Puerto Rico: los claroscuros de una rebelión

Una crisis de fondo y la erupción de un escándalo por la filtración de chats entre funcionarios derivaron en la caída del gobernador de la isla asociada a EE.UU. Los famosos y las nuevas revoluciones.

Ricardo Rosselló, gobernador del Estado Libre Asociado (eufemismo de colonia) de Puerto Rico, finalmente renunció a su cargo después de multitudinarias protestas en su contra lideradas por artistas del prime time como Ricky Martín, René Pérez “Residente” y Bad Bunny. Si bien Rosselló venía golpeado ante la opinión pública por fuertes sospechas de corrupción, una gestión ineficaz en general (y en particular para sobrellevar las consecuencias de dos huracanes destructivos) y una deuda externa agobiante, que llevó al Estado a la quiebra, la gota que rebalsó el vaso fue la publicación de unos chats que mantenía con su equipo de trabajo. En ellos se refería de manera despectiva y ofensiva a diversas figuras públicas de la isla, entre ellas al propio Ricky Martin, e incluso a las víctimas de los huracanes.

 

Si las redes sociales tuvieran corazón, podríamos decir que se enamoraron de la imagen de Ricky Martin ondeando la bandera del orgullo gay parado sobre una  camioneta en el marco de las protestas. La repercusión fue mundial y masiva. Rápidamente comunicadores, influencers y miles de anónimos salieron a festejar la “revolución” e incluso el canal de noticias TN envió a uno de sus periodistas estrella, Nelson Castro, a cubrir la rebelión.

 

Exultante en su debut político, el cantante hasta se animó a comparar lo sucedido con la gesta independentista de la India, reconociendo el copyright correspondiente a Mahatma Gandhi.

 

 


Vale la pena detenerse a observar lo sucedido y pensar lo que puede suceder. Puerto Rico es, como se dijo, una colonia estadounidense con un estatus especial. Los dos partidos que se alternan en el poder desde mediados del siglo pasado, el Popular Democrático y el Nuevo Progresista, no cuestionan la condición del país y sus diferencias se limitan a cuánto profundizar ese “vínculo” con Estados Unidos.

 

Desde el gobierno de Bill Clinton, Estados Unidos ha ido reduciendo la ayuda federal y, en paralelo, ha ido creciendo la deuda pública, a punto tal que el Estado entró formalmente en quiebra en 2016 con una deuda de 70.000 millones de dólares con bonistas y 30.000 millones con grandes fondos. En sintonía con la preocupación de esos acreedores, el Gobierno federal envió a la isla una junta fiscalizadora
para monitorear las finanzas boricuas y garantizar el pago de la deuda.

 

Pese a ese situación calamitosa, la mayoría de los puertorriqueños no adhiere a las posturas independentistas y, en sintonía con la élite local, cree que la isla estaría aún peor sin la -menguante- ayuda estadounidense. Como suele suceder, la profundización de la pobreza que trajeron las últimas gestiones locales y los huracanes solo fortaleció el descreimiento sobre la opción independentista. Como dice el francés Christophe Guilluysolo las regiones ricas quieren independizarse.

 

Hay que esperar entonces el final de esta película. La reemplazante de Rosselló es la secretaria de Justicia, Wanda Vázquez, pero es probable que su mandato sea de corta duración y tenga que llamar a nuevas elecciones. En ese sentido, incluso hay quienes sospechan que detrás de la publicación de los chats privados del gobernador saliente y miembros de su equipo por parte de la Corporación de Periodismo Internacional (CPI) -financiada, entre otros, por el especulador George Soros - podrían estar los intereses de los fondos buitres siempre interesados en desplazar al Estado de los espacios de decisión. La Argentina sabe por experiencia, como en pocos lugares del mundo, que los fondos buitres pueden operan activamente sobre la opinión pública a fin de desprestigiar a aquellos gobernantes que son reticentes a pagarles.

 

 

Wanda Vázquez y Ricardo Rosselló.

 

 

Por supuesto también Donald Trump es participe activo de este juego político. La afinidad de Rosselló con los demócratas lo puso inmediatamente en su lista de enemigos, por lo que lo acusó de malversar los fondos de ayuda enviados tras los huracanes. Los aliados locales del presidente esperan ansiosos la convocatoria a las urnas porque creen que la caída de Rosselló podría beneficiarlos y, en caso de triunfar, podrían avanzar con un proyecto de directamente anexar la isla a Estados Unidos, aunque esta idea siempre ha sido resistida por los republicanos.

 

 


Nada de todo esto está ni estuvo (ni tiene porqué estarlo, digamos todo) en la agenda de Ricky Martin. Al menos por ahora, la movilización fue solo para sacar al “virrey” Rosselló e incluso cuesta imaginar que el artista se habría movilizado si en los chats del gobernador no se lo hubiera mencionado directamente. Con una vida más que resuelta en los aspectos materiales y como actor relevante de un sistema de entretenimiento que es complemento esencial del sistema económico vigente, Ricky Martin hasta ahora solo había mostrado compromiso con la causa LGTBI partir de su experiencia personal.

 

 

Cuesta imaginar que Ricky Martin se habría movilizado si en los chats del gobernador no se lo hubiera mencionado directamente.

 

 

¿Pero qué queda para el resto, para los boricuas de a pie? No sería esta la primera vez que el propio sistema fomenta una crisis para poder reciclarse y avanzar en un proyecto que, de otro modo, tal vez generaría mayor resistencia. ¿Será que en este siglo XXI la posmodernidad impondrá sus valores y las revoluciones serán así? ¿Será que el relativismo cultural llegó también a la palabra revolución y ya perdió su sentido histórico? ¿Nos tendremos que conformar con reclamos y reivindicaciones de gobernantes honestos que ejerzan eficazmente su rol administrativo sin preocuparnos por el fondo de las cosas? ¿Da lo mismo ser un país independiente que no serlo si nos garantizan ciertas condiciones mínimas de vida?

 

Es entendible que esa sea la aspiración de Ricky Martín e incluso de millones de puertorriqueños empobrecidos o forzados a exiliarse en Estados Unidos, pero el compromiso con el debate público obliga a estar atentos a que el creciente malestar de los pueblos occidentales para con sus ciertamente corrompidos sistemas estatales no derive en un poder todavía mayor de las corporaciones financieras o de los grandes Estados.

 

El mundo, y sobre todo Occidente, experimenta un cambio de época. La moneda está en el aire en lo que respecta al rumbo de esa mutación y nada garantiza que sea indefectiblemente para mejor. Pero si hemos de renunciar a cambiar el mundo para bien, no renunciemos al menos a comprenderlo subiéndonos alegremente a rebeliones gatopardistas. Quienes participamos del debate público estamos
obligados a recordar la vieja pero actual sentencia de Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

 

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