La política se vuelve extremadamente impiadosa cuando sospecha que el poder se está mudando de lugar.
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La política se vuelve extremadamente impiadosa cuando sospecha que el poder se está mudando de lugar.
"Crucemos a saludarlo." La famosa frase, dicha o no, de José Luis Manzano ante Antonio Cafiero y su círculo íntimo una vez conocido el triunfo de Carlos Menem en la -hasta ahora- única interna presidencial del PJ grafica brutalmente la anterior afirmación.
El problema en la Argentina de hoy es que existe una razonable duda acerca de la posibilidad de que esto ocurra. Lo dicen en el propio Gobierno, en los sectores económicos, en el sistema de justicia, en el exterior del país, en los estudios de opinión, en los análisis políticos de los especialistas, en la oposición, en la forma de titular de los medios y así podríamos seguir detallando sectores e instituciones.
Lo que no queda en claro es si también para la gente de a pie es válida esta hipótesis o ni siquiera forma parte de los diez primeros temas de su agenda de subsistencia, quedando relegado este tema y su percepción al entre el 5% y el 7% de los votantes.
Tampoco queda claro a dónde se estaría mudando. Si a Cristina, al peronismo federal (Lavagna), a Vidal, a un elegido de CFK (¿Massa?), a Lousteau como vice de Macri, a la UCR, a Moyano y el sindicalismo, a Grabois y los movimientos sociales con apoyo vaticano o, en un marco de enorme dispersión, al Partido Obrero.
Nadie hasta ahora aglutina poder de un modo tan decisivo como para iniciar la estampida en busca de “saludar” al nuevo o viejo “Mesías” que nos guiará durante los próximos cuatro años.
Usando la imagen del fútbol, podríamos decir que estamos en esos casos en que el club está casi fundido, tiene una enorme deuda, ninguna estrella en su plantel para negociar y los sueldos atrasados de sus empleados pero el presidente quiere reelegir, algunos miembros importantes de su comisión directiva también tienen aspiraciones y la oposición, que se considera mayoritaria, se desgrana en varias listas que aún tienen candidatos difusos.
Curiosamente, dentro de toda esta gran confusión de proyección electoral, se duda de la única candidatura confirmada y nuevamente reconfirmada: la de Mauricio Macri.
Podríamos pensar que entre este pequeño porcentaje, en el que jugamos a explicar y saber lo que va a pasar, hay algo de paranoico.
Y no es que no podrían tener razón y el Presidente resignar su candidatura en un futuro cercano, pero hoy es el único candidato. El resto son especulaciones o suposiciones que pueden, y seguramente lo están, bien fundamentadas.
Esta solitaria condición, hasta ahora, lo hace el más vulnerable de todos a la crítica política y, sin lugar a dudas, está pagando su precio. Alguien debió haberlo pensado en su búnker. Será muy difícil atravesar todo mayo y casi todo junio siendo el “único blanco a flote”.
Pero rememorando el viejo dicho de que “lo que no me mata me fortalece” (también aplicable a Cristina con respecto a la justicia), si Macri logra mantenerse como candidato hasta julio (a pesar de una buena parte de los propios y del grupo Techint), entonces de allí en más veremos la verdadera campaña electoral con candidatos “fijos y no móviles” según temas o circunstancias.
Quizás a mediados de septiembre un porcentaje interesante de la población empiece a prestar alguna atención al tema electoral y ya en octubre, en forma gradual, los últimos diez días antes de la elección, pensar a quién votar pasaría a ser parte de los temas importantes de la agenda personal.
Pero estos dos próximos meses, serán el dólar y los precios los únicos que pueden influir en un cambio de posición en el Presidente en cuanto a su candidatura. Las elecciones provinciales no serán determinantes para un cambio de opinión.
El desconocimiento y las certezas son las causales más inmediatas para un análisis que llega a predictivos equivocados (Bolsonaro, Trump, Brexit,). Tratemos de no ser invadidos por esos factores que nos pondrán muy lejos del camino que deseamos hallar.