El comienzo de la breve semana financiera llegó este miércoles con una adecuación brusca de variables en el mercado local que reflejó la caída del lunes y el martes de las acciones argentinas que cotizan en Nueva York (ADR) y un riesgo país que volvió a la zona de los 750 puntos básicos. Así, el dólar, el reloj más sensible del tablero de comando de Nicolás Dujovne y Guido Sandleris, retomó la tendencia al alza y saltaba a mitad de rueda a su mayor nivel en cinco meses. El oficialismo queda atrapado, entonces, en un dilema de difícil solución: si las elecciones de octubre no se pueden ganar en medio de una nueva corrida cambiaria, ¿la proeza sería viable con tasas que vuelvan a trepar y ahoguen cualquier posibilidad de un rebote significativo de la actividad? El ministro de Hacienda le impone la respuesta a toda la administración: las súper tasas de interés permanecerán todo el tiempo que sea necesario, aunque eso implique sacrificar reactivación.
En rigor, Dujovne, garante del ajuste ante Christine Lagarde y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya había dictado ese curso de acción después de que Sandleris, titular del Banco Central (BCRA), ensayara una agresiva reducción del costo del dinero entre enero y febrero. Las tasas de referencia, las de las Letras de Liquidez (Leliq, instrumentos a una semana de plazo que el Central coloca entre los bancos para regular el dinero circulante) bajaron entonces del 60% al 43,5%, algo que fue posible, fugazmente, por la continuidad del veranito financiero internacional, que sostuvo la apuesta de los inversores por el carry trade, la apuesta a tasas en moneda local para hacer grandes ganancias en base a un virtual un seguro de cambio antes de pasarse de nuevo al dólar y volar. Lucro para el inversor, pérdida a plazo fijo para el país.
El dato de que la inflación de enero había trepado más allá de toda previsión hasta el 2,9%, anuncio de que lo que vendrá será aún peor en lo inminente, volvió a poner sensibles a los inversores, que reclamaron más premio para quedarse en moneda nacional. La tasa de las Leliq, entonces, volvió a situarse rápidamente por encima del 50% anual.
Marcos Peña hizo de vaso comunicante entre Dujovne y Sandleris y puso de manifiesto que la pretensión de independencia del Banco Central murió el recordado 28 de diciembre de 2017, cuando se le impuso a Federico Sturzenegger el cambio de la meta de inflación y que siguiera sin recibir RCP.
El ministro de Hacienda compartió inicialmente la idea del jefe del Central de tantear hasta qué punto la bonanza financiera de enero permitía una baja del costo del dinero. Sin embargo, la diferencia entre ambos, que reedita un clásico de todos los tiempos y todos los lugares entre los responsables de Hacienda y de la autoridad monetaria, estuvo en el entusiasmo: el segundo pisó demasiado el acelerador y terminó encendiendo las luces de alarma.
Si Dujovne sigue llevando la voz cantante y Peña retiene el poder de siempre, Dante Sica no deja de desdibujarse. Los empresarios se preguntan qué quedó de su esperanza de que, con él en el gabinete, la industria tuviera un representante y un defensor. Las medidas de fomento de la actividad son un lujo que el otrora mejor equipo de los últimos cincuenta años no puede darse cuando la consigna es pegarle de punta a la tribuna. Estas son las notas más amargas del Plan Picapiedras del que hablan de Carlos Melconian y Rodolfo Santangelo, “incontinuable” para ellos.
La tasa superior al 50% no es la del 72% de octubre último, pero aun así es extraordinariamente alta bajo cualquier parámetro, tanto en términos de la inflación anual proyectada en 30 a 35% como de un dólar al que se le trata de poner la bota encima. Pero, sobre todo, de las necesidades de las empresas de restablecer el circuito del crédito y el financiamiento y de una gran masa de consumidores que, como Dante, el obrero de la construcción que le generó a Macri frente a las cámaras supuestamente amables de la campaña un disgusto memorable, solo atina a mascullar: “¡Hagan algo, la c… de mi hermana!”.
“La tasa de las Leliq marca el rumbo del resto de las tasas del sistema. Claramente la baja que se venía registrando encontró su piso." (Gustavo Reija)
“Vivimos en una economía bimonetaria en la que el dólar opera como unidad de cuenta y reserva de valor. En ese marco, la tasa de interés en pesos está desempeñando la función de determinar qué porcentaje del portafolio se dolariza o se mantiene en pesos”, le explicó a Letra P el director de la consultora Mecronomic, Gustavo Reija.
