El lunes 14 de mayo, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, cumplió una de sus promesas de campaña más polémicas: trasladó la embajada en Israel de Tel Aviv (capital reconocida internacionalmente) a Jerusalén (considerada la “capital eterna e indivisible” por el Estado israelí a través de la Ley de Jerusalén de 1980). De esta manera, confirmó el acercamiento entre ambos países luego de las diferencias con la administración Barack Obama, especialmente tras su abstención en una votación de la ONU de 2016 que condenó los asentamientos israelíes en territorios palestinos.
La jornada, a diferencia de lo que se había comunicado en un principio, no contó con la presencia del propio Trump y la comitiva estadounidense estuvo liderada por su hija Ivanka, su yerno, Jared Kushner (clave en el vínculo con Israel), el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin y 14 legisladores, todos ellos republicanos.
Mientras el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, calificaba en Jerusalén la jornada como un día “glorioso”, en la Franja de Gaza, a pocos kilómetros de distancia, el Ejército mató a más de 60 palestinos e hirió a más de 2.000 en una nueva “Marcha del Retorno”, organizada a 70 años de la Nakba palestina (catástrofe) que dejó más de 700 mil refugiados palestinos luego de la creación del Estado de Israel y el comienzo de la guerra árabe-israelí de 1948.
La decisión de la administración Trump generó críticas en amplios sectores de la comunidad internacional, así como el accionar de las fuerzas de seguridad de Israel. Gobiernos de diferentes espectros políticos como Canadá, China, Rusia, Francia y Turquía, entre otros, expresaron su rechazo a estas decisiones y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas realizó una reunión de emergencia el martes en la que Estados Unidos, gracias a su derecho de veto, logró bloquear la aprobación de una resolución que buscaba una investigación sobre lo sucedido y responsabilizar a los culpables.
El apoyo de América Latina
Pocos gobiernos han respaldado la decisión de Estados Unidos de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, solo dos han confirmado plenamente que seguirán sus pasos y ambos están en Latinoamérica: Guatemala y Paraguay. El presidente guatemalteco, Jimmy Morales, inauguró la embajada de su país en la ciudad el último miércoles, también con la presencia de Netanyahu, y el Gobierno israelí confirmó que Paraguay hará lo mismo este lunes durante una visita del presidente Horacio Cartes.
En el mismo sentido, el Congreso de Honduras aprobó un proyecto de ley para hacer lo propio, con 59 votos a favor y 33 en contra, que debe ser ratificado por el presidente Juan Orlando Hernández, quien ya ha manifestado la intención de trasladar la embajada a la “ciudad santa”. Por otra parte, el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, afirmó que su país mantendrá su embajada en Tel Aviv, tras haber asegurado que seguiría los pasos que Estados Unidos. Por el lado de Europa se espera que República Checa haga lo propio y Rumania también ha expresado su intención de trasladar su sede diplomática.
Los países latinoamericanos que han confirmado sus traslados cuentan con gobiernos débiles en su legitimidad y muy cercanos políticamente con los Estados Unidos, por lo que sus decisiones de acompañar a Trump no sorprenden. El guatemalteco Morales aseguró durante el acto en Jerusalén que Guatemala, Israel y Estados Unidos son “tres amigos que comparten amistad, coraje y lealtad” y recordó que su país fue el segundo en reconocer al Estado de Israel, detrás de los propios Estados Unidos. Por su parte, Paraguay también mantiene relaciones muy estrechas y cuenta con la particularidad de ser uno de los pocos países en el mundo, y el único de América del Sur, que mantiene relaciones con Taiwán, una situación que limita considerablemente las relaciones con otra de las grandes potencias del mundo, China, y lo lleva a mantenerse cercano a los Estados Unidos.
Durante la inauguración de la embajada guatemalteca, Netanyahu aseguró que era “el comienzo de algo extraordinario” y recordó que en Israel existe una calle llamada Guatemala debido a las estrechas relaciones entre ambos países. Una historia que se retrotrae hasta 1948, cuando Guatemala apoyó la creación del nuevo Estado, y a 1956, cuando el país fue el primero del mundo en abrir una embajada en Jerusalén. La misma luego fue cerrada en 1980, después de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una resolución pidiéndole a los Estados miembros que retiren sus misiones diplomáticas de la ciudad tras la aprobación de la Ley de Jerusalén, que califica a la misma como la “capital eterna e indivisible” del país.
A lo largo de estos años de relaciones, Israel proveyó de armamento y tecnología militar a Guatemala, especialmente en la década de 1970, con la entrega de aviones, fusiles y sistemas de computación y de almacenamiento de datos. En forma de agradecimiento por la decisión de Morales, Netanyahu anunció que en su próximo viaje a América Latina (no brindó posibles fechas) visitará Guatemala. El año pasado realizó una gira por México, Colombia y Argentina, en lo que fue una visita histórica porque por primera vez, desde que se creó el Estado de Israel, un primer ministro israelí visitó América Latina.
Por su parte, el último jueves el presidente panameño, Varela, se reunió con Netanyahu, con quien rubricó la firma de un tratado de libre comercio y un pacto para que Israel establezca un centro de agricultura en Panamá. Durante el encuentro, Netanyahu aseguró que ambos países “han construido una asociación vibrante” y aseguró que ambos países están “cooperando en energía, agua, cibertecnología, agricultura y otras muchas áreas”. Asimismo, Varela aseguró que la relación entre los países “no es solo entre nuestros Estados o gobiernos sino en nuestros pueblos por el papel histórico del pueblo judío en el desarrollo de nuestro país”.
Con las confirmaciones de Paraguay y Guatemala, los apoyos que recibió Trump a su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, por ahora, solo provienen de países periféricos que cuentan con poco poder en las relaciones internacionales y en la economía mundial. Las grandes potencias, como China, Rusia y la Unión Europea, han rechazado la mudanza de embajadas. Parece poco para un presidente que lidera uno de los países más importantes del mundo, pero seguramente no es algo que inquiete al presidente Trump.