La continua sensación de crisis política corre por entera cuenta de su controvertido presidente, una máquina de generar enfrentamientos internos y externos, dado que ataca a pares como Emmanuel Macron o Alberto Fernández como si sus recursos de poder fueran los de Donald Trump y le permitieran tales lujos. La económica, en tanto, se vincula con una desaceleración inesperada (por algunos) de la economía brasileña en 2019 y las dudas que presenta para 2020. La social, por último, es aún fantasmal y surge de dichos oficiales que, llamativamente, presagian un estallido como los de Chile y Colombia, eventualidad ante la que esgrimen la vocación de aplicar una represión digna de una dictadura. ¿Será que la evocan?
Lula da Silva “está llevando al pueblo a las calles para romper todo. Eso es algo estúpido, es una burrada que no está a la altura de nuestra tradición democrática. Es insano”, dijo el martes a la noche en Washington. “No se asusten si alguien pide la AI-5”, añadió ante un grupo de periodistas con quienes no fue claro respecto de la siempre espinosa cuestión del off the record.
La AI-5 es el Acta Institucional Número 5 (AI-5), medida aprobada por la última dictadura militar en 1968 que le permitió cerrar el Congreso, intervenir los gobiernos estaduales, eliminar el derecho de habeas corpus e instaurar la censura, entre otras barbaridades. Sus dichos, inevitablemente, impactaron violentamente en el mundo político y judicial.
Los reproches confrontaron a Guedes con una realidad cruda: ¿es con semejante discurso que pretende atraer inversiones extranjeras a Brasil? Una respuesta, acaso más cruda que el propio interrogante, es que eso bien puede ser posible. Mercado libre y mano dura; la receta no sería nueva.
En ese sentido, cabe recordar que el titular de la legislatura de San Pablo, Caue Macris, reaccionó a un escándalo nacional y prohibió esta semana que ese cuerpo homenajeara a Augusto Pinochet el próximo 10 de diciembre, día internacional de los Derechos Humanos, algo que había promovido un diputado estadual bolsonarista Frederico D’Avila. Climas de época…
En rigor, Guedes no fue el primer miembro del bolsonarismo, esa nueva forma del autoritarismo de mercado, en sumar a su país al fixture de posibles puebladas y de hablar de la AI-5. El mes pasado lo hizo nada menos que uno de los hijos del presidente, el diputado Eduardo, referente continental de la ultraderecha. La insistencia llama la atención.
Por lo pronto, como el miedo no es zonzo, Guedes afirmó que, para no dar lugar al estallido tan temido, el gobierno detendrá su ímpetu en la promoción de reformas de mercado; otra mala señal para el mercado. La reforma que venía a la cola de la recientemente aprobada para la previsión social era la administrativa, destinada a permitirles a las autoridades federales, estaduales y municipales reducir salarios, jornada laboral y hasta establecer suspensiones de empleados públicos por motivos presupuestarios.
Los malos augurios sociales, políticos y económicos de Guedes impactaron en la cotización del dólar que saltó a un máximo valor nominal histórico de 4,2582 por real.
Sin embargo, sería exagerado atribuirle al hombre toda esa tendencia. En efecto, la misma es anterior, ya que la divisa estadounidense acumula un incremento de casi el 7% apenas en un mes. Devaluaciones no son solo las nuestras, de doble dígito, más cuando Brasil es un país con una inflación anual de apenas el 3,5%.
A Guedes eso no lo asusta y no pierde la ocasión casi para invitar al mercado a pelear, como cuando afirma que hay en el Banco Central 100.000 millones de dólares listos para defender, si fuera necesario, una paridad de cinco reales por dólar. Según él, el mercado debe habituarse a un funcionamiento económico con un real más devaluado y tasas de interés menores, lo que, en teoría, debería ser bueno para la producción y las exportaciones.
El presidente no comparte los gustos del ministro: él preferiría un real más fuerte. Sin embargo, la realidad le impone límites
Por un lado, la tendencia a la suba de la divisa estadounidense es hoy general en la región, en medio de estallidos sociales que no atraen precisamente al capital, casi siempre cobarde. Además, numerosos economistas advierten que la era del dinero barato y abundante a nivel global se está terminando, lo que, para ellos, augura una crisis en un Brasil sobreendeudado.
Fuente: FMI y Ámbito Financiero.
Hablar de crisis sociales y violencia generalizada caldea más un clima político de por sí difícil en torno del bolsonarismo.
El repudio a los presagios de Guedes fue general, desde opositores a oficialistas y desde dirigentes con poder territorial a legisladores. Entre ellos, sobresalieron dos hombres clave: el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, y el titular del Supremo Tribunal Federal, José Antonio Dias Toffoli. Des primero dependería, eventualmente, la aceptación o el rechazo de un pedido de juicio político contra Bolsonaro, algo para lo que pueden no faltar causales cuando el ambiente político lo haga propicio; del segundo, el tratamiento en la Justicia de cualquier juicio que lo involucre por posibles delitos cometidos en el ejercicio de su cargo.
Jair Bolsonaro y Rodrigo Maia.
Una regla, relativamente precisa, como tantas cosas en economía, indica que cada punto porcentual de crecimiento de la economía brasileña genera, como reflejo, uno de entre un cuarto y un tercio de punto en Argentina.
El avance esperado de 2,2% de la economía del vecino el año que viene, posterior al 1% con el que cerrará 2019, podría añadirle a nuestro país una actividad equivalente a casi medio punto porcentual, no poca cosa cuando se trata de ascender desde la Primera B. Sin embargo, el 1% de este año ha sido producto de un recálculo permanente, desde un nivel superior al 2%.
Los planes de Alberto Fernández y el futuro económico inmediato del país dependen de que el año próximo no se repita la historia del actual, con expectativas que se fueron desinflando sin remedio. Los augurios de Guedes y las demasías de su jefe no ayudan demasiado a ese propósito.