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El pibe de Fiorito que tuvo en vilo al poder

Maradona lo desafió, en el país y en el mundo. Todos los presidentes lo quisieron cerca, al menos para no sufrirlo. Los Kirchner, Fidel, Chávez y el No al ALCA.

Desde que Diego Maradona dejó de ser el pibe de Fiorito para ser el jugador de fútbol, se convirtió en un símbolo del país pero, también, en un actor político por lo que decía, lo que defendía y lo que atacaba. La clase política lo sabía, al punto que todos buscaron tenerlo cerca en una foto, en un cargo o simplemente no tenerlo en contra. Con aciertos, errores y contradicciones, los últimos 40 años de historia argentina están atravesados por él.

 

Tras el título mundial de 1978, Cesar Luis Menotti iba a conducir al seleccionado masculino Sub 20 en Japón ya con Maradona, ausente un año antes, como titular, capitán y referente del equipo que sería campeón contra la Unión Soviética en plena guerra fría. Diego era uno de los seis integrantes de ese plantel que debían incorporarse en marzo de ese año al servicio militar obligatorio, pero los jerarcas decidieron darle la eximición y apenas si pasó un día por el Regimiento N°3 de La Tablada a levantarle la moral a los conscriptos. Ya con la Copa en las manos, el equipo tuvo una recepción en la Casa Rosada encabezada por el genocida Jorge Rafael Videla, que había sido cruzado por teléfono con él por José María Muñoz luego de la final en Tokio.

 

Casi un año atrás, el 26 de diciembre, tuvo su última salida al balcón presidencial que ya había pisado tras los mundiales de 1986 y 1990. Visitó días atrás a Alberto  Fernández, con quien había hablado luego de la asunción del nuevo mandatario. Hablaron durante una hora, se sacaron fotos e intercambiaron regalos: el Presidente fue el principal beneficiado.

 

Uno de los más contentos por la visita fue el ministro de Economía, Martín Guzmán, hincha de Gimnasia y Esgrima La Plata. Salió por última vez a saludar, vestido de traje y bermudas y levantando una réplica pequeña de la Copa del Mundo. “Siempre estuvo acompañándome, siempre se lo voy a agradecer. Hablamos de fútbol, lo vi bien, le pedí que no descendiera a Gimnasia, para que no se enojara Cristina. El fútbol argentino tuvo un antes y un después de Maradona”, le dijo el Presidente a TyC Sports poco después de la muerte del astro. Decretó tres días de duelo nacional y ofreció la Casa Rosada para el velatorio. 

 

Todos los presidentes tuvieron su momento Maradona. Raúl Alfonsín motorizó a través de su secretario de Deportes, Rodolfo O´Reilly, el despido de Carlos Bilardo antes del Mundial de México y le cedió por primera vez el balcón en el momento de mayor éxito. Cuatro años después, tras la derrota con Alemania en Italia, esta vez en tiempos de Carlos Menem, repitieron la misma foto. Pelo corto, barba rala, una vincha rosa y negra, su hija Giannina en sus brazos y la camiseta del seleccionado, porque futbolista era todo el tiempo. A diferencia de Alfonsín, el riojano se sumó a los jugadores para recibir el efecto derrame.

 

 

 

Sin embargo, el primer contacto de Maradona con el cacique peronista se dio dos semanas después de la asunción de emergencia del 8 de julio de 1989, en la cancha de Vélez. La excusa fue un partido a beneficio de la población necesitada por la crisis económica con el seleccionado que iba a jugar la Copa América en Brasil. “Todos los argentinos tenemos que apoyar. La gente está con mucha esperanza y yo se lo voy a transmitir, si puedo, al Presidente, porque estamos todos esperando que él, de una vez por todas, saque a la Argentina de donde está”, dijo Diego en la previa y le cedió la cinta de capitán.

 

En 1995, ya con la reelección consumada, Menem lo invitó a encabezar la campaña "Sol sin drogas" para usar su figura, sobre todo como adicto, para prevenir el consumo. "Esta vez me decidí a encabezar la campaña porque me di cuenta de que es seria y porque podré contarles a los chicos mi experiencia personal. Entre esos chicos estarán mis hijas y yo no quiero que ellas entren en algo tan grave como la droga", declaró a la salida de la reunión que mantuvieron en la Quinta de Olivos, pero la campaña duró poco y terminó diluyéndose. Quince años después, Pepe Mujica le ofreció replicar la idea en Uruguay, pero finalmente no prosperó.

 

Es recordada su participación dentro de la Cumbre de las Américas celebrada en 2005 en Mar del Plata, a donde viajó en el tren del ALBA, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, una contracumbre organizada por el entonces presidente venezolano, Hugo Chávez. Maradona fue protagonista central del acto, que se hizo en el estadio mundialista contra la presencia de George Bush hijo y su idea de crear el ALCA, una área de libre comercio en toda América, que naufragó en esa reunión. “La Argentina es digna, echemos a Bush” dijo Maradona cuando el venezolano lo invitó a hablar. En 2008, mientras visitaba la India, saludó la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca: “Pienso que Bush tiene algo de asesino. Le doy la bienvenida a este cambio. Me gusta mucho Obama. Creo que hará un buen trabajo". Tras la muerte de Chavez, siguió cerca de Venezuela y de Nicolás Maduro, a quien visitó en Caracas este año.

