ELECCIONES 2019 | EDUARDO VALDÉS

"Alberto y CFK son una buena síntesis; sería muy tonto tener problemas de egos"

El ex embajador ante el Vaticano habla sobre el proceso de unidad del Frente de Todos, la relación entre los integrantes de la fórmula presidencial, el Papa, el aborto y el llamado "Operativo Puf".

Frank Sinatra custodia la barra, cerca de una banqueta asignada a Carlos Gardel. El papa Francisco toca el bandoneón sentado frente a Tita Merello. Raúl Alfonsín y Cristina Fernández de Kirchner comparten escenario con Juan Domingo y Eva Perón y una gigantografía de El Eternauta custodia desde la altura un busto de Néstor Kirchner que lleva la bufanda de Racing. Las luces apuntan desde viejos gramófonos que hacen las veces de pantalla. Relucen vinilos y afiches de películas, homenajes a escritores, un auto justicialista original, chapas de YPF, un piano fileteado en honor a Osvaldo Pugliese, radios antiguas, juguetes y hasta un sillón de peluquería. La "cueva" que Eduardo Valdés montó en el barrio de Almagro como un auténtico refugio de antigüedades y reliquias es el lugar de encuentro del mundo nacional y popular, en sentido simbólico y real. Allí, Cristina se reencontró con Adolfo Pérez Esquivel y cenó con los ex presidentes Dilma Rousseff y Fernando Lugo; Rafael Correa cantó con Axel Kicillof y el peronismo tuvo un sinfín de reuniones en el proceso que terminó en la conformación del Frente de Todos.

 

Valdés, ex embajadora ante el Vaticano muy cercano al Papa, organizó encuentros, acercó partes y puso su café "Las Palabras" a disposición de las conversaciones por la unidad "del campo nacional y popular". Integrante del círculo de confianza de Cristina y compañero de militancia de Alberto Fernández en el peronismo porteño desde la década del 80, medió en la interna para tratar de recomponer la relación entre los dirigentes que hoy conforman la dupla presidencial que pretende derrotar a Mauricio Macri y hoy figura en el quinto lugar de la lista de candidatos a diputados por la Ciudad de Buenos Aires.

 

En el galpón de la calle Guardia Vieja, donde recibió a Letra P, afirma que los Fernández "son una buena síntesis" y que "sería muy tonto tener problemas de egos" si el peronismo llegara al poder. Afirma que "lo que van a hacer desde 2019 a 2023 es lo que deberían haber hecho desde 2007 a 2011" y fija su posición sobre la legalización del aborto: "Me pregunto quién soy yo para impedir que otro lleve adelante esa decisión", dice. También deja un momento para dar su explicación del "Operativo Puf" -Ver aquí-.

 

BIO. Nació en Córdoba el 16 de febrero de 1956. Hizo la secundaria en el Colegio Don Bosco, de Neuquén y se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Tiene maestrías en Relaciones Internacionales en la Universidad de Murcia, España, y la Universidad de Georgetown, Estados Unidos. Empezó a militar en el peronismo porteño y a los 29 años fue nombrado congresal del partido. Entre 1987 y 1990 fue vicepresidente del Partido Justicialista de la Ciudad. Fue secretario general del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante la intendencia de Carlos Grosso, entre 1989 y 1990. Cuatro años después fue convencional constituyente. Entre 2000 y 2003 fue legislador de la Ciudad. Ocupó la Jefatura de Gabinete de la Cancillería desde 2003 hasta 2005, con Rafael Bielsa al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores. Después volvió a la actividad privada y, entre 2008 y 2013, condujo el programa Café Las Palabras, por Canal 26. Como abogado, representó a uno de los jóvenes abusados por el cura Julo César Grassi. En 2014, por su relación cercana al papa Francisco, Cristina Fernández de Kirchner lo nombró embajador ante la Santa Sede. Desde 2015 es diputado del Parlasur.

