El Gobierno ya dio a conocer los lineamientos de su oferta a los tenedores de deuda emitida bajo ley extranjera, uno de cuyos elementos sobresale por encima de los demás: el escaso recorte propuesto al capital principal, lo que la diferencia tajantemente del antecedente de 2005. ¿Cuál es la causa de una decisión que sorprendió a los analistas?
“Cuando se produce una reestructuración, hay tres variables a considerar: el tiempo en que el deudor va a empezar a pagar, la tasa de interés de los bonos nuevos y la quita de capital. Entre esos tres factores se juega el alivio que obtiene el deudor”, dijo Leandro Ziccarelli, economista del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) y del Instituto de Capacitación Bursátil (ICB), al programa No va más que emite FM Milenium. De la propuesta oficial se desprende que el grueso del alivio provendría de la poda de la tasa de interés, cifrada en 37.900 millones de dólares, el 62% del total.
Así las cosas, el capital a reestructurar permanecería, más allá de la quita módica del 5,4% (3.600 millones de dólares) anunciada el jueves, virtualmente sin modificaciones, por lo que el país saldría de este proceso tan endeudado como antes de él en relación con el producto bruto interno (PBI). Esa relación, prácticamente de 1 a 1, es una de las causas que fundamentan el sobreendeudamiento argentino, el peligro de un default y la necesidad de llevar adelante esta renegociación. Ese, de hecho, fue, otra vez, uno de los argumentos esgrimidos por el ministro de Economía, Martín Guzmán, el jueves.
Fuente: Ministerio de Economía.
Convocado por Letra P para ampliar ese punto, Ziccarelli señaló que “en caso de que el canje sea exitoso, no vamos a dejar de tener un problema de mediano plazo. Esta reestructuración parece dirigida a resolver el problema de liquidez del país antes que el de solvencia”.
“La apuesta del Gobierno consiste en usar los tres años de gracia que pide para poder volver a los mercados y, de ese modo, llegar el momento de volver a pagar con reservas acumuladas, con financiamiento voluntario a una tasa razonable y con una estructura de vencimientos más agradable. Ese conjunto permitiría, luego, trabajar sobre la solvencia haciendo roll over de los vencimientos”, explicó el especialista.
El problema, continuó, es que esa estrategia contiene supuestos que pueden pecar de optimismo, sobre todo cuando la pandemia de COVID-19 desquicia al mundo financiero y destruye riqueza a un ritmo sin precedentes y cuando, para peor, el final de la pesadilla no tiene fecha de conclusión.
¿Cuáles son esos supuestos? “Uno, que la exit yield sea favorable, algo sobre lo que no hay certezas y que, de hecho, me parece que se va a dar del modo contrario. Dos, que dentro de tres años se llegaría con las cuestiones fiscal y externa (NdR: el balance de divisas del país) solucionadas”, dijo el hombre del CEPA. “Mi impresión es que se debería haber atacado más el problema de solvencia o de liquidez o al menos trabajarlos de manera conjunta”, añadió.
Cabe recordar que la exit yield es el rendimiento de los bonos posterior al canje de deuda.
“Lo que más ruido les hace a los acreedores es que se proponga un período de gracia de tres años en una coyuntura financiera global tan compleja. El que necesite liquidez, va a tener que vender los bonos que reciba en canje en el mercado y eso puede no ser tan simple, ya que se encontraría al hacerlo con una pérdida de capital que no es parte de la oferta”, cerró Ziccarelli.