Con la ley que ata tarifas a salarios y en un clima de tensión inusual en el Senado, el cacique patagónico vio desafiada como nunca antes su jefatura en una bancada que viene tironeada por el ascenso de Cristina Kirchner en las encuestas y la presión del Presidente a los gobernadores del PJ.
Con ofertas, operaciones y llamados, la Casa Rosada intentó hasta el último minuto rodearle la manzana al senador por Río Negro, un especialista que lleva un cuarto de siglo en el Congreso y habita la Cámara alta desde los días de diciembre de 2001, los más calientes que se recuerden.
Durante dos años el pacto funcionó. No va más.
Después de ser durante dos años largos el garante de la gobernabilidad en el Senado, haber asumido más de una “tarea ingrata” en beneficio de Macri y haberse destacado como el único que aseguraba una votación ordenada en el Congreso, el jefe de los senadores del PJ le muestra los dientes a un oficialismo que cae en picada en las encuestas, con trastornos económicos que se subestimaron y un combo que, junto con el pedido de auxilio al Fondo, anuncia la desembocadura en un escenario de alta inflación con recesión.
Si las usinas amarillas se encargan de propagar el enojo de Macri con Pichetto, al lado del senador también afirman que está furioso con un gobierno que, después de precisarlo para todo, ahora pretende partirle el bloque, una falta grave en el Código Pichetto, la ley no escrita que oficialistas como Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y Ernesto Sanz conocen de memoria.
CAMBIEMOS. Desde diciembre pasado, el jefe de la bancada del PJ tiene un escenario nuevo adentro del Senado, con la presencia de CFK, y diferente afuera con un peronismo dividido en el que los gobernadores que hasta ayer lo acompañaban se muestran como la variante moderada del macrismo. Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti, los dos más afines al Presidente, plantean una estrategia que parece ir en busca de los votos desencantados de Cambiemos antes que de un caudal opositor que se ensancha.
La última encuesta de Hugo Haime, que se terminó el domingo y está en procesamiento, arroja datos que el peronismo no puede desatender: el 88% de los consultados está en contra del veto presidencial. No sólo eso. El 96% se manifiesta a favor de que los aumentos de tarifas se aten a las subas salariales, algo inviable para el déficit fiscal que Macri aumentó desde que llegó a la Casa Rosada pero lógico para cualquiera que vive y gana en pesos, mientras el dólar se dispara.
Pichetto y Camaño en Gualeguaychú, estreno de la alianza del rionegrino con Massa.
La votación en el Senado muestra a Pichetto atento a ese malestar social con dos movimientos nuevos de cara a 2019. Más lejos de Macri, enojado con el Gobierno y en una ruptura sorpresiva con Urtubey, uno de sus principales aliados en el proyecto del peronismo de centro que busca romper con el cristinismo. “Miguel dice que el peronismo necesita una reconversión y una reconstrucción. Pero no definió un candidato. Lo puso en el mismo lugar que a Massa, a Randazzo y a otros que puedan surgir”, afirman a su lado.
Los peronistas que trabajan con él aseguran que no entienden cuál es el juego de Urtubey y sostienen que el mismo gobernador de Salta desaconsejó en Diputados el proyecto que ahora propone. Sea como fuere, dos aliados que caminaban juntos hacia 2019 se distancian forzados por la política frente a Macri y el malhumor creciente en una sociedad que expresa su rechazo ante la nueva temporada de ajuste.
Urtubey, que nunca se destacó por medir demasiado en las encuestas nacionales, queda decididamente como el más oficialista de los gobernadores del PJ y en clara minoría, sin el acompañamiento del resto del peronismo. Sólo el círculo rojo lo sigue festejando y no sobran los gobernadores que salgan a festejarlo.