“La tasa de las Leliq marca el rumbo del resto de las tasas del sistema. Claramente la baja que se venía registrando encontró su piso y el Central busca el nivel que le permita administrar el tipo de cambio con baja volatilidad”, añadió.
Christian Buteler, analista financiero, coincidió en la mirada y le dijo a este portal que “se busca un equilibrio entre dólar y tasa, algo que es delicado en un país como el nuestro”.
Para él, “hay que destacar que la ‘zona de no intervención’ tiene una actualización, por lo cual el valor del dólar es ascendente. En el trimestre anterior evolucionaba al 3% mensual, mientras que en el actual lo hace al 2%; veremos qué actualización se define en el próximo. Entonces, el problema no es que el dólar suba, sino a qué velocidad rebota. Eso es lo que llevó al Banco Central a subir la tasa y a tocar también el mercado de futuros”.
A Dujovne le resulta indiferente si el dólar cotiza dentro de la “zona de no intervención” pactada a disgusto con el FMI. Piensa que es demasiado holgada y que, en los hechos, equivale casi a una libre flotación. Por eso, según el ministro, cualquier movimiento brusco del billete verde, por incipiente que resulte, genera expectativas de corrida debido a la historia reciente y al tradicional TOC criollo con el mismo. Más todavía en un año electoral en el que una dolarización intensa de activos es más una pregunta de cuándo ocurrirá que de si lo hará.
Para el ministro, la prioridad excluyente de la hora es la estabilidad cambiaria. Otra corrida sería un game over para el Gobierno y para el proyecto Macri 2.0. Dice que, sin esa paz, es imposible pensar en cualquier tipo de reactivación de la producción y el consumo. Pero su drama es que, si la estabilidad cambiaria es una condición necesaria para una retomada del crecimiento, no lo es, en modo alguno, una suficiente. Es más, puede sospecharse que si el precio a pagar por ella es que las tasas se mantengan tan arriba, la reactivación tampoco llegará, al menos en una medida significativa, por más que el dólar siga controlado.
Sin embargo, más allá de los esfuerzos, todo equilibrio es precario, ya que depende de que no se corten las condiciones internacionales que mantienen un flujo positivo de fondos financieros hacia los mercados emergentes. Sin eso, el dólar podría hacerse difícil de contener más allá de qué tasas se convaliden.
Si mantener tranquilo al dólar es la gran prioridad de Dujovne, su segundo objetivo es apurar la reducción de la inflación desde el insólito 47,6% de 2018. Y eso, reconoce, se está demorando más de lo deseable.
Según consultores de referencia, al 2,9% de enero le seguirá un febrero de entre 3,5 y 4% y un marzo también caliente, combo que debería dejar cerca de un 10% solo en el primer trimestre del año electoral. Pésima noticia electoral: todas las encuestas ubican la inflación como la principal preocupación de los argentinos, con distancia sobre el resto. Además, la escalada de los precios puede ser otro combustible para el dólar.
El Gobierno cree que puede resistir una reactivación lenta o una reactivación mínima, pero no otra corrida cambiaria.
Leandro Ziccarelli, coordinador del Observatorio Monetario-Financiero del CEPA (Centro de Economía Política Argentina), dijo en diálogo con Letra P que “lo que disparó el dólar es la inflación, que no cede. En este esquema, con los plazos fijos como herramienta de contracción (monetaria), que suban el IPC y las expectativas de inflación, sobre todo la minorista, hace que sea necesario darle más tasa al ahorrista. Y si eso es así, entonces la de las Leliq no pueden seguir bajando”.
De acuerdo con Ziccarelli, la política de supertasas “seguramente limitará la reactivación. El rebote va a darse, pero va a ser más lento y menos agresivo, básicamente porque las tasas van a bajar más lentamente y porque la recomposición de ingresos del segundo semestre va a ser menor”, explicó.
El Gobierno cree que puede resistir una reactivación lenta o una reactivación mínima, pero no otra corrida cambiaria. Por lo tanto, elige la “Guatemala” de una economía por debajo del punto de congelamiento por encima de la “Guatepeor” de la inestabilidad cambiaria.
¿Le alcanzará con eso cuando se abran las urnas?