no va a ser el mismo después de la pandemia. En 2001 fue el atentado a las Torres Gemelas. Desde ese día, nunca más los aeropuertos volvieron a funcionar igual que el día anterior. Hay algunos hechos que cambian algunas dimensiones de la vida. La pregunta es cuáles van a ser las dimensiones de la vida, de la política, la cultura y las ideas que cambien esta vez. Va a haber disputas en torno de eso, va a haber que construir un mundo con otras bases. Todos tenemos que aportar para construir un mundo más solidario, centrado en el ser humano, en una mayor justicia, una democracia más activa. Hay que rediscutir el rol del Estado, obviamente.
-En el libro usted dice, sin embargo, que el mundo "lamentablemente parece aún no estar listo" para la solidaridad global. ¿Por qué?
-Por ejemplo, si antes de la pandemia un respirador cotizaba alrededor de 10 mil dólares, en el medio de la crisis subió cinco veces. Eso muestra un mundo en el que, en vez de buscar la solidaridad, la coordinación, la razonabilidad, terminó habiendo tensiones para ver quién podía quedarse con más insumos críticos; un mundo golpeado por el mismo virus pero con escasa coordinación sanitaria, ni que hablar de macroeconómica.
-Y en ese contexto, ¿Argentina sorprendió con su unidad?
-El hecho de que llevemos tanto tiempo actuando de manera conjunta es realmente muy valorable. De hecho, hace poco se publicó un artículo científico en American Quarterly sobre Ciencia Política, con un análisis comparado entre países federales de América que indicaba justamente que una de las razones del éxito que hasta ahora tuvo la Argentina tiene que ver con que logró unificar a todas las jurisdicciones en una política coherente.
-¿Influye el hecho de que el Gobierno sea nuevo, que todavía no tenga desgaste?
-Puede tener que ver eso. Quizá, aunque estamos en el marco especulativo, también tiene que ver con que las decisiones que se tomaron son muy razonables, basadas en la evidencia científica. Muy de prevención y cuidado. Y también tiene que ver la personalidad del Presidente, que es una persona que tiene fuertes convicciones y fuerte vocación de diálogo. Muchos dirigentes creen que, si tienen dialogo, pierden convicciones. O que, si tienen convicciones fuertes, no tienen que tener tanto diálogo. Alberto tiene al mismo tiempo convicciones muy claras y mucho diálogo. Eso también contribuye mucho a buscar formas de articulación. Es la persona indicada para este momento, por la manera en que piensa la política y su vocación por resolver los problemas.