El manual de estilo de Alberto Fernández

Si buscamos por Internet una definición de manual de estilo nos encontraremos con algo así: ”Guía compuesta por un conjunto de criterios y normas para el diseño y la redacción de documentos y para el uso general”. Sin dudas, el Presidente y sus colaboradores comenzaron a redactar uno propio. Son esbozos aún, pero avanza.

 

El 10 de diciembre comenzó a generarse, sin prisa y sin pausa. La imagen cuidada del recinto de la Cámara de Diputados de este domingo, evitando teñirlo de acto partidario, habla de una singularidad. Sin barras ni banderas fue un entorno más propicio para un mensaje que tuvo un carácter propio y definiciones fuertes respecto del pasado inmediato, pero que evitó adjetivaciones ofensivas y la recurrencia a la “pesada herencia”, gastada por uso excesivo desde hace muchos años.

 

 

 

Es un estilo de equilibrio para quien debe encontrar la forma de articular una “verdad sinfónica” entre la diversidad interna y los distintos tonos de que le propone una oposición que también expresa una coalición compleja.

 

El contexto le propone desafíos y el manual debe incorporarlos del mejor modo posible.

 

Si el liderazgo político es compartido, el énfasis se vuelca en la exclusividad que le otorga la gestión.

 

Si la gravedad de la crisis económica y la dura negociación de la deuda generan incertidumbres, se plantea la situación como un momento de prudencia, reserva y estrategia.

 

 

 

Para saltar el cerco de las referencias agrietadas, se acude con mucha frecuencia a la figura institucional de Raúl Alfonsín y, de manera más elíptica, a la de Arturo Frondizi cuando se convoca a dar “una nueva batalla del petróleo y del gas” para estimular las inversiones locales y foráneas.

 

Si la realidad les exige un esfuerzo adicional a los sectores medios, se lo acompaña con un guiño comprensivo reconociendo que “tener mejores ingresos no es lo mismo que tener grandes ingresos”.

 

Cuando se le habla al campo, se aclara que “esta vez no es igual”.

 

Si la gravedad de la crisis económica y la dura negociación de la deuda generan incertidumbres, se plantea la situación como un momento de prudencia, reserva y estrategia.

Sabiendo que los “oligopolios de la justicia” y los ”sótanos del poder de los servicios” son un terreno complejo abonado por distintas administraciones, se apela a su reconstrucción con ideas que surgen desde un ministro con currículum en la materia, Gustavo Beliz, quien también ha dejado su huellas en los llamados a la modernización y eficientización de un estado para el siglo XXI.

 

La nueva propuesta de ley para legalizar el aborto se presenta como una iniciativa más dentro de la ampliación y la igualdad de derechos contemplando, con el plan de los 1000 días, las decisiones de las mujeres que ”deciden individualmente sobre sus cuerpos”.

 

Claro que aún quedan huecos por completar. La política internacional es uno de ellos. Hubo referencias amigables a los socios europeos del FMI, al diálogo constructivo con las autoridades del organismo y menciones sin detalles sobre Mercosur, China y Rusia, pero sin abundar demasiado.

 

El Manual irá escribiendo nuevas páginas. Como en cualquier experiencia literaria, habrá correcciones, tachaduras y enmiendas, ensayos, errores, copiados, pegados y demás. Ochenta días en nuestro país parecen un plazo mucho más extenso que en cualquier otro. Pero es un lapso muy breve. Esto recién empieza.

 

Laura Alonso, vocera del GCBA.
Los gobernadores de la Patagonia, en tiempos de unidad: Alberto Weretilnec (Río Negro), Rolando Figueroa (Neuquén), Ignacio Torres (Chubut), Sergio Ziliotto (La Pampa), Claudia Vidal (Santa Cruz) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego).

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