“Nuestro escenario es que después de las vacaciones de invierno tengamos un regreso escalonado a clases si epidemiológicamente es posible”. La estimación que hizo el ministro de Educación, Nicolás Trotta, sobre cuándo podría volver el dictado presencial en las aulas, llevó más incertidumbre a los colegios confesionales, golpeados por la grave crisis económica derivada del confinamiento para prevenir el coronavirus.
Aunque con un impacto económico similar al resto de las instituciones del sistema privado, las escuelas que regentean los credos y cumplen una función social, además de educativa, alegan que la situación por la falta de ingresos es “desesperante” y está llevando a esas instituciones educativas al “punto de quiebre”.
En tanto, las asociaciones que nuclean a los colegios privados del país aseguran que la crisis afecta a todos por igual, sin distinción de credos ni de entidades propietarias ni de clases sociales. Consideran, sin embargo, que la suspensión temprana de las clases presenciales fue “acertada”, aunque los daños colaterales sean evidentes.
Todo sucede en un contexto inédito en el que, pese al agobio inicial, los docentes salieron a bancar la continuidad pedagógica con profesionalismo y vocación, salvando las desigualdades tecnológicas y digitales y sin que nadie les garantice el cobro completo de sus sueldos en los próximos meses.
“Hay una alta morosidad y lo que aporta el Estado no alcanza a cubrir la masa salarial de todos los cargos de la propuesta educativa. Nos urge cobrar las cuotas”, advirtió Gonzalo Muñoz, director ejecutivo de la Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de la Argentina (FAERA).
“Hay una alta morosidad y lo que aporta el Estado no alcanza a cubrir la masa salarial de todos los cargos de la propuesta educativa. Nos urge cobrar las cuotas.”
Consultado por Letra P, el referente institucional de unos 450 colegios religiosos sostuvo que la situación desde el punto de vista económico financiero “es complicada, desesperante” para la mayoría de los establecimientos educativos del subsector.
“Lo que estamos haciendo hoy no es educación a distancia, sino educación en tiempos de crisis, que es muy distinto”, diferenció el laico, que asesora a un colegio de la Congregación del Verbo Divino en la localidad bonaerense de Rafael Calzada, al considerar “vital” el auxilio del Estado para morigerar el impacto de la crisis.
Un relevamiento hecho en colegios confesionales con y sin aporte estatal, en particular de la área metropolitana de Buenos Aires, permitió constatar que en últimos dos meses bajó 50% el nivel de cobrabilidad de las cuotas. En la mayoría de los casos, por familias que han dejado de tener ingresos y, en menor medida, por padres y madres que no disponen de medios electrónicos para abonar los aranceles. Es un porcentual que, según estiman los representantes legales, será todavía más alto y difícil de revertir de prolongarse el aislamiento preventivo.
“Todos los días recibimos algún llamado o mensaje transmitiendo noticias de pérdidas de empleo, reducción de sueldos en quienes tienen el privilegio de mantenerlo y las consecuentes decisiones familiares de reducir gastos, y desde luego, imposibilidad de abonar los aranceles, en algunos casos en tiempo y forma, pero también, en muchos otros, incluyendo la interrupción total de pago”, dijo a Letra P el administrador de un colegio laico con orientación religiosa del partido de La Matanza.
La realidad, dicen representantes del sector, es todavía más acuciante en los barrios populares, donde la continuidad educativa se da en escuelas improvisadas en templos y centros comunitarios, sustentados con la ayuda del Estado y también de las iglesias. En estos contextos de vulnerabilidad, el aumento de los casos positivos de Covid-19 obligó a suspender en forma temporal el apoyo escolar, a fin de priorizar esos espacios para la contención primaria y el aislamiento preventivo.
Tomando distancia de los los “pícaros” de turno que, según reconocen en ambientes educativos, “se quejan sin razón o lloran porque dejan de ganar lo que ganaban”, las entidades que nuclean a los colegios de gestión privada hicieron un frente común para peticionar ante las autoridades medidas para paliar la crisis.
Las entidades que nuclean a los colegios de gestión privada hicieron un frente común para peticionar ante las autoridades medidas para paliar la crisis.
FAERA, el Consejo Superior de Educación Católica (Consudec) y la Junta Coordinadora de Asociaciones de la Educación Privada (Coordiep), que reúnen a la mayoría de los colegios de los credos, llevaron sus reclamos junto con a la Asociación de Entidades Educativas Privadas Argentinas (Adeepra) y la Asociación de Colegios Privados de la Provincia de Buenos Aires (Aiepba).
En este sentido, Norberto Baloira, secretario ejecutivo de Coordiep, confirmó a Letra P que muchos colegios privados, entre ellos unos cuantos confesionales, esperan “una respuesta positiva” a la solicitud de recibir el beneficio del salario complementario, previsto en el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP).
“Hay buena disposición de las autoridades, pero los paliativos se demoran para un sector que está recibiendo un duro golpe en esta crisis”, planteó Baloira y dijo que “urgen anuncios más contundentes” que el hecho de autorizar a los colegios privados a que “reabran sus administraciones, pero sin acceso de público” a los establecimientos.
Los gremios del sector “acompañan”, con exigencias, el reclamo de las cámaras empresarias educativas con el objetivo de que no se pierdan las fuentes de empleo y no haya suspensiones, recortes salariales o cierre de colegios, como está ocurriendo.
El Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP), que lidera Jorge Kallinger, denunció en la paritaria nacional la falta de cobro de salario de miles de docentes y propuso regular la tarea educativa durante de la cuarentena, además de advertir que los “únicos” responsables por el pago del sueldo son los empleadores.
EN BAJA. La crisis de los colegios confesionales no es nueva, aunque la pandemia por el coronavirus los puso al borde del precipicio por cuestiones económicas.
En la década del 90, según estadísticas oficiales, las instituciones educativas regenteadas por los credos representaban el 70% del total de los colegios privados. Hoy tienen menos del 50% de la oferta del sector y en caída.
Los católicos fueron los que más perdieron colegios en los últimos años, sobre todo, por el retiro de las congregaciones religiosas -tanto femininas como masculinas- de la misión educativa, seguidos por los evangélicos.
Mientras que las instituciones educativas judías sufrieron un “achicamiento”, a raíz de la absorción de unos por otros dentro de la propia comunidad, los musulmanes apenas poseen uno o dos establecimientos escolares.
La contracara de esta realidad de crisis está dada por el crecimiento de las instituciones en manos de los adventistas, que constituyeron una red propia con 104 unidades educativas distribuidas en el país, más de 3.300 docentes y unos 26.000 estudiantes en los niveles primario, secundario y superior.