Por un lado, el martes se supo que el Directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI) se reunirá el 5 de abril para darle luz verde al desembolso de 10.870 millones de dólares, con lo que completará el 70% de lo establecido en el acuerdo de Stand-by vigente.
Segundo, el Tesoro fijó para mediados de abril el inicio de las licitaciones de 60 millones diarios, aportados por el propio organismo multilateral, para darle más liquidez al mercado.
En tercer lugar, se conocen informes sobre verdaderos colapsos de camiones en los accesos a los puertos desde donde parten las exportaciones de soja y maíz, lo que supone dólares que, potencialmente, podrían también incrementar aquella oferta.
En ese sentido, se conoció un informe de la consultora Econviews según el cual los soja-dólares aportarán al menos 9.000 millones de esa moneda al mercado hasta agosto, el mes clave de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Se trata de una cifra similar a los 9.600 millones que el Tesoro planea aportar, números que para el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, deberían alcanzar para llevar calma a los operadores.
"Siendo conservadores, (calculamos) un aumento de la oferta de dólares entre abril y agosto en el rango de 1.000 millones a 1.500 millones mensuales, consistente con un volumen diario de 50 millones a 75 millones de volcados en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC)", señaló el trabajo.
Por último, la tasa de las Leliq (Letras de Liquidez, instrumentos que el Central coloca entre bancos a siete días para regular la cantidad de dinero) siguen cotizando cerca de un impactante 68% anual, un modo casi desesperado de alentar a los inversores a quedarse en pesos.
Pero nada de eso parece alcanzar y la tendencia preocupa.
Al margen de todos esos anuncios y datos, el billete verde inició su escalada más reciente el último martes 19, cuando pasó de los $41 de la víspera a $41,50 en el Banco Nación. Desde aquellos $41 hasta los $44,90 de este miércoles, la divisa aumentó 9,5% en apenas siete ruedas.
Este miércoles trepó un 3%. En lo que va del mes, 12% y más de 16% en lo que va del año, bien por encima de la inflación acumulada. Se operaron más de 850 millones de dólares, el mayor volumen del mes. Mala señal.
“Hay que fijarse que todas las monedas latinoamericanas y emergentes en general están corrigiendo”, le dijo este miércoles a Letra P, en plena rueda, un trader cambiario de un importante banco extranjero. “Turquía, Brasil, México… Hay claramente un ‘vuelo a la calidad’”, agregó en referencia a la postura de los inversores que deciden huir del riesgo emergente y llevarse su dinero a los mercados centrales y a activos seguros.
“Cuando la ola viene tan fuerte desde afuera, no hay mucho para hacer”, se resignó.
La paliza, en efecto, fue grande y alcanzó a todos los activos argentinos, como las acciones que cotizan en Nueva York y los bonos de deuda. Esto último llevó el riesgo país a 791 puntos básicos.
Algo más lejos de la línea de fuego, los analistas del mercado no dejan de insistir en la sal y la pimienta que les ponen al problema la política y la economía argentinas.
“Ahora vamos a escuchar por todos lados que la culpa es del contexto internacional, pero, si el peso cae tanto cuando ese contexto es malo como cuando es bueno, claramente hay que pensar en un problema de confianza propio”, le dijo a Letra P el analista financiero Christian Buteler.
“El que esperó el año pasado en pesos perdió como en la guerra. Por eso algunos se quieren apurar ahora para quedarse con dólares antes de que suban más, aun sabiendo de la mayor oferta prevista para los próximos días, de la menor salida de dólares producto de la destrucción de las importaciones que generó la devaluación y de las tasas de interés de casi el 70%”, siguió.
¿Por qué los inversores no creen en la teoría oficial de la calma gracias a las súper tasas y a los dólares del Fondo y el campo?
“El año pasado, en plena corrida, se negociaban hasta 1.500 millones de dólares diarios, por lo que hablar de 60 millones no es nada. Es cierto que el campo tiene que liquidar (divisas), porque necesita cubrir gastos en pesos, y que lo va a hacer más que el año pasado, cuando la cosecha fue pésima. Pero no tiene la obligación de hacerlo con urgencia y lo va a hacer en la medida más indispensable si ve que el dólar sigue subiendo. El que pueda aguantar, en ese escenario, va a esperar”, estimó Buteler.
Pero si el Gobierno está en lo cierto y si entre la plata del Fondo y la de la soja va a haber unos 20.000 millones de dólares en los próximos meses, ¿de dónde puede salir el combustible para una eventual dolarización masiva de carteras? ¿Dónde están esos pesos?
“Hay $800.000 millones en plazos fijos privados, es decir, sin contar las colocaciones del Estado. Así que hay combustible para que esto pueda seguir”, añadió.
Foto: AGLP
“Por eso es tan importante cortar este tipo de movimientos rápidamente, para evitar que esa gente se sume, arrojando más combustible al fuego”, señaló el analista.
Cortar por lo sano fue casi un ruego de Buteler y muchos otros observadores a lo largo de 2018, pero ni el Banco Central de Federico Sturzenegger ni, después, el de Luis “Toto” Caputo lograron o supieron hacerlo. Las consecuencias están a la vista.
El problema hoy es que el sucesor de aquellos, Guido Sandleris, está atado de pies y manos por el mismo FMI, que mantiene la solvencia crediticia del país conectada al respirador artificial del paquete de “ayuda” más abultado de la historia.
Los mencionados 60 millones diarios son, además de escasos, insuficientes en un posible contexto de alta volatilidad. Es posible que, conforme crezca la incertidumbre electoral, haya días en que, para mantener tranquila la divisa, sea necesario vender más que eso, mientras que en otras jornadas tal vez no sea necesario salir al mercado. El esquema de licitaciones diarias por un monto inamovible no atiende a esa eventualidad, algo que inquieta.
Mientras, en lo inmediato, el Banco Central no puede intervenir mientras el dólar cotice dentro de la “zona de no intervención” (ZNI), fijada para este miércoles en $39,289 - $50,844. La brecha, impuesta por Christine Lagarde y sus técnicos, es tan grande, dicen los numerosos críticos –entre los que se cuenta el propio Dujovne-, que equivale en los hechos a una libre flotación.
Si el dólar sube rápidamente dentro de la ZNI, el peligro es que, cuando llegue al techo, ya no haya cómo frenarlo.