INVENTOR DE TODO. Parado en el centro de la fortaleza pejotista en la Cámara alta, Pichetto es dueño de un poder que todos pretenden utilizar a su antojo. Macri, Frigerio y el gobierno de Cambiemos le reclaman responsabilidad y mayor alineamiento que el que exhiben los miembros de la alianza gobernante. Los peronistas de las provincias lo ubican al frente de una liga de gobernadores que no existe, donde cada cual atiende su juego y la mayoría acentúa su rol opositor en voz baja pero no quiere pelearse en público con la Casa Rosada. Urtubey lo abandona y se aferra a su rol de salvavidas del Presidente y el antimacrismo pretende que se transforme -contranatura- en el más duro detractor de Macri.
El senador se mueve como vértice del peronismo que gobierna en las provincias, pero ese espacio está partido en dos o tres, con diferentes posturas en cuanto al macrismo y el cristinismo. Pichetto repite en privado que lo que mueve el amperímetro es si hay una postura común de todos los gobernadores y, en el caso de las tarifas, no la hay. “No hay mandato. No hay un colectivo que actué de manera sustancial y consensuada en este tema. No podemos hacer lo que no hacen otros”, sostiene.
La ruptura con el gobernador de Salta, que el jueves será anfitrión de una cumbre con Macri y los gobernadores del NOA, lo obliga a repensar su estrategia hacia 2019. Sobre todo, a recalcular y revisar en función de qué candidato sumará su expertise y su lugar de poder hasta diciembre de 2019, cuando parece tener fecha de vencimiento. Mientras el señor gobernabilidad no encuentre ese nombre, estará favoreciendo a su enemiga íntima, “la señora”, Cristina Kirchner. Además, le dará rienda suelta a los argumentos de un Macri -tan puro como impotente- que ahora lo señala por hacer seguidismo de “las locuras” de la ex presidenta, después de haber explotado su capacidad durante dos años y en busca de recrear la polarización.
Aunque Pichetto fue lanzado como candidato a presidente hace dos semanas por Carlos Menem, a quien definió como “el inventor de todo”, son pocos los que toman en serio la pretensión del senador. De lo que no hay dudas entre los que lo frecuentan es que será parte de un proyecto del peronismo que buscará competir con Macri y con Cristina.
El rionegrino exhibe por estas horas un puente más firme con Sergio Massa, el candidato que quedó tercero en provincia de Buenos Aires en octubre pasado pero que sigue entre los pocos peronistas que miden todavía por fuera de la zona de influencia de CFK. A un lado y al otro admiten que hay diálogo constante y no por el tema tarifas exclusivamente.
OPOSICIÓN RESPONSABLE. Hasta hace unos meses, cuando el oficialismo necesitaba del peronismo y no se había consolidado en las urnas, Pichetto era considerado el principal aliado del Gobierno. Lo reconocen, incluso, los leales al senador.
Dicen que apoyaron a un gobierno en minoría, nunca pusieron palos en la rueda y colaboraron con la estabilidad, lejos de cogobernar, lo cual podría ser objetado si se repasaran algunos nombramientos y designaciones.
Distinguido por el Presidente y los comunicadores amigos como la nave insignia de la oposición racional y moderada, Pichetto y su escuadra ahora no quieren ser socios en el fracaso de la alianza Cambiemos. No quieren ser responsables, como oposición, de la deriva de Macri. Maestro en el arte de la negociación, soldado leal hasta la puerta del cementerio, el rosario de críticas que hoy propaga el senador contra el Gobierno no parece fácil de apaciguar. Arranca en el Día de los Inocentes, cuando el oficialismo sepultó las metas de inflación que había hecho aprobar en el Congreso (entre 8 y 12 para el Banco Central), el dólar a 19,3 y el crecimiento del PBI a 3,5%. Sigue con el megadecreto y termina en la saga de tarifas, que, según repitió Pichetto hasta el hartazgo, arrancó en discrepancias dentro de la alianza con la UCR y Elisa Carrió. Eran, todavía, días impregnados por el aire triunfal de Macri, el Gobierno era el dueño de la iniciativa, venía de cosechar un respaldo social sorprendente en las urnas y parecía tener escriturada la reelección. Entonces, 2019 parecía una cita ajena para el peronismo de Pichetto y los gobernadores. Ya no.