 

 

 

Sin embargo, su relación más fuerte a nivel internacional fue con Cuba. Empezó con el tatuaje del Che Guevara en su brazo derecho y terminó de consumarse con otro de Fidel Castro en su pierna derecha. Coincidencias de la vida, murió el mismo día, cuatro años después, que el hombre que comandó la revolución que derrocó a Fulgencio Batista. La isla fue un lugar de referencia para él, sobre todo cuando en el año 2000, tras ser internado en Uruguay, viajó a Cuba a recuperarse de sus adicciones. En 1995, tuvo uno de sus primeros contactos personales con Castro: le dijo que quería vivir en su país y le enseñó a patear penales.

 

Más allá de lo breve de su mandato, Fernando De la Rúa lo recibió en su despacho y se llevó una camiseta de Boca, en uno de los tantos momentos de recuperación, mientras que con Mauricio Macri el vínculo nació torcido desde su convivencia en Boca, donde le dejó el mote de cartonero Báez y hasta lo tildó de dictador. "Si piensa que los jugadores de Boca somos empleados de SEVEL (la automotriz de la familia Macri por aquel entonces), está muy equivocado", dijo en uno de los tantos cruces públicos que tuvieron.

 

Este año, en una nota con TN, Macri sostuvo que fue él quien lo echó de Boca. "Cuando llegué, tenía que construir un puente entre esa vehemencia, esa pasión, y una cierta racionalidad, porque, sin reglas, un club de fútbol tampoco funciona. Para eso, tuve que hacer algo durísimo, porque también era mi ídolo, que fue sacar a Maradona”, afirmó y lo comparó con Cristina Fernández de Kirchner, por "la irracionalidad, no en el talento".

 

La respuesta no se hizo esperar. Desde su cuenta de Instagram, Maradona disparó. "Y a vos Mauricio, te digo que a mí no me echaste de ningún lado. Fui yo el que dejó el fútbol, para proteger la salud de mis viejos. Esa fue una decisión mía, y no le hice mal a nadie. Por más bombas de humo que tires, vos sabés que tus decisiones le cagaron la vida a dos generaciones de argentinos. Hacete cargo, querido. Ya lo dijo tu padre".

 

 

 

Plagados de contradicciones, fue y vino con distintos dirigentes y también es recordada su foto entrenando con una remera con la foto de Domingo Cavallo y la leyenda “Gracias, Mingo”, a quien atendió en 2001durante el gobierno de la Alianza, cuando en plena causa por la venta de armas a Croacia y Ecuador estaba siendo juzgado Menem. “En este gobierno está una persona, un ministro Cavallo, que por esta causa tendría que estar al lado de Menem o bien en la vivienda del casero de la quinta donde está”, dijo.

 

Fue coherente en la defensa de los jugadores y en su enfrentamiento con la FIFA. En 1995, encabezó en Paris la fundación de la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales rodeado de hombres como Eric Cantoná, George Weah, su excompañero Ciro Ferrara, Gianfranco Zola, Gianluca Vialli y  Hristo Stoichkov. “El jugador de fútbol es lo más importante y vamos a defender sus reivindicaciones hasta la muerte”, dijo Maradona al presidir una de las reuniones de la AIFP, celebrada en febrero de 1997 en Barcelona. Más allá del impacto y las adhesiones, el sindicato se terminó, como otras de sus iniciativas.

 

Con relaciones oscilantes con Julio Grondona, siempre fue crítico de Joao Havelange, Joseph Blatter y Michel Platini, el hombre al que le disputó y le ganó el cetro de mejor jugador del mundo en los años ´80 y a quien siempre criticó por haber sido parte del sistema. Tras el FIFA Gate, Gianni Infantino lo mimó, lo nombró embajador y procuró tenerlo cerca para no padecer lo que habían sufrido sus antecesores.

 

 

 

Siempre demostró mayor afinidad con gobiernos peronistas, como lo reflejó en más de una oportunidad cuando recordó que sus padres le hablaban de Juan y Eva Perón. En los últimos años, cultivó una buena relación con Nestor y Cristina Kirchner, con quienes participó de actos y reuniones, a quienes apoyó públicamente y hasta participó del velatorio del expresidente al lado de la entonces presidenta.

 

Los Kirchner y Maradona confluyeron también en 2009, el día en que se presentó el programa Fútbol Para Todos en el predio de Ezeiza cuando CFK era jefa del Estado y él, director técnico del seleccionado. Ya en Sudáfrica, los jugadores participaron de una campaña de difusión que organizaron las Abuelas de Plaza de Mayo para la búsqueda de los nietos apropiados y Maradona recibió a Estela de Carlotto en el predio de la Universidad de Pretoria para apoyar la nominación de la Asociación al Premio Nobel de la Paz. “Estela es una luchadora. Los argentinos queremos saber la verdad. Todos tenemos que estar con ellas y los que no quieren estar es porque se hacen los giles”, dijo entonces.

 

Ha muerto más que un jugador de fútbol. No solo fue la referencia geográfica permanente de un país, sino, también, un actor político relevante desde la vuelta de la democracia. Con sus luces y sus sombras, no fue indiferente al poder, que siempre lo quiso tener cerca.

 

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