En el marco de una región convulsionada, también Uruguay va a las urnas este domingo y todas las encuestas coinciden en que, como viene sucediendo desde las últimas dos elecciones, habría ballotage (el 24 de noviembre) entre el candidato del oficialista Frente Amplio, Daniel Martínez, y el opositor del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou.
Sin embargo, a diferencia de las presidenciales anteriores, esta vez el Frente Amplio no es el favorito para la segunda vuelta. Inseguridad, economía y educación son algunos de los ítems que una gran cantidad de uruguayos considera deficitarios de la gestión frentista y la candidatura de Lacalle Pou en segunda vuelta podría ser un instrumento para pasar la factura correspondiente. La clave será ver cuan cerca (o lejos) queda el FA del 50%.
Como les ha sucedido a otras fuerzas políticas en la región -PT en Brasil, el MAS en Bolivia-, el Frente Amplio “envejeció”. Los votantes más jóvenes solo conocen gobiernos de ese color político -está en el poder desde 2005- y esa rebeldía natural que tienen es difícil de orientar en otro sentido más allá del discurso de izquierda. El lunes habrá certezas, pero, a priori, más que una vuelta a la ola rosa centroizquierdista, lo que parece haber en la región -y no solo en la región- es un creciente inconformismo con los gobiernos más allá de sus ideologías.
Por eso, el candidato blanco ya habla de un “gobierno multicolor” con la cuasi certeza, además, de que lo que sí se definirá el domingo será un Congreso donde ninguna fuerza tendrá mayoría propia y que a quien le toque gobernar se verá obligado a hacer permanentemente acuerdos parlamentarios. Fuera de esto, Lacalle Pou ha evitado profundizar demasiado en cuáles serían sus proyectos de gobierno y se ha focalizado en criticar al gobierno y sostener la base histórica del Partido Nacional, sabedor de que solo con eso está en ballotage.
Aunque no han sido explícitos en ese sentido, tanto el candidato colorado, Ernesto Talvi, como el conservador popular Guido Manini Ríos e incluso el centroizquierdista Pablo Mieres, del pequeño Partido Independiente, han dado señales claras de que acompañarían a Lacalle Pou en una eventual segunda vuelta e incluso que podrían aceptar ser parte de un gobierno de coalición. Nada de eso sucede con el Frente Amplio y ahí está el núcleo de sus desvelos.
La apuesta de los izquierdistas es la remontada que marcaron los últimos sondeos, que lo mostraron por encima del 40%, y la señalización de que el modelo del “gobierno multicolor” que propone la oposición será fuente de permanentes conflictos dadas las diferencias existentes entre sus eventuales integrantes. El ejemplo argentino -y ahora el de Chile-, en el sentido de las consecuencias de las políticas económicas liberales, también forman parte del bagaje de herramientas electorales del FA.
Talvi, por su parte, sorprendió con un discurso ultraliberal no solo en lo económico, que es la posición tradicional de los colorados, sino, también, en lo valórico, apelando a las banderas históricas del liberalismo uruguayo, pero, sobre todo, apuntando a seducir a un sector de los votantes jóvenes del Frente Amplio con quienes comparte esa mirada pro agenda de género, aborto y despenalización de drogas. Aunque en un principio pareció ser una estrategia efectiva, la contraofensiva frenteamplista poniendo luz sobre sus propuestas económicas pro Mercado terminaron deshilachándolo e incluso hoy corre el riesgo de perder el tercer puesto.
Porque la sorpresa de la elección parece que será Cabildo Abierto, que podría superar el dígito y confirmarse como la primera nueva fuerza electoral importante en el Uruguay postdictadura. Manini Ríos, jefe del Ejército durante las presidencias de José Mujica y Tabaré Vazquez, encarna la versión uruguaya de los candidatos antisistema que han irrumpido en occidente en los últimos años. Autodefinido como “artiguista”, propone una economía productiva en lugar de la teóricamente financiera que rige actualmente, se muestra contrario a la llamada ideología de género y auspicia políticas más duras en materia de seguridad.
Por otra parte, para terminar de condimentar la elección, el senador blanco Jorge Larrañaga, sin el respaldo oficial de su partido, logró juntar las firmas necesarias para plebiscitar el domingo una propuesta de reforma en materia de seguridad llamada “Vivir sin miedo”, que propone endurecer las penas y crear una fuerza especial abocada al combate del delito.
Paradójicamente, aunque esta propuesta ha sido rechazada en movilizaciones masivas y no cuenta con el respaldo formal de ninguno de los candidatos, algunas encuestas señalan que podría superar el 50% de los votos. Si así sucediera, el Parlamento debería reglamentarla y transformarla en ley.