 

Valdés en Las Palabras, un café (no abierto al público) de encuentros nac&pop (AGLP)   

 

 

-Hubo muchas lecturas sobre cómo se armaron las listas nacionales de Todos. ¿Usted vendría a ser un representante de Alberto Fernández en la lista?

 

-A mí me propusieron los compañeros del peronismo de la Ciudad, como Juan Manuel Olmos. Por supuesto, lo quiero mucho a Alberto, somos amigos, estoy muy comprometido. Pero también he acompañado mucho a Cristina en este tiempo a Tribunales. Hasta que decidí acompañarla era el mejor monaguillo de Francisco. A partir de ese día, para Clarín y La Nación me transformé en “el operador K”, “el lobista” ¿viste?

 

-¿Por qué se involucró personalmente en el acompañamiento a Cristina a Comodoro Py?

 

-Porque respeto mucho la decisión que tomó Cristina en 2015 de irse sin fueros. Todos en ese momento creían que había sacado la ley de los diputados del Parlasur para ir ella y tener fueros. Yo estaba en Roma cuando ella me dijo que no iba a ser candidata a nada. En ese momento ya la acusaban de ser “la asesina de (el fiscal, Alberto) Nisman”, “la espía iraní del Memorándum de Entendimiento” y “la dueña” de las supuestas cuentas en Seychelles. Ya era todo lo malo. Me pareció muy valiente de su parte. Y me consta que en 2017 ella no quería ser senadora, se lo pidieron. Entonces decidí ayudarla en lo que pudiera.

 

"Nada de lo que yo hago políticamente tiene ningún consentimiento papal (...)  yo era un militante político preexistente a que (Jorge) Bergoglio fuera Francisco. Ni consulto estas cosas, no me pide ni me deja de pedir."

-La acompañaron usted y el dirigente Juan Grabois, ambos cercanos al Papa. ¿Fue un pedido de Francisco?

 

-Nada que ver. Nada de lo que yo hago políticamente tiene ningún consentimiento papal. Tengo bien en claro que yo fui el embajador de Argentina ante el Vaticano y quien me postuló fue Cristina. No soy el hombre del Papa ante el peronismo, yo era un militante político preexistente a que (Jorge) Bergoglio fuera Francisco. Ni consulto estas cosas, no me pide ni me deja de pedir.

 

-Usted trabajó mucho para acercar a Cristina a otros dirigentes del peronismo de los que estaba distanciada. ¿Qué lo movió a generar esos acercamientos?

 

-El 24 de diciembre de 2015, el pintor peronista Daniel Santoro escribió una reflexión diciendo que nosotros teníamos que definir para qué queríamos participar en la elección 2019, si para demostrar que éramos todos revolucionarios o para que se terminara el gobierno neoliberal de Mauricio Macri. Decía que, si era para esto último, había que dejar de ser sectarios y buscar la unidad con los que se fueron. Ahí empecé a madurar en mi mente que la unidad era una necesidad indispensable. Y ya después de la elección de 2017 creo que nos dimos cuenta todos. Hasta entonces el sectarismo había sido una virtud y nos había llevado a tres derrotas consecutivas. En 2013 festejamos que se iban (Hugo) Moyano, un espacio sindical importante y Sergio Massa. En 2015, que lo dejamos afuera a Florencio Randazzo. Después, que otros se iban con Randazzo. ¿Y de qué sirvió eso? Sirvió para perder elecciones. ¿Y quién de nosotros tiene el peronómetro? 

 

-Y lo habló con Cristina.

 

-Sí, y con otros compañeros fuera de nuestro espacio. Lo importante era cruzar la frontera nuestra, de los ultras, e ir a buscar a otros que quizá por nuestro propio sectarismo se habían ido. 

 

-Como Alberto Fernández.

