TURBULENCIA PERMANENTE

En un mes, se perdió el 30% de los dólares del FMI

Pese a la actual estabilidad cambiaria, la sangría de reservas del Banco Central sigue preocupando. Ni la mega devaluación alcanza para que reaparezca la oferta privada de divisas.

En momentos en que la corrida financiera arreciaba y el mero anuncio de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no terminaba de tranquilizar el mercado cambiario, el 21 de junio las reservas en poder del Banco Central (BCRA) cerraron en 48.475 millones de dólares. Un día después, llegaron los 15.000 millones correspondientes al primer tramo del préstamo stand-by del Fondo por un total de 50.000 millones a tres años, una inyección de divisas y, se esperaba, de confianza en el país. El saldo, algo más de un mes después, no es el esperado.

 

En efecto, con este ingreso y con los egresos de la jornada mediante, la rueda del viernes 22 de junio finalizó con reservas de 63.270 millones de dólares.

 

 

La mitad de los dólares del FMI, se recuerda, quedó en poder del Central y la otra mitad, del Tesoro, que anunció un esquema de licitaciones diarias, a razón de 100 millones de dólares por día, para abastecer al mercado y contribuir a la recuperación de la credibilidad perdida, lo que, se suponía, debía traducirse en un retorno de la oferta privada de divisas. Con todo, como los dólares del Tesoro quedaron depositados, siguieron siendo contabilizados como parte de las reservas del país.

 

Poco más de un mes después, si bien la cotización de la divisa se mantiene planchada o, incluso, con leve tendencia a la baja, el Banco Central exhibió, al cierre de la rueda del último miércoles, reservas totales de 58.799 millones de dólares. Los 4.471 millones que se perdieron en el camino representan el 29,8% de los 15.000 millones aportados inicialmente por el FMI.

 

Todo sirve para abultar las reservas en baja. Este jueves el Ministerio de Hacienda anunció la aprobación de dos créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por 400 millones de dólares para financiar inversiones en energía renovable y eficiencia energética.

 

Es que la persistencia del goteo de dólares preocupa. Por un lado, porque resulta insostenible en el mediano plazo. En segundo lugar, porque revela que las necesidades de divisas del país (para realizar importaciones, para pagar deudas y para atender la demanda destinada a la remisión de remesas, al turismo emisor y al atesoramiento privado) siguen siendo superiores a la generación de las mismas. Pese a la megadevaluación desatada a fines de abril, la oferta privada sigue brillando por su ausencia.

 

El analista financiero Christian Buteler le dijo a Letra P que la sangría de dólares que sigue sufriendo el país “es la pelea de fondo”. “Más allá del precio al que se vaya el dólar y del valor de tasa de interés que se fije, lo que no puede pasar es que se sigan perdiendo reservas todos los días en estos niveles. Más porque el dato de reservas que se brinda (los 58.799 millones de dólares del miércoles) es el total, no el de las reservas disponibles, que es mucho menor”, explicó.

 

En efecto, las reservas disponibles, que podrían considerarse una tenencia genuina o permanente, son lo que queda de restarles a las totales los acuerdos de swap (intercambio temporario de monedas con otros bancos centrales), los encajes de los depósitos en dólares (es decir, la garantía de que pueden ser retirados sin “corralitos”) y las tenencias en oro. Sacando todo eso, hoy están en el orden de los 20.000 millones de dólares.

 

Mariano Kestelboim, economista de la Universidad Nacional de Avellaneda, señaló en diálogo con Letra P el principal problema estructural del país. “La Argentina tiene un desequilibrio externo muy grande, el peor de toda su historia. En el último año tuvimos un déficit externo de 65.000 millones de dólares, que, obviamente, no alcanza a equilibrarse con el ingreso de los 15.000 millones del Fondo. Esto lo ven todos: con un dólar a $28, esa brecha todavía no cierra. Es por eso que la salida de capitales sigue siendo mucho más importante que el ingreso”, dijo.

 

Buteler coincidió en ese punto. “La cuenta siempre fue negativa. Si se toma turismo, balanza comercial, etcétera, la Argentina gasta más dólares que los que ingresan, por lo que el saldo termina dando negativo. Eso se compensó en los últimos dos años con la colocación de deuda, pero esto se cortó y hoy estamos en el medio de este problema”, dijo.

 

La megadevaluación, sin embargo, hizo lo suyo y, de la mano del brusco freno de la actividad económica, del 5,8% en junio, desalentó las importaciones y el turismo emisor. De hecho, los datos oficiales de balanza comercial de junio dieron cuenta de un déficit de 382 millones de dólares, muy por debajo de los 750 millones registrados en igual mes de 2017.

 

“Si hablamos de comercio exterior y de turismo, obviamente que con un tipo de cambio más alto las pérdidas se limitan mucho y se hacen más manejables. Pero la realidad es que sigue habiendo salida de dólares, pesos que pasan a dólares y que se retiran”, enfatizó Buteler.

 

“La devaluación atenúa ese fenómeno, pero no es suficiente porque el desequilibrio es gigante. Además, el efecto de la devaluación es transitorio, porque en la medida en que el proceso inflacionario vuelve a abaratar las importaciones y a encarecer las exportaciones para el resto del mundo, esa mejora se va a ir perdiendo de vuelta”, coincidió Kestelboim.

 

 

 

Leandro Ziccarelli, coordinador del Observatorio Monetario-Financiero del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), también pone la lupa sobre el súper dólar. ¿Cuán “súper” es, en realidad, si se trata de equilibrar las cuentas externas del país?

 

“Claramente, se está gestando otra corrida. Nos ayuda un poco que la soja venga subiendo desde hace más de una semana y que la tasa de los Bonos del Tesoro de Estados Unidos a diez años se haya frenado en 2,95%; eso les dio aire a todos los emergentes. Pero, como siempre, el modelo funciona así: es pésimo para absorber cualquier movimiento adverso en el exterior”.

 

Para Ziccarelli, el actual momento de estabilidad de la divisa “es un ‘veranito’ cambiario”.

 

“La suba del dólar ayuda, aunque de la peor manera, a bajar un poco la sangría de divisas. Los datos de turismo y de déficit comercial de junio fueron positivos, pero todo lo demás sigue igual: fuga y vencimientos de deuda, que es un cóctel explosivo sin salida a falta de regulación”, completó.

 

La acumulación de vencimientos de deuda de corto plazo, sobre todo cuando el Gobierno no deja de emitir Letras en dólares en el mercado interno, es otro tema a seguir.

 

“Uno de los temas que más me preocupan es el de las Letras del Tesoro (Letes). Se logró colocar (el miércoles) casi el 80% del vencimiento y a una tasa menor. Perfecto, pero eso hay que analizarlo. Las Letes se pueden suscribir en pesos o en dólares, pero cuando se las paga, es en dólares. Entonces, contablemente se puede hablar de un alto nivel de renovación, pero en la práctica se va gestando una caída de reservas importante a futuro”, advirtió Christian Buteler.

 

 

 

Cerrados los mercados del exterior para el país, el stock total de Letes en el interno ya asciende a unos 15.000 millones de dólares. En lo que queda del año, los vencimientos que quedan por renovar son nada menos que 9.300 millones.

 

La película está lejos de terminar.

 

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