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La disputa China-EE.UU. y la diplomacia sanitaria se instalan en la región

El gigante asiático superó la fase aguda de la pandemia, mientras su rival recién la inicia. Esto da a Pekín ventaja para prestar asistencia humanitaria y ampliar su influencia. El contacto argentino.

La pandemia de COVID-19, que por ahora deja casi 900.000 infectados y más de 43.000 muertos en todos los continentes, tiene, más allá de lo sanitario, un costado geopolítico, dado por un nuevo round en la pelea entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y China, que encuentra en América Latina uno de los campos de batalla. 

 

Debido al acelerado crecimiento económico experimentado por China en las últimas décadas y a la especialización y diversificación de su producción industrial y tecnológica, el rol dominante de los Estados Unidos entró en cuestión. La máxima expresión de esto ha sido, hasta el momento, la guerra económica. Pero la competencia, lejos de limitarse a eso, adquiere en la actual coyuntura una faceta particular, que puede dejar un ganador y un perdedor en el tablero internacional posterior a la crisis.

 

“La disputa geopolítica entre Estados Unidos y China paraliza las instituciones multilaterales en la región”, dijo Bernabé Malacalza.

Ante la crisis del multilateralismo que experimenta y la falta de acciones en conjunto –la única teleconferencia que hubo entre las máximas autoridades se realizó sin la presencia de Venezuela, por pedido de Colombia y Brasil–, así como la carencia de organismos capaces de dirigirlas, las respuestas de América Latina se enmarcan en la lógica binaria EE.UU.-China. Ante esto, esos dos países aprovechan y se disputan las capacidades de respuestas para ganar socios y amistades. 

 

El investigador del Conicet y profesor de la Universidad de Quilmes Bernabé Malacalza, aseguró en diálogo con Letra P que en América del Sur “falta cooperación; estamos esperando señales de mecanismos regionales que no aparecen”. “La disputa geopolítica entre Estados Unidos y China paraliza las instituciones multilaterales”, afirmó.

 

A pesar de haber negado los primeros casos y haber perseguido a los médicos que intentaron alertar al mundo, China logró finalmente controlar la expansión del virus y hoy muestra una cierta ventaja. Mientras Donald Trump habla de “virus chino” y se centra en su problema nacional, Xi Jinping desplegó misiones de ayuda en distintos países de Asia, Europa y América. 

 

“Mientras vemos a los Estados Unidos más centrado en lo doméstico y retirándose de su compromiso global, se observa una China más comprometida y protagonista, que asume un liderazgo en la ayuda humanitaria frente a la crisis”, analizó Malacalza. 
 

 

“La diplomacia del barbijo” de Pekín, continuó, tres ejes: “la provisión de barbijos, kits de testeo y respiradores artificiales”.

 

“Antes de la crisis, China tenía la mitad de la producción de barbijos del mundo y con esta la aumentó en 12 veces. Esto es lo que le ofrece a Bolivia, Argentina, Perú y Guatemala”, declaró el especialista. 

 

La Argentina es un ejemplo de ello. El 17 de marzo, el presidente Alberto Fernández recibió al embajador chino, Zou Xiaoli, en Olivos donde hablaron de “la respuesta conjunta a la pandemia”

 

 

Alberto Fernández y Zou Xiaoli, embajador de China en la Argentina.

 

 

Tras ese encuentro, Pekín envío 2.500 kits de diagnóstico, 5.000 trajes de protección, más de 200.000 barbijos y cámaras térmicas para controlar las temperaturas corporales en aeropuertos, entre otras cosas. Además, los dos presidentes intercambiaron mensajes a través de cartas y la representación diplomática asiática abrió una cuenta de Twitter para explotar el impacto del acercamiento

 

Además, China envió ayuda y ha capacitado a médicos de Bolivia, le ha ofrecido más de 10.000 kits de testeo a Perú, y despachó tres aviones a Venezuela con más de 55 toneladas de ayuda, que incluyen 500.000 kits de pruebas rápidas, respiradores, más de 100.000 trajes de aislamiento para el personal de salud, cinco millones de barbijos y 70.000 termómetros infrarrojos. Al mismo tiempo, el país caribeño recibió a la primera misión médica de expertos chinos en la región.

 

Por su parte, hasta el momento, Washington, en lugar de liderar campañas de ayuda, optó por ofrecer 15 millones de dólares a quienes ofrezcan información para capturar a Nicolás Maduro por una acusación de narcotráfico. 

 

 

 

Un caso paradigmático en la pelea en curso es el de Brasil. Su presidente, Jair Bolsonaro, autodefinido como un seguidor fiel de Trump, recorrió el mismo camino que su par del norte. Hasta el momento, ha desoído de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y ha descalificado el riesgo que implica la pandemia, mientras que su hijo Eduardo  culpó a China por la crisis. Esto le generó un problema bilateral con el gigante asiático, contenido luego de una conversación entre los presidentes, y una crisis con los gobernadores del Nordeste porque, ante la falta de respuesta de Brasilia, aquellos le solicitaron ayuda a China a través de una carta. En momentos donde la polarización crece, la amistad con Washington le imposibilita a Bolsonaro acercarse a Pekín. 

 

 

 

 

A estos aspectos de ventaja china, Malacalza sostiene que, además, hay que agregar el hecho de que el mundo es testigo de “una economía que comienza a ponerse en marcha porque ya atravesó la fase crítica”, mientras que “la estadounidense, al contrario, empieza a paralizarse al atravesar la incertidumbre de la fase crítica”. “Estados Unidos queda bastante atrás para competir”, afirmó.

 

La pelea por el liderazgo y la hegemonía mundial entre los dos grandes polos de poder no disminuyó con la llegada de la pandemia. Al contrario, tiende a acelerarse con un nuevo eje: la victoria de la guerra contra el enemigo invisible. La imposición en lo discursivo, el liderazgo en la entrega de ayuda y la búsqueda de soluciones médicas son algunos aspectos de una nueva etapa que marcará al mundo, a la región y a la propia Argentina el día después del coronavirus.

 

Fernando Cerimedo, asesor de Javier Milei acusado de conspirar contra el gobierno de Lula da Silva.
Carolina Cosse y Yamandú Orsi, una izquierda moderada para gobernar Uruguay.

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