 

-Yo nunca dejé de tener diálogo con Alberto. Nosotros nos llevamos mucho mejor en el llano que en el poder. Cuando Alberto se va del gobierno, en 2008, yo ya estaba en el llano y conversamos bastante. La verdad es que lamento que no hayamos podido cerrar un espacio común en 2017, cuando él estaba con Randazzo. Hicimos los deberes pero no se pudo. Después, el encuentro de Alberto con Cristina lo generó Juan Cabandié y  ahí yo vi que Cristina estaba realmente muy feliz, se la notaba distinta. La visitaba bastante en su casa y, cada vez que llegaba, salía Alberto, y yo veía que ella estaba muy contenta de las cosas que iba charlando con él. La decisión de confiar en Alberto es extraordinaria, un gesto de madurez de todos nosotros. ¿Qué mejor autocrítica podés hacer que postular como candidato a quien fue tu mayor crítico y la vez postularte vos para transmitirle tus votos?

 

 

 

-¿Cómo imagina la relación entre ellos si eventualmente llegaran al poder?

 

-Creo que va a ser muy buena. Todos hemos madurado en este tiempo, seríamos muy ingenuos, muy tontos, de poco compromiso con el prójimo, si hacemos macanas o tenemos problemas respecto de los egos, los celos. Eso demostraría que somos pequeños y que no estamos a la altura de las circunstancias. Es muy importante, si alcanzamos el Gobierno, el compromiso que tenemos que tener con la gente que ha sufrido. Ni siquiera imagino que pueda haber rupturas o diferencias.

 

-¿Le sorprende este lugar tan poco protagónico de Cristina en la campaña?

 

-Tiene que ver con una decisión de ella, que piensa que no está para conducir el tiempo que viene. Tiene razón. Hoy existen factores que un presidente no maneja: los mercados, situaciones transnacionales. Y lo que está haciendo es lo mejor que puede hacer para que Alberto sea el depositario del voto del espacio nacional y popular.

 

 

La decisión (de Cristina) de confiar en Alberto es extraordinaria, un gesto de madurez de todos nosotros. ¿Qué mejor autocrítica podés hacer que postular como candidato a quien fue tu mayor crítico y la vez postularte vos para transmitirle tus votos?

 

 

-Usted fue uno de los pocos que dijo que prefería que no fuera candidata.

 

-Sí, porque había hablado con ella y no la quería ver sufrir con esta situación internacional, con los halcones que hoy gobiernan en Estados Unidos y están destinados a la región, los que fomentan que Lula siga preso, que Rafael Correa no pueda ingresar a Ecuador, factores de poder internos y externos. Pensaba que correrse de la escena le iba a permitir estar más tranquila y dedicarse a otras cosas. En ese momento estaba su mamá enferma y su hija tenía necesidad de su atención.

 

-Lo dijo como amigo, no como una reflexión política.

 

-Sí, como amigo. Y pensando que nadie es imprescindible en la política. Lo que nunca pensé es que ella iba a hacer este enroque. Me pareció una jugada extraordinaria. Muchas veces hablé con Alberto antes de que ella tomara esa decisión y él decía siempre: “Cristina no puede no ser porque no transmite los votos”. Nunca imaginamos que podía ser de esta manera, que ella podía ser la vice y otro el candidato a presidente, que me pareció generosa y comprometida a la vez. Porque no es que se corre. Ella le dejó el protagonismo a Alberto pero, si no nos va bien, ella es tan responsable como el candidato a presidente.

 

-Existió el kirchnerismo, después el cristinismo, ¿qué etiqueta le pondríamos a la etapa que viene?

 

-Es la etapa del Fe-Fe, en los dos aspectos. Mucha fe en los dos Fernández. Son una buena síntesis. Alberto le puede agregar al país una calidad institucional que hace falta y Cristina, la equidad social que se ha perdido y que hay que restaurar.

 

-¿Cristina está a la izquierda y Alberto es un candidato más para el centro?

 

-A los peronistas nos cuesta mucho plantear eso de la derecha y la izquierda. Creo que se complementan muy bien y por ahí lo que van a hacer desde 2019 a 2023 es lo que deberían haber hecho desde 2007 a 2011 y que lamentablemente se frustró, quizá por lo que fue la lucha del campo. Porque Cristina gana muy bien en 2007, por el 45% de los votos, asume y, cuatro meses después, es “la yegua”. Si vamos a hablar de grieta recordemos que empezó ahí y el clima del país cambió.

 

 

 

-¿Quién cree que fue responsable de eso?

 

-Esas cosas que salieron en abril de 2008 las tenían contenidas, las habían guardado los cuatro años de Néstor Kirchner porque no tenían forma de expresarlas. Quizá lo hicieron después porque Cristina era la primera mujer presidenta.

 

-¿Se refiere a los medios de comunicación?

 

-La oposición política y los medios también. Nunca a un jefe de Estado le dijeron las cosas que le dijeron a Cristina en ese abril. Eso cambió todo el clima. Por eso creo que ahora los dos juntos pueden restaurar esa calidad institucional junto con la equidad social.

 

EL ABORTO, FRANCISCO Y LA POLÍTICA  

 

-Alberto ya fue muy claro en su posición a favor de la legalización del aborto y Cristina votó a favor en el Senado. Es probable que el tema vuelva a discutirse en el Congreso. ¿Cómo imagina esa discusión y su postura, teniendo en cuenta la relación con el Papa?  

 

-Hay un movimiento muy importante de mujeres en la Argentina y va a ser indispensable que el tema se debata inmediatamente. Creo que sí hubo de parte del gobierno de Macri, el año pasado, una decisión de poner el tema rápidamente en agenda después de una movilización muy grande que hubo en febrero contra el Gobierno, encabezada por Pablo Moyano y los movimientos sociales.

 

 

 

-También hubo un reclamo importante del movimiento de mujeres.

 

-Sí, pero digamos que era impensado que Macri tocara ese tema. Lo terminan definiendo después de esa marcha. Ya lo había dicho (Jaime) Duran Barba. Me parece que este tema va a estar indispensablemente en agenda. Yo particularmente he dicho que, entre lo que se denomina el movimiento de los celestes y los verdes, tengo más cosas en común del país que imagino con los sectores verdes que con los celestes. Pero me pasa algo y no me puedo mentir: cuando veo que hay un embrión, no puedo no ver que hay vida. Esta es mi visión. Aunque también me pregunto quién soy yo para impedir que otro lleve adelante esa decisión. Creo que, en todo caso, los que no estamos de acuerdo deberíamos no hacerlo y no dedicarnos a impedirles a los demás que lo hagan. En eso me debato hoy.

 

-O sea que no avala la criminalización de la mujer que aborta.

 

-Claro, bueno. Yo escribí un artículo que se tituló “Vida sí, pena no”, justamente sobre eso. Estas conversaciones las tengo con mis hijos y mi mujer, que son todos partidarios de la interrupción voluntaria del embarazo. Esa es la riqueza de la conversación. Entiendo que no soy el dueño de la vida de los otros.

 

 

Entre lo que se denomina el movimiento de los celestes y los verdes, tengo más cosas en común del país que imagino con los sectores verdes que con los celestes. Pero no me puedo mentir: cuando veo que hay un embrión, no puedo no ver que hay vida. Aunque también me pregunto quién yo soy para impedir que otro lleve adelante esa decisión.

 

 

-¿Va a venir el Papa a la Argentina?

 

-Creo que sí. Para mí es una gran frustración como embajador no haber venido con él a la Argentina. Me parece extraordinario que venga, antes o después de las elecciones. No creo que el Papa, porque gobierna alguien que no piensa como yo, no deba venir a la Argentina. Al contrario, creo que debe venir. Va a ser algo extraordinario el encuentro de él con su pueblo. Nos lo merecemos, lo necesitamos y él también.

 

-¿Influye en las elecciones la opinión del Papa?

 

-No, para nada. 

 

Maximiliano Pullaro, presente en el primer día de Expo Agro.
Martín Llaryora, en el centro de la escena